Los hechos:
Hace 40 días largos que sabemos que la llegada al país del COVID-19 (antes nCV-2019 o SARS-Cv 2) o como quieran llamarlo, era inevitable. En lugar de actuar en consecuencia, intentamos minimizar el impacto restándole importancia.
“Me preocupa más el sarampión, el dengue o la futura gripe estacional que hizo estragos en Estados Unidos”, Ginés González García dixit, cuando en verdad debería preocuparle todo puesto que el coronavirus se agrega a lo ya existente.
En ocasiones es mejor pecar por exceso que por defecto y en salud pública la diferencia se mide en vidas y en sufrimiento.
Ante las características de la circulación viral en el mundo que ponían en evidencia dos cosas, la elevada transmisibilidad (65 países en 45 días) del virus, por cada enfermo 2,5 contagios, contra 1,5 de la gripe estacional y la tasa de letalidad por cada 100 pacientes de COVID 3,4 muertos contra, 0,1% de la influenza, merecíamos más protagonismo del sistema de salud para contener la epidemia. Ahora ya con el primer paciente local, tenemos que ver como mitigamos el problema.
Para ello solo hay una estrategia: aislamiento + cuarentena: aislar al paciente con síntomas y poner en cuarentena (en su casa) a los contactos por los 14 días recomendados por la OMS para que no contagien. Y el resto a cuidarse.
El remedio:
¿Vacuna? No hay todavía. Hay 20 proyectos en marcha en el mundo en fase preclínica, lo que significa que en un año y medio tendremos una disponible.
De todos modos, vale la pena vacunarse contra la gripe estacional, cuando aparezcan las vacunas, para evitar otro de los problemas que nos pueden afectar.
Porque, como aclaré un par de párrafos atrás, el COVID-19 se suma a la circulación del virus de la gripe estacional, no la reemplaza.
Medicamentos antivirales: no vale la pena ensayarlos siquiera, para no caer en la trampa del tamiflú, que costaba una fortuna conseguirlo y pagarlo y a lo sumo acortaba la enfermedad en 2 o 3 días de los 8 o 9 que dura su evolución. Me refiero a la gripe AH1N1 del 2009: nunca sirvió para evitarla. Con el COVID-19 ocurre algo similar.
Barbijos o mascarillas: solo para el personal de salud, pacientes y las personas que tuvieron contacto con pacientes y que tienen que romper la cuarentena. Para el resto, no vale la pena.
La estadística:
El 90% de los pacientes vivirá el episodio como una “miserable” gripe más y a lo sumo podrá padecer este año dos cuadros gripales en lugar de una como de costumbre.
El 5% tendrá que ser internado; el 1,6 % sufrirá complicaciones reversibles.
No complica a niños (si los afecta) ni a mujeres embarazadas. Enferma más hombres que mujeres de edad avanzada (mas de 60 años) simplemente porque hay más hombres que mujeres de esa edad que son o fueron fumadores, por ende más vulnerables. Población mayor de esa edad con enfermedades previas crónicas que debiliten su sistema inmunológico son las que pueden complicarse más fácilmente.
Los consejos:
-Lavarse las manos con agua y jabón o con alcohol gel al 60% muchas veces es ideal. No importa que le parezca innecesario: hágalo de todos modos.
-Si tiene síntomas de gripe (fiebre, dolor de garganta, malestar general, dolores musculares) quédese en su casa y llame a su servicio médico.
-Las vitaminas o suplementos no sirven para mejorar sus defensas en el corto plazo. Lo harán luego de mucho tiempo de tomarlas, en especial los suplementos con zinc. Por ende, si se alimenta e hidrata como Dios manda, no vale la pena tomarlas.
-Estornude en el codo y tosa en el mismo lugar o en un pañuelo descartable, que luego debe tirar en un contenedor cerrado (tacho de basura con tapa).
-Cada vez que tosa o estornude todo aquel que esté a dos metros de distancia de su nariz o boca, puede contagiarse si usted está enfermo, salvo que lo haga en el pliegue del codo.
-Ah, y deje de tocarse todo el tiempo la cara, que si esa mano se apoyó sobre una superficie donde cayeron gotitas de saliva de algún paciente, sus manos transportan el virus hasta su nariz o boca y terminará enfermando.
La reflexión:
El primer paciente argentino confirmado comenzó con sintomatología a las pocas horas de haber dejado el avión de Alitalia en el cual llegó a Buenos Aires desde Roma. Hasta ahora, los individuos asintomáticos no está confirmado que contagien, por ende es posible que el resto del pasaje del avión no termine enfermando; pero como sobre el COVID-19 aprendemos día a día sobre la marcha y sobre los pacientes, hay que esperar y contener.
Por último, no se trata de ser moderado, exagerado o indiferente, ante este tema. Propongo ser realista y creer firmemente que tal como ocurrió con la gripe AH1N1 que me tocó gestionar, vamos a poder con el COVID-19: solo tenemos que poner en alerta el sistema de salud y dotarlo de los medios necesarios como en aquella ocasión.
El autor es director del Centro Italo Argentino de Altos Estudios - UBA