Tiempo de definiciones estratégicas

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FOTO DE ARCHIVO. El ministro de Economía argentino Martín Guzmán gesticula durante una conferencia organizada por el Vaticano sobre solidaridad económica, en el Vaticano, 5 de febrero, 2020. REUTERS/Remo Casilli
FOTO DE ARCHIVO. El ministro de Economía argentino Martín Guzmán gesticula durante una conferencia organizada por el Vaticano sobre solidaridad económica, en el Vaticano, 5 de febrero, 2020. REUTERS/Remo Casilli

Luego de la declaración del FMI recomendando a los bonistas del sistema financiero internacional que reduzcan (vía quitas de capital, interés o ambas) la deuda argentina para que sea sostenible, algunos círculos políticos han manifestado cierta euforia facilista. Sin embargo, dentro del Gobierno están bastantes más cautelosos sobre el tema. Lo que el FMI en realidad está declamando es “que la rueda de la deuda no se corte”, ya que un eventual default serviría solo para la ganancia de unos pocos vivos (los hedge funds que invierten en frágiles deudas públicas) y complicaría a todo el sistema financiero, montado sobre la base de una deuda eterna.

Para entender desde otro ángulo los motivos que llevan al FMI a realizar esta recomendación es bueno recordar que desde la crisis bursátil (de los derivados) del año 2009 en Estados Unidos, el sistema de poder nacional norteamericano (que para simplificar llamaremos –en lo que es su núcleo duro- el Pentágono) se distanció o se desacopló de los intereses de Wall Street –WS- (sistema financiero puro), que habían trabajado juntos durante el período de la globalización extrema (los años 90 y parte del 2000). Desde entonces el Pentágono acusó a WS de llevar demasiadas industrias a China, cuya consecuencia fue la pérdida de puestos de trabajo dentro de EEUU, creando una molestia social bastante insostenible desde lo político. Resultado de ese distanciamiento surge, entre otros aspectos que no analizaremos en este documento, la presidencia de Donald Trump y su accionar ya conocido por todos, para repatriar industrias y evitar que la creación de los empleos de las nuevas tecnologías se fugue al exterior.

Volvamos a nuestro análisis. El FMI representa actualmente los intereses geopolíticos de los estados y está dominado por USA y otros países de Occidente (Europa y Japón principalmente). Su papel como prestamista de última instancia no pasa ya por exigir recetas de macroeconomía, como lo había hecho tradicionalmente y más aún durante la era de la globalización irrestricta, sino por ordenar los espacios geopolíticos entre las 3 potencias centrales del mundo actual: USA, CHINA y RUSIA, las cuales junto con el sistema financiero global (Wall Street, Londres y Hongkong) son los que manejan al mundo.

Por lo tanto el FMI (Estados Unidos y Trump) no están interesados en defender las hiper-ganancias de los hedge funds sino que su interés primordial es que la alineación internacional de Argentina, no se dispare, vía un default, hacia el campo de Rusia, China, Cuba o Venezuela. Tan simple, aunque tan complejo, como eso. Se lo dijo con todas las letras Trump a nuestro embajador en EEUU. En el terreno de la geopolítica es donde se va a definir el destino de la Argentina. Cuando Trump apoyó con créditos del FMI al presidente Macri no lo hizo por simpatías personales o políticas, sino en el mismo sentido que lo está haciendo ahora. Todo eso se lee entrelineas en el texto completo del comunicado del FMI.

El actual gobierno argentino es producto de una coalición, donde se expresan, por ahora, diferentes orientaciones internacionales. No hay ingenuos en esas lides. En Europa, donde hay mayor tradición de armado de coaliciones políticas, siempre se ha determinado que podría haber muchas diferencias y matices entre sus integrantes, pero en la política externa debería haber una voz única, una única unidad de concepción; ya que tener dos voces externas diferentes es no tener ninguna o bien puede generar tanta desconfianza externa que anule cualquier propuesta.

Ocultar o enmascarar las diferencias internas en este campo es inútil, ya que vivimos en un mundo circular e instantáneo; las fronteras de la comunicación están abiertas (salvo en regímenes como China); los pueblos se copian unos a los otros, salvando las distancias culturales; y los algoritmos de las agencias de inteligencia estudian los mecanismos de acción y reacción de cada gobierno (aunque a veces evalúan mal ciertas mala praxis).

En resumen, durante el mes de marzo comenzarán a visualizarse las primeras definiciones estratégicas junto con alguna resolución de los problemas de la deuda externa y de la exteriorización del plan de desarrollo posible para los próximos años. La defensa de los intereses nacionales se debatirá entre un sector representado por el idealismo ideológico, con tendencias al default y otro sector que adoptará la posición del realismo estratégico, con tendencias a resolver pragmáticamente los temas económicos, aunque adoptando una posición intermedia en ciertos temas externos (posición en común con México o Europa por el tema Venezuela). EEUU tiene un socio político muy firme en Sudamérica que es Brasil, el cual es nuestro principal socio comercial ya que mucho de nuestro desarrollo industrial depende de ese mercado. No será fácil encontrar un punto de encuentro entre tantos intereses cruzados. Para lograrlo se debe hacer un mayor ejercicio de la inteligencia estratégica.

Hay que diferenciar los intereses esenciales de los intereses secundarios para cada uno de los principales actores geopolíticos. Allí está la clave. Descartando que haya alineamientos ideológicos en un mundo donde el interés nacional está por encima de cualquier otra consideración (así funcionan EEUU, China y Rusia), se trata entonces de desbrozar y clarificar este análisis. Definir y explicitar también cuales son los intereses principales de Argentina, también sería muy importante, en orden a generar confianza interna y externa, generando corrientes de inversión futuras, tan necesarias para desarrollar el país.

Los temas esenciales para EEUU son dos: que no haya corrimientos estratégicos en América Latina, mientras negocia con Rusia las esferas de influencia cruzadas (Ucrania, Venezuela) y que China no expanda su influencia tecnológica en temas claves como lo son el 5G (Huawei), el tema nuclear o el tema de la estación de rastreo en Neuquén (que ya es un problema). No le importaría que China financie otros proyectos (como las centrales hidroeléctricas en Santa Cruz) ni que Rusia invierta o transfiera tecnología en el campo de los ferrocarriles nacionales, como parcialmente ya lo está haciendo. Rusia, por su lado, quiere vender más tecnología e industria y China, comprando empresas como Syngenta o Nidera, quiere radicar proyectos con personal de conducción chino, siendo esta modalidad bastante problemática.

Del lado argentino faltaría terminar de definir el nuevo modelo de desarrollo, un plan estratégico, ya que cualquier estrategia implica hablar de prioridades. No se debe confundir prioridades con etapas. El desarrollo nacional depende de sus prioridades estratégicas, ya que siendo el capital siempre escaso, se trata de tener las prioridades correctas para que las inversiones de capital económico, humano y político se reproduzcan a la mayor velocidad posible; es decir, no solo hace falta ser eficaz sino que debemos esforzarnos por ser eficientes también en el tiempo.

Tenemos demasiados problemas acumulados como para dormirnos en nuestros laureles. Los próximos años deben estar orientados a la inclusión, la innovación y la integración. Ni caer en el exitismo ni ser derrotistas. Necesitamos creatividad, realismo, pragmatismo, eficiencia y mucho patriotismo, trabajando para el bien común.

El autor es analista de temas geopolíticos

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