En un contexto caracterizado por cadenas de pago alargadas, acreedores financieros preocupados, tasas de interés elevadas y “costos inflacionados”, la capacidad de una compañía para llevar a cabo sus actividades con normalidad en el corto plazo es el desafío que debe afrontar para no sólo reducir la incertidumbre sino también permitir la creación de valor de forma sostenible, más allá de los vaivenes actuales.
Dicho de otra manera, si el negocio es bueno, la diferencia entre cerrar -sobrevivir- ser competitivo, reside en la correcta gestión del capital de trabajo, buscando lograr en forma diaria el nivel óptimo de activos corrientes y la mezcla apropiada de financiamiento a corto y largo plazo usado para apoyar esta inversión en activos corrientes.
Desde ya, dependerá de cada empresa cómo se gestiona el capital de giro de su actividad mediante políticas, objetivos y responsables de esos objetivos. Para entender su impacto en la caja de una compañía, en el siguiente cuadro se puede ver un modelo teórico donde existe un desfase de días que significará una necesidad de financiamiento:
Para poder definir una estrategia se debe ser capaz de comprender el giro normal del propio negocio; el plazo de realización de los activos y el plazo de exigibilidad de los pasivos. Además, se deberá diferenciar las necesidades de fondos estacionales de las permanentes para lograr planificar su financiación.
La estrategia definida para gestionarlo puede ser, en los extremos conservadora (poseer más activo corriente y financiarlo con deuda de largo plazo o recursos propios) o agresiva (minimizar los saldos de efectivo y los inventarios, financiándolos con deuda bancaria de corto plazo); sin embargo, teniendo en cuenta el contexto de elevadas tasas de interés, el acceso a créditos se vuelve complejo lo que genera una ruptura en la habitual financiación del capital de trabajo y puede desencadenar en la insolvencia.
Teniendo en cuenta el contexto de elevadas tasas de interés, el acceso a créditos se vuelve complejo lo que genera una ruptura en la habitual financiación del Capital de Trabajo y puede desencadenar en la insolvencia
La incapacidad del pago de deuda es un problema que, en la mayoría de los casos, surge de la mala administración del capital de giro.
Reestructuración de activos y pasivos
Si una compañía llega a esta instancia las alternativas son: reestructuración de activos y reestructuración de pasivos (o reestructuración financiera).
Para la reestructuración de activos, una de las alternativas es la venta de bienes no corrientes, o bien buscar una fusión o adquisición.
Para la reestructuración de pasivos a través de refinanciación de deudas se llevan a cabo negociaciones con bancos y otros acreedores o bien se puede capitalizar las deudas.
A lo antedicho, se le suma el impacto de la inflación sobre el capital de trabajo que trae consigo dos problemas fundamentales: el aumento de los precios de los insumos (costos) y la escasez de los recursos financieros.
Para contrarrestar los efectos que la inflación genera en el capital de giro de la empresa se debe hacer uso de estrategias que permitan minimizar los riesgos que este tipo de fenómenos traen consigo. Es necesario clasificar las partidas monetarias y no monetarias para poder analizar su impacto.
Algunas de las acciones que pueden ser beneficiosas para esto son: aumentar nivel de endeudamiento, alargar períodos de pago, disminuir períodos de cobro, hacer un uso adecuado de la liquidez, disminuir la tenencia de activos monetarios y mantener los inventarios a valores actualizados.
Acciones que pueden ser beneficiosas para esto son: aumentar nivel de endeudamiento, alargar períodos de pago, disminuir períodos de cobro, hacer un uso adecuado de la liquidez
En resumen, para hacer frente a este dinamismo de los mercados y a las expectativas macroeconómicas, el empresario debe considerar pautas financieras donde debe rever las políticas para el manejo de los activos y pasivos corrientes y adoptar capacidades que permitan obtener la información necesaria para una efectiva toma de decisiones.
Desde ya, se deberá considerar la madurez de la empresa para así poder predecir si el cumplimiento de estos objetivos será responsabilidad de una persona que coordine un equipo interdisciplinario o bien será responsabilidad del trabajo integrado de las distintas gerencias motivados por una eficiente comunicación de la compañía.
La autora es Directora de Financial Advisory de Deloitte
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