La Reina de Inglaterra ha decidido nombrar al coronel Geoffrey Cardozo “Comendador de la Orden del Imperio Britanico” (CBE) por su aporte a las relaciones entre el Reino Unido y la República Argentina. Como bien se explica en un artículo reciente de Infobae, Cardozo tuvo la misión original de dar honrosa sepultura a decenas de cuerpos de soldados argentinos caídos en las batallas de las Islas, dando así origen al cementerio de Darwin. Luego, con Julio Aro, veterano de Malvinas, comenzaron una tarea que significó la identificación de 115 de nuestros héroes y permitió así a sus familiares contar finalmente con una tumba reconocida en las Islas.
Entre las muchas emocionantes relaciones que se desarrollaron en esta gesta, cabe mencionar la presencia del Equipo Argentino de Antropología Forense; los familiares, la periodista Gabriela Coccifi, ambas embajadas y ministerios, empresas privadas que colaboraron, el músico Roger Waters y enorme cantidad de ciudadanos que acompañaron desde diversos ámbitos esta fantástica epopeya de humanidad.
Maria Fernanda Araujo, presidenta de la Comisión de Familiares, contaba emocionada cómo en sus viajes a las Islas fue desarrollando diálogos y amistades – incluyendo cervezas en el pub de Puerto Argentino- con habitantes que miraban con enorme desconfianza la presencia argentina.
El trabajo de Cardozo y Aro tuvo también el mérito de proponer otra mirada a los “halcones” que insistían en seguir manteniendo el camino de la confrontación como único eje posible de la relación bilateral alrededor del tema Malvinas.
La cuestión Malvinas, por razones muy comprensibles, es central en los sentimientos de los argentinos y en el mensaje diplomático que nuestro país da cotidianamente al mundo. La manda constitucional plantea además una obligación jurídica y política a los gobiernos: “La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía, respetando el modo de vida de sus habitantes y conforme a los principios del Derecho Internacional, constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino".
Pero ese mandato puede incorporar múltiples interpretaciones. Tiene sin duda una base mínima y esencial en sostener el reclamo diplomático; buscar aliados en el campo multilateral; hacer el mejor uso posible de las oportunidades que se presenten en el campo del derecho internacional y protestar firmemente cuando el Reino Unido viola los acuerdos básicos de convivencia.
De allí en adelante, nuestros avances dependen de una combinación de inteligencia y audacia sostenidas por un eje central, que es el diálogo.
El gobierno del presidente Macri logró grandes avances en múltiples campos, recuperando una estrategia que había avanzado tanto hasta 1972 y que interpreta a la soberanía en Malvinas como un punto de llegada donde lo esencial es la paz construida desde los intereses comunes, incluyendo a los isleños.
Cuando la cuestión Malvinas se mira con esta óptica, las oportunidades de avance son enormes; en especial si consideramos las necesidades objetivas que tienen los isleños para sostener su economía y lograr una mejor calidad de vida. Basta analizar la reacción de los “halcones” de uno y otro lado ante el aumento de los vuelos desde el continente: saben que más contacto es más acercamiento y por tanto menos posibilidad de violencia.
Pero más allá de su relación con la cuestión diplomática, la gesta de Cardozo y Aro tiene un enorme valor intrínseco: demuestra que la humanidad puede vencer a los prejuicios que arrastran los pueblos que se han enfrentado en guerras. Y por eso es un ejemplo que, con múltiples formas, podría repetirse en tantos países que tienen aun heridas abiertas. Solo por eso, Cardozo y Aro merecen el Premio Nobel de la Paz; y sería muy bueno que nuestro Gobierno promoviera esta iniciativa con el apoyo de todo el arco social y político.
El autor es diputado nacional (Cambiemos)