El negocio de las corporaciones farmacéuticas comienza con el medicamento y finaliza con la enfermedad. En caso que esté saturado el “mercado”, como la industria farmacéutica llama a las enfermedades, lo segmentan: buscan indicaciones más tempranas para las viejas drogas o justifican el tratamiento prolongado de enfermedades ya tratables, dependiendo de que sea más rentable.
Otra forma de hacer rentable su negocio, es utilizar una vieja molécula en una nueva indicación, por ejemplo una droga inicialmente aprobada para el cáncer, le cambian la indicación para una enfermedad autoinmune como la artritis reumatoidea o la esclerosis múltiple. La industria farmacéutica sigue así justificando la introducción al “mercado” de nuevas moléculas siempre más caras o nuevas indicaciones para viejas moléculas, de modo tal de hacerlas rentables nuevamente. La forma de lograrlo es mediante estudios clínicos , que poseen el suficiente poder estadístico para demostrar lo necesario: cronificación de enfermedades (meses, unos pocos años o toda una vida), mejoría de la calidad de vida, retraso en la aparición de discapacidades (refutado cada vez más frecuentemente por estudios publicados en revistas de prestigio).
Eso si, hay que utilizar el medicamento durante el mayor tiempo posible, lo antes posible. Con las drogas disponibles, ninguna enfermedad crónica tiene cura. Sospechoso interés el de la investigación en manos de la industria farmacéutica . . . ¿Sería lo mismo, si la investigación estuviera en un 90% en manos del Estado y no al revés? ¿Sería lo mismo si la fabricación de medicamentos estuviera en manos del Estado en lugar de estar en manos privadas? Probablemente, no. No es casual, entonces, que la industria farmacéutica elija introducir al “mercado”, drogas para enfermedades crónicas o lo que no es lo mismo, cronifiquen las enfermedades para obtener las descomunales ganancias, uno de los negocios más rentables y poderosos junto al petróleo y las armas.
Los enormes gastos en investigación, según dice la industria multinacional, son mínimos comparados a fabricar por kilo y vender por miligramo a un 160% o 1000% de rentabilidad. Sin embargo, aún no he explicado el éxito del negocio. Veamos, ¿quién está entre los medicamentos de los laboratorios y el enfermo que los consume? El médico, en el mejor de los casos. Muchas veces están sólo los medios (a una “c” de diferencia) oficiando de intermediarios o aliados de los laboratorios para ejercer presión sobre la comunidad y así colaborar con las farmacéuticas en la medicalización de la sociedad.
En forma obscena, la industria farmacéutica denomina a esto, “direct to consumer advertisement” (propaganda directa al consumidor), ya sea para productos de venta libre como para aquellos de venta bajo receta, aunque esto último en nuestro país es ilegal y sin embargo las farmacéuticas se las ingenian para inducir indirectamente, también el consumo de los fármacos de venta bajo receta. El médico (algunos) se asocia ilícitamente con los laboratorios (o son colonizados por estos) para que consumamos cada vez más medicamentos.
Prestigiosos (o no) colegas son lanzados a la fama por la industria farmacéutica, viajan a hoteles lujosos, toman vinos caros, hablan en la TV, participan de congresos científicos devenidos en ferias de merchandising farmacéutico y así transforman en “expertos” a los que una gran masa de médicos (que ni viajan ni toman vinos caros), escucha y a veces obedece. La industria farmacéutica los llama KOL (líderes de opinión, por sus siglas en inglés). Los KOL, reciben enormes sumas de dinero de los laboratorios en carácter de asesores de la industria y “bajadores de línea” al resto de los colegas ¡Qué difícil para el especialista en cardiología, esclerosis múltiple, oncología, psiquiatría, etc, no recetar a sus pacientes el nuevo medicamento más cara pero“supuestamente” mejor que el viejo.
Capilarmente se mete el mensaje de los laboratorios en la cabeza del médico (algunos) quien se transforma en representante de las corporaciones farmacéuticas. Foucault ya escribió acerca de la segmentación de la salud: “. . . estudié la objetivación del sujeto en lo que llamaré las “prácticas divisorias”. El sujeto se encuentra dividido en su interior o dividido de los otros. Este proceso lo objetiva. Algunos ejemplos son el loco y el cuerdo, el enfermo y el sano, los criminales y los buenos muchachos. Acá el marketing, juega su juego más perverso. Juega con la salud.
Crea el deseo en el médico, éste en el paciente, ambos quedan insatisfechos porque inmediatamente llega la nueva pastilla y la nueva indicación, aumenta el consumo y juntos, la asociación laboratorio-doctor, expanden el “mercado” o sea, la enfermedad. Si la droga es cuadrada y la enfermedad redonda, lograrán encajarla aunque no aporte nada demasiado nuevo. Los “nuevos” medicamentos para las enfermedades crónicas son, desde hace 25 años, más de lo mismo. Lo que la industria farmacéutica llama productos “me too” (en inglés, “yo también”). Difícil tarea para el estado que debe cubrir los costos de toda la demanda que la industria farmacéutica genera a través de sus socios, los doctores y medios amigos.
El poder de las corporaciones farmacéuticas es el de estados dentro de estados cuya lógica es lograr sutilmente que el médico indique la droga más innovadora o más novedosa y costosa, el último medicamento para el colesterol, aplique el criterio diagnóstico cada vez más temprano para la esclerosis múltiple (sin falsos diagnósticos en el mejor de los casos), etc. ¿Cómo atentar contra aquello (enfermedad) que es el objetivo de su propio negocio? Cronificar si, curar, no. Sería algo así como pensar que una empresa de seguridad privada pretendiera que no hubiera delito.
“¿Acaso es casual que llamemos depresión a la tristeza y ataque de pánico al miedo? ¿Será tal vez porque primero existieron los antidepresivos, clonazepam, ansiolíticos y entonces hubo que etiquetarnos para medicarnos. Los KOL son KOL porque cobran mucho dinero para decir lo que la industria farmacéutica les dice que digan. Difícil creer que se puede evitar el “goce de prescribir” cuando se obtienen importantes beneficios de la industria farmacéutica. Causa o consecuencia. Recetas o pacientes. Salud o enfermedad. ¿qué es primero?.
En una entrevista el premio Nobel de Medicina R. J. Roberts denunciaba el 20 septiembre de 2011: “. . . datos revelados que muestran que las grandes compañías farmacéuticas en Estados Unidos gastan cientos de millones de dólares al año pagando a doctores para que éstos promuevan sus medicamentos. Los fármacos que curan no son rentables y por eso no son desarrollados por las farmacéuticas que en cambio sí desarrollan medicamentos cronificadores”.
*El autor es médico sanitarista y ex ministro de Salud Pública de la CABA