¿Justicia perseguirás o perseguirás a la Justicia?

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El fiscal Alberto Nisman (EFE/Cézaro
El fiscal Alberto Nisman (EFE/Cézaro De Luca)

Hace exactamente cinco años un magnicidio conmovió al país. El fiscal Natalio Alberto Nisman apareció muerto en su departamento horas antes de asistir a una reunión de la Comisión de Legislación Penal de la Cámara de Diputados del Congreso de la Nación que yo presidía. Allí iba a presentar pruebas contra Cristina Kirchner por traición a la patria, en tanto encubridora principal para que jamás se confirme la responsabilidad de la República Islámica de Irán en el atentado contra la sede de la AMIA. El instrumento de esta traición –por el que la historia no la absolverá– fue el Memorándum firmado clandestinamente en enero de 2013 entre los cancilleres Héctor Timerman y Alí Akbar Salehi.

Mediante este acuerdo, aprobado en la última semana de febrero en un trámite exprés urgido por el oficialismo, nuestro país inconstitucionalmente apartó a la propia Justicia argentina que ya se había expedido en firme, blindó a los iraníes, se avino a constituir una “Comisión de la Verdad” con facultad para interrogar a sospechosos en Irán y garantizaba, de manera invisible pero negociada, la caída de las alertas rojas que pesaban sobre los iraníes acusados de haber planificado el atentado. El principal de ellos, Mohsen Rabbani, afirmó la semana pasada y sin titubeos que a Nisman “lo mataron”. La pregunta es: ¿por qué?

La respuesta debe darla la Justicia y ahora el kirchnerismo, de memoria selectivamente voluble y de regreso en el poder, no contento con no haber cuidado debidamente en su momento la escena del crimen ni con el resultado de las investigaciones judiciales, pretende impulsar una revisión “técnico administrativa” del peritaje de la Gendarmería Nacional para torcer la historia y hacerla congruente con su relato. Olvida deliberadamente el propio Presidente de la Nación sus declaraciones pasadas en las que se refería a Cristina Kirchner como “cínicamente delirante” afirmando que ella “había tenido el patético cuidado de haber hecho ley ese Memorándum”. Desconoce, también, que cualquier intento de revisión es exclusiva potestad del Poder Judicial. Resulta más que evidente, entonces, que tras la intención de manipular a la Justicia para que “el relato” se transforme en historia oficial, no tienen el menor reparo en seguir manoseando a las víctimas de la AMIA y al propio Alberto Nisman.

Nisman fue propuesto por Néstor Kirchner para estar al frente de Unidad Fiscal para la Investigación de la Causa AMIA creada en septiembre de 2004. Se argumentó, con razón, que era la persona que más conocía del tema y se le brindaron todos los recursos necesarios para llevar adelante sus investigaciones incluyendo la ayuda del director de contrainteligencia de la SIDE Jaime Stiuso.

Un año después de que el periodista José Eliaschev alertara sobre las negociaciones emprendidas entre el gobierno argentino e Irán, que terminaron con la aprobación parlamentaria del Memorándum convertido en tratado, Nisman se sintió apartado de la causa al ver sus funciones invalidadas. Fue así como al desviarse “misteriosamente” la postura de la Argentina al respecto, el fiscal comenzó un camino de autonomía con respecto al nuevo enfoque geopolítico gubernamental y se avino a mantener su propósito original.

El Memorándum quedará para siempre como una pieza histórica de entrega de la soberanía judicial argentina por el cual el gobierno se auto-atribuyó toda la potestad judicial pulverizando la división de poderes. Este instrumento fue el resultado de la búsqueda de un acuerdo por debajo de la mesa con Irán sólo explicable en función de un repentino cambio en el alineamiento del país (que había rifado su capacidad de generación energética y necesitaba cubrir ese déficit), en cuestiones netamente ideológicas o por la íntima convicción de la entonces presidenta de que los verdaderos culpables habrían sido los sirios y no los iraníes. Lo cierto y categórico es que el Memorándum era un pacto de impunidad que transformaba a los victimarios en sus propios jueces.

Nosotros desde la oposición quisimos hacer un juicio en ausencia similar al realizado en Francia contra Alfredo Astiz. Estos juicios se celebran en casos de crímenes de lesa humanidad y permiten que la justicia llegue a un veredicto. Nunca se quiso avanzar.

La muerte del fiscal no puede ser descontextualizada. Ocurrió cuatro días después de que hiciera pública su intención de denunciar a la entonces presidenta. Le pedían pruebas, lo difamaron, lo destrozaron con una campaña infame que fue orquestada por los mismos que lo promovieron y mostraron al mundo como ejemplo de corrección en búsqueda de la verdad. La prueba siempre estuvo ahí: era el pacto mismo.

Unos meses antes de su muerte, Oscar Parrilli, mandadero de la Presidenta, hizo una purga en la SIDE. Jaime Stiuso, que estuvo al servicio del gobierno durante 12 años, había dejado de ser funcional en el marco del nuevo tablero de juego que el extraño giro gubernamental impuso. Lo echaron y meses después Nisman apareció muerto. ¿Fue esta muerte la necesidad de tapar la denuncia del fiscal? ¿Alguien puede creer que la muerte de Nisman fue ocasionada para evitar que el mundo vea que tenía las manos vacías como dijo Rabbani? ¿Ha sido Rabanni el mejor vocero del gobierno actual y del de entonces al dar a conocer al mundo el verdadero sentido del Memorándum? ¿Le convenía al gobierno que la voz del fiscal se elevara contra el Memorándum en Tribunales Internacionales? ¿Dejaría esto al desnudo el cambio de posición internacional de la Argentina que en Naciones Unidas pasó de la condena a Irán al silencio? Hay cantidad de dudas y sospechas, pero una sola certeza: Nisman está muerto. El Gobierno ha vuelto con un objetivo: retomar el control de una causa que, durante los años que no estuvo en el poder, fue profundizada por una investigación en la justicia federal, que confirmaba las certezas que decía tener el entonces ex jefe de Gabinete y actual jefe del Estado: “Dudo que se haya suicidado”. Esta es una de las razones por las cuales Alberto Fernández es presidente: desmontar la causa de mayor envergadura política que tiene la actual vicepresidenta: el magnicidio del fiscal Nisman.

Dice conocer la pericia. ¿Por qué y de dónde la conoce? Parece que el presidente está dispuesto a hacer todo lo que esté a su alcance para cambiar aquello de “Justicia perseguirás” por su opuesto: “Perseguirás a la Justicia”. Todo sea para acomodar la verdad a su relato y salvar así a su majestad la reina.

La autora es doctora en Ciencias Políticas y dirigente de Juntos por el Cambio

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