Desocupada a los 40: la única alternativa es reinventarse

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Las mujeres a partir de los 40 años estamos preparadas para casi todo. O al menos eso creemos. Ya entendimos qué errores no debemos repetir, nos conocemos tanto como para elegir lo que queremos para nuestras vidas, pero también lo que es mejor descartar. Sin embargo, toda esta seguridad se pone en riesgo cuando ese trabajo, al que le dedicamos 20 años y que nos hacía sentir cierta estabilidad económica y estabilidad vital -de un día para otro- se termina. Ahí, nuestra autoconfianza comienza a trastabillar y nos preguntamos cómo empezar de cero cuando siempre trabajamos en relación de dependencia y, a pesar de contar con antecedentes laborales impecables, la edad -esa que fue clave para sumar experiencia- se nos vuelve en contra.

Es imposible escapar al shock y el enorme costo emocional de sentir que se derrumba todo lo construido durante años, cómo la incertidumbre nos provoca un nudo en la garganta que apenas nos deja respirar. En medio del caos, nunca perdemos la conciencia de que quienes dependen de nosotras (económica o afectivamente) necesitan de nuestra serenidad para asimilar algo que aún no somos capaces de lograr. Con la mejor intención, los seres queridos intentan cobijarnos con voces y miradas compasivas, sumándole un poco más de angustia a la inesperada situación.

De pronto, nos encontramos frente al espejo, pensando “Y ahora… ¿qué hago?”. A partir de este momento, nuestra vida es otra. Probablemente ya no tengamos que fichar por la mañana primeras para darles el ejemplo a nuestros equipos, pero sí es necesario que construyamos una rutina diaria para poner un poco de orden al caos que habita en nuestra cabeza, que nos vuelve un poco más vulnerables y nos impide pensar con claridad.

Es un momento para analizarse con detenimiento y compasión, pero también con la frialdad suficiente para identificar nuestras fortalezas y virtudes. Al mismo tiempo, es fundamental estudiar las redes de contactos con las que contamos. Esas redes serán las que nos ayuden a entender cómo funciona el mercado hoy, qué productos o servicios estamos en mejores condiciones de ofrecer y hasta el precio que podamos poner a nuestro producido de forma independiente. Pero serán también los espacios para compartir con otras que ya atravesaron el proceso o que -al no estar involucradas de manera directa- sean capaces de pensar más desapasionadamente algunas ideas que nos ayuden a establecernos.

Una vez identificado a qué nos dedicaremos, resulta imprescindible darnos a conocer. Afortunadamente, hoy contamos con las posibilidades que ofrece la tecnología como por ejemplo armar una página web, establecer una estrategia en redes sociales, y generar propuestas digitales que podamos compartir o presentar ante nuestros potenciales clientes.

Un punto en el que, si aún no estamos entrenadas o no entra dentro de nuestra agenda habitual, debemos hacer foco en la necesidad de participar de eventos, encuentros, seminarios o ámbitos en los que podamos ampliar esas imprescindibles redes y conectar con personas que -más allá de su expertise- siempre nos aportarán una mirada enriquecedora a la hora de mostrar nuestro potencial.

El camino no es fácil pero vale la pena recorrerlo porque, a pesar de las frustraciones que se nos presenten, el resultado puede ser mucho mejor que lo imaginado.

Debemos recordar que siempre es deseable y hasta necesario trabajar de forma colaborativa con personas que aporten el valor que nos falta o que nos den un plus sobre lo que ya tenemos construido. Una cosa fundamental es no tener miedo ni vergüenza a pedir ayuda en esos momentos de incertidumbre. Desde afuera y a la distancia se aprecia todo de otra manera, por eso cuando no sepamos cómo avanzar, una palabra externa puede mostrarnos un mejor modo de saltar el escollo al que nos enfrentamos.

Descubriremos que esa romántica idea de “ser tu propio jefe” o ser “el dueño de tus horarios” no es tal. De ahora en más, cada uno de nuestros clientes serán nuestros jefes y, si bien contamos con el tiempo que antes no teníamos, debemos lograr administrarlo para aprovechar todas las oportunidades que puedan surgir.

A veces, esos golpes que parece que van a arrasar con nuestra vida entera son el empujón necesario para encontrar la vocación que estaba escondida en el fondo de cada una de nosotras, tapada por ese trabajo de relación de dependencia que parecía ser el ideal.

Perder el trabajo a los 40 puede parecer el fin del mundo, y quizás lo sea, si no somos capaces de entender que es el fin del mundo que conocíamos, pero que existen muchos otros para conquistar. Ante una crisis, recordemos una cultura milenaria como la china, crisis implica no solo peligro, si no también oportunidad. Aprendamos a mirarnos apreciativamente para comprender quiénes somos y descubrir qué queremos ser a partir de ahora. Después sí, poner el corazón y la pasión para alcanzar este nuevo desafío.

Carina Onorato Bulat es periodista, emprendedora, especialista en comunicación institucional, agente literaria y presidente de TB & Asoc. “Equipo Bulat” productora de contenidos multiplataforma.

Laura Calle Rodríguez es periodista.