La libertad de expresión contra la amenaza autoritaria

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El domingo pasado escribí un artículo en Infobae llamado “El autoritarismo de los pañuelos blancos” en el que mostraba mi extrañeza por el hecho de que la señora Taty Almeida (madre de Plaza de Mayo) hablara maravillas de este gobierno y dijera que la Casa Rosada había “estado tomada” en los años de Mauricio Macri. Me llamó la atención que se refiriera así a un gobierno (sobre el que se puede opinar de mucha maneras) que fue elegido en elecciones libres. Por otra parte, me sorprendió que mostrara tanta alegría por el actual gobierno peronista, cuando fue precisamente durante otro gobierno peronista que la señora Almeida sufrió la extraordinaria desgracia que implica perder un hijo, desaparecido en 1975, en pleno período democrático. También mencionaba en la nota que durante la reunión de los “organismos de DDHH” con el presidente Fernández se había pedido por la libertad de Milagro Sala y critiqué que no existiera la mínima consideración con las víctimas de Sala, algunas de las cuales murieron cuando esta señora era la dueña de la vida y de la muerte de tantísimos jujeños. Esos y un par de hechos más son públicos y están documentados. Siempre se supo que el hijo de la señora Almeida desapareció en democracia mientras la triple A y Montoneros (ambas organizaciones peronistas) producían una orgía de sangre y muerte con víctimas inocentes.

El artículo tuvo mucha repercusión. Hubo buenos comentarios de aquellas personas que estaban de acuerdo y expresiones de aquellos que no lo estaban, cosa que forma parte del ejercicio normal de la circulación de las ideas. Sin embargo, hubo algunos comentarios que me llamaron poderosamente la atención porque, mas allá de la agresión, considero que son ejemplos explícitos de cómo el kirchnerismo instaló paradigmas que hacen que cualquier manifestación de libertad (en este caso, la expresión) se pueda criminalizar o donde los pedidos de censura sean ejercidos como algo normal. Hay un discurso “progresista” que considera normal que alguien deba ser censurado o pueda ir preso por lo que dice. Mi reflexión no surge de hechos aislados sino de gente que normaliza cierto tipo de comportamientos sin entender que a lo largo de la historia esas conductas sólo han correspondido a regímenes autoritarios y violentos, y que las manifiestan en una especie de boba defensa de su idea política a la vez que las naturalizan. Son fascistas llamando fascista al otro en función de un discurso de izquierda que reivindica prácticas propias de dictaduras. La proliferación de este tipo de espécimen militante es, entre muchas calamidades, una de las más llamativas que instaló el kirchnerismo en sus 12 años de gobierno: el que piensa distinto a sus alocadas ideas es un enemigo y no merece ni la posibilidad de expresarse. Como decía Perón: “A los amigos todo, a los enemigos ni justicia”.

Un usuario de Twitter, (@GonzaloSueiro), escribió: “Lopérfido está buscando que lo detengan por sus apologías sobre crímenes de lesa humanidad para poder decir que lo persiguen políticamente”. Más allá de que yo no hice ninguna apología de nada y que sólo relato hechos que son públicos y están documentados, me resulta curioso cómo este señor piensa que por escribir una nota alguien pueda ir preso. Le parece que esa es mi estrategia. En verdad no tengo ninguna intención de ir preso y no creo que escribir sea el motivo para que a uno lo detengan. Hubo y hay muchos regímenes donde se encarcela a las personas por lo que escriben o piensan (Venezuela o Cuba sin ir más lejos, países que a los kirchneristas les encantan) y este señor debe descontar que en la Argentina actual esto sería lógico o esperable y que por eso yo escribo estos artículos. Las posiciones autoritarias sobre la libertad siempre tienen un componente de idiotez. Este tipo de expresiones lo demuestran una vez más.

Siguiendo con esta línea, el comentario del usuario @fafafava me llamó mucho la atención ya que sugirió lo siguiente: “No compartan la nota de Loperfido en Infobae, más que nada porque le dan clicks a ese portal a través de una nota que debería ser ilegal por negacionista”. En Argentina hay gente que cree que hay artículos de prensa que deben ser declarados ilegales. Es notable porque, repito, afirmé cosas que son de dominio público (el dato sobre la fecha de desaparición del hijo de Taty Almeida está hasta en el Wikipedia de la señora) y me dicen negacionista. Vaya a saber qué negué pero, no contento con eso, el señor cree que hay artículos publicados en los medios que deben ser considerados ilegales. Que lo piense es bastante disparatado, pero que lo escriba en una red social es realmente desopilante. El kirchnerismo naturaliza que por las ideas se pueda declarar ilegal algo que alguien escribe o que al autor se lo pueda meter preso. Son opciones que manejan con total normalidad. El nivel de embrutecimiento intelectual es digno de estudio. Hace unos días se cumplieron 70 años de la muerte de George Orwell que decía “la libertad de expresión es decir lo que la gente no quiere escuchar”. Es una gran consideración con mucha vigencia en este momento donde la estupidez y la corrección política están llevando a la humanidad a restricciones de pensamiento notables.

Alguien podría decir que estas expresiones son marginales, pero, si vemos lo que pasó en esta semana, nos encontramos con que Hebe de Bonafini visitó al Presidente. Luego de eso, la señora en cuestión afirmó: “Hay que empezar a meter presos a algunos macristas”. Fernández, por su lado, dijo de Hebe: “Ella sabe que tiene en mí a un amigo”. Ese es el mensaje que le imparte al simpatizante kirchnerista. La violencia en el discurso avalada por el poder es el alimento mental de los militantes y simpatizantes que sólo reciben ese insumo intelectual.

El discurso violento e hipócrita es una constante. Esta semana la nueva directora de Radio Televisión Argentina (RTA), la periodista Rosario Lufrano, dio un discurso en la Televisión Pública y manifestó: “Sabemos del destrato” y “venimos a agradecerles la resistencia”. Luego del acto-homenaje a Alberto Nisman la semana pasada, al que asistieron miles de personas y muchos referentes políticos y sociales, la agencia oficial Télam publicó una nota donde decían que “algunas personas” se habían reunido por Nisman. La nueva responsable de Télam es Bernarda Llorente, es decir, la esposa de el ex ministro de exteriores de Cristina Kirchner y actual senador Jorge Taiana. Esta gente está a cargo de los medios públicos que pagan todos los argentinos con sus impuestos (exorbitantes). Para peor, aumentaron la cantidad de personal de una manera brutal durante los 12 años de gobierno K convirtiéndose en refugio de militantes con sueldo. En esas condiciones habría que preguntarse para que sirven esos medios que le cuestan mucho a los ciudadanos y le dan muy poco a cambio.

El gobierno anterior hizo esfuerzos para que Argentina vuelva a ser un país respetado en el mundo y mejoró la calidad institucional. Sin embargo, no midió nunca el deterioro cultural y el pensamiento sectario y fanático que el kirchnerismo había inoculado en sectores formadores de opinión y enquistado en el Estado. Cuando un paciente tiene cáncer hay decírselo para que pueda hacer el tratamiento y así salvarlo. Diciéndole que todo está bien y que vienen tiempos mejores el paciente morirá sin dudas. Con los países pasa lo mismo. Argentina es un enfermo grave y necesita un tratamiento acorde. Los políticos tienen que ser justos, pero duros al enfrentar las causas del mal. Venezuela nos marca el camino de lo bajo que se puede caer cuando se infecta a una parte de la población con un discurso violento y populista.

Frederick Douglass fue un luchador contra la esclavitud en el siglo XIX en los Estados Unidos. Él mismo había sido esclavo y afirmaba: “La libertad no tiene sentido cuando el derecho a expresar los propios pensamientos y opiniones ha dejado de existir. Ese, de todos los derechos, es el temor de los tiranos. Es el derecho que ellos, primero que nada, derriban. Conocen su poder. Los tronos, los dominios, los principados y las potestades, fundados en la injusticia y el mal, seguramente temblarán, si se permite a los hombres razonar sobre la justicia, la templanza y el juicio que vendrá en su presencia”.

Frente a la amenazas autoritarias hay que hacer uso de la libertad de expresión con más énfasis. Esa es nuestra arma contra los atropellos y la batalla cultural que está pendiente en Argentina. Es imprescindible dar esa batalla. Es eso o la decadencia actual.

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