Después de un fracaso reconocido por toda la sociedad de la gestión de Cambiemos en el plano económico, el presidente electo, Alberto Fernández, comenzó a delinear antes de asumir pautas generales para encarar en lo referente a la economía, desde su administración. Las ideas básicas eran fortalecer el consumo, despejar el problema de la deuda, retomar el sendero de crecimiento siendo solidarios en los costos inevitables del ajuste.
La primera propuesta concreta de Alberto Fernández fue la ley enviada al Congreso que tuvo como objetivo central un reordenamiento fiscal donde los sectores altos y medios soportan el ajuste de modo solidario. Este paquete fue aprobado por un Congreso de mayoría peronista. Lo más controversial fue la desaparición de la regla de movilidad para jubilados que había dejado Macri. Este tema crucial entra en un terreno de incógnita ya que no se sabe a ciencia cierta cuál será el aumento para los jubilados a futuro, lo veremos a lo largo del año. Es sabido que el gasto previsional es muy importante en nuestro país, con mayor protagonismo después de la ampliación de beneficiarios al régimen previsional que decidió Cristina Kirchner.
El impuesto más relevante que apareció en la ley es el regreso a niveles de retención elevados, por cierto no muy diferentes a buena parte del promedio histórico del país. Esta medida alertó a la mesa de enlace (ámbito gremial del sector) y se discutió si en el caso de la soja se pondría un diferencial por localización o por tamaño de firmas agropecuarias.
El impuesto a bienes personales ha sido también criticado, ya que por la tasa propuesta castiga más a la masa de ahorro en dólares de los argentinos en el exterior. Este tema se ha replanteado con la posibilidad de bajar en parte la alícuota, si se repatria capital al país.
La crítica más escuchada del paquete votado como ley es que no se metió con el gasto público, que parece “intocable”. Emergen temas clásicos como las jubilaciones de privilegio y los costos de la política que serán discutidos en sesiones extraordinarias.
El ministro de Economía, Martín Guzmán, plantea que la economía debe arribar a una mayor “tranquilidad”, léase menor volatilidad. El objetivo de una persona desconocida y joven, imbuida en sus papers, formada en Brown, progresista, cercano al prestigioso Daniel Heymann, colega de Stiglitz, es pagar la deuda desde un sendero de crecimiento. La duda con él, a quien estamos recién conociendo, es si tendrá suficiente cintura política para encarar la gestión. Es una cuestión relevante dado que con Macri no tuvimos nunca un Ministro de Economía que mirase la integralidad de los problemas. Es peligroso hacer depender la economía de un ministro solo tecnócrata.
En lo referente a la actividad, esta sigue en baja, los indicadores no revierten. Podría haber una recuperación cíclica en el segundo semestre pero depende del impacto de las medidas proconsumo, asociadas a incrementos forzosos en salarios privados y públicos, del cepo que limita la compra de dólares y empuja también el consumo, de incrementos en el verano a jubilados, y del fortalecimiento a pymes vía moratoria.
Atravesando la primera quincena de enero, se echa en falta una estratega de crecimiento y de estabilización. Fernandez ve la inflación cerca de un dígito a fin de su mandato y Pesce, presidente del Banco Central, con mayor optimismo la ve así hacia finales de 2021. Seguramente, la inflación cederá en 2020 por el congelamiento de tarifas y naftas, precios de alimentos topeados en supermercados y con un precio clave que es el dólar oficial, que no parece vaya a subir mucho en 2020.
La duda es si la mayor expansión monetaria que dejó Macri (25% de la Base Monetaria) sumada a la marcha del dólar paralelo y la inercia de 55% en 2020, no podría impulsar a una inflación elevada, aunque menor a la de 2019. Este es un punto crítico ya que la alta inflación juega en contra del crecimiento y de la inversión. Pesce planteó que el cepo es revisable recién si las exportaciones llegan a 90.000 millones de dólares, ahora están en 60.000.
En el plano social, se espera baje la pobreza por crecimiento y desinflación. El plan contra el hambre se ha iniciado con convicción, resta por ver el ritmo de avance que pueda alcanzar.
En lo referente a los sectores dinámicos para 2020, es promisorio lo relacionado con energía, siempre que no caigamos en violación de la seguridad jurídica. Vaca Muerta requiere mucha inversión, y de modo constante, para empujar las exportaciones con reglas de juego claras y sostenidas. El litio como promesa evoluciona muy bien, como el resto de la minería, aunque esta última se ha amesetado en su nivel de actividad. Turismo interno se moverá más que el volumen histórico, por el efecto dólar paralelo o turista que son muy elevados. La industria está transitando años muy malos y hay que ver como se reconvierte.
En lo referente al “pacto social”, en opinión del gobierno este es muy relevante para plantear consensos y para intentar cierta desindexación de la economía. La situación es compleja y estos primeros meses de gestión serán claves para construirlos.
El autor es director Área Economía IAE Business School, Universidad Austral