El incomprensible amor por las dictaduras de izquierda

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El dictador Nicolás Maduro (REUTERS/Alexandre Meneghini/File Photo)
El dictador Nicolás Maduro (REUTERS/Alexandre Meneghini/File Photo)

La decisión del gobierno argentino de quitarle las cartas credenciales a Elisa Trotta, la embajadora de Venezuela en la Argentina, no es nada sorprendente. Durante la campaña, el entonces candidato ya había propuesto en materia de política exterior una postura totalmente opuesta a la de Mauricio Macri.

Alberto Fernández no considera que Venezuela sea una dictadura. El régimen de Nicolás Maduro ha violado gravemente los derechos humanos: hay ejecuciones sumarias, encarcelamientos, persecuciones, restricciones feroces a la libertad de prensa y una crisis humanitaria espantosa que no fue generada por los Estados Unidos, como creen algunos, sino por el propio accionar del gobierno venezolano. Aún así, el presidente Fernández considera que es apenas un leve autoritarismo.

A la lista de atrocidades mencionadas, que fueron denunciadas por la comisionada comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos hay que sumar que el gobierno de Maduro no es producto de elecciones libres y limpias, sino que en reiteradas ocasiones realizó manejos y retoques al sistema electoral, sobre todo cuando disolvió la Asamblea Nacional y logró que se eligiera una Constituyente en la cual solo podían ser electores los chavistas. En la Argentina estas maniobras serían absolutamente rechazadas, pero cuando las aplica Venezuela no merecen ningún cuestionamiento.

Lo que está probado es que para el gobierno de Fernández el autoritarismo solo proviene de los gobiernos que no son de izquierda. Hay, junto con Venezuela, un intento por recuperar el espacio perdido y volver a pintar la región de color rojo, como lo fue en algún momento. Por eso es esperable que el Gobierno no reconozca a Guaidó y sí a Maduro. Simplemente creen que se trata de un gobierno legítimo y que ese es el camino a seguir.

Esta administración tiene contradicciones muy serias al interior, en la diarquía gobernante, y luego respecto a cómo quieren llevar adelante las cosas. Hemos dejado de ser un país normal, y nuevamente nos estamos corriendo hacia el lado de los países anti statu quo. Nada ha mejorado.

El autor es director del Observatorio de Política Exterior de la UCEMA

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