Una vez más, la economía argentina se enfrenta a un problema estructural de muy largo plazo: la falta de generación genuina de divisas, ante una deuda pública elevada, recesión y crisis de expectativas, en conjunto con una recesión que ya es larga, y una situación social apremiante.
El nuevo gobierno asumió con una serie de desafíos económicos y sociales relevantes. Un nivel de pobreza del orden de 40,8% de la población, según la medición del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, que trata de anticipar la medición del Indec, es elocuente. Más aún, un 9% de indigencia es más problemático aún. Esto en medio de una recesión de 7 trimestres, que se enmarca en un proceso de estanflación que lleva 9 años, pobreza y desempleo en alza, e inflación del orden de 55% anual.
Con todo, la capacidad de la Argentina de recuperarse es notoria. Así ha sido a lo largo de la historia económica. La diversidad de su oferta agregada, la capacidad productiva, y la posibilidad de reactivar luego de crisis profundas son características genuinas.
El nuevo ministro de Economía, Martín Guzmán, realizó su primera conferencia de prensa, donde, en términos macroeconómicos, se expresó en términos adecuados de equilibrio general y consistencia macroeconómica. Apuntó a los equilibrios gemelos como meta, tanto al superávit fiscal primario como al comercial, entendiendo que por este último se refería al de Balanza de Pagos. Y estos equilibrios, compatibles con los equilibrios sociales, ante la situación de alta pobreza que se registra. Si bien no se conocen aun las medidas, ha sido evidente que el enfoque y el conocimiento de la macroeconomía están en un rumbo que puede ser alentador.
Como la deuda pública es un problema macroeconómico central, junto con la inflación, que están íntimamente relacionados con el problema fiscal y de balanza de pagos, en esta nota nos concentraremos en la cuestión delicada de la restricción externa, que es otro concepto que citó el Ministro, y que, desde hace largas décadas, forma parte del problema central de la economía.
La capacidad de la Argentina de recuperarse es notoria. Así ha sido a lo largo de la historia económica. La diversidad de su oferta agregada, la capacidad productiva, y la posibilidad de reactivar luego de crisis profundas son características genuinas
La restricción externa nos enfrenta a la tendencia recurrente del déficit del Balance de Pagos, motivado por la insuficiencia de los dólares de exportación, de bienes y servicios, para hacer frente a la demanda de divisas que generan las importaciones de insumos industriales y tecnológicos, y el déficit de servicios, sobre todo de turismo, por el peso del turismo emisivo.
En la actualidad el superávit comercial de bienes, de USD 15.000 millones para 2019, se sustenta en bases endebles: una suba notoria de exportaciones principalmente concentrada en la súper cosecha de granos de 2018/19, y una caída intensa de las importaciones industriales por la recesión de casi dos años. Para 2020 la cosecha será menor –sin considerar aun un escenario de menores lluvias– y cualquier reactivación impulsará las importaciones.
Según el World Trade Monitor, las importaciones mundiales se siguen desacelerando y en el acumulado del año, hasta setiembre, registran una caída del orden de 0.9% anual
Todo esto se torna más cuesta arriba con el escenario de desglobalización económica mundial, que se viene intensificando desde que EE.UU. ha comenzado una guerra comercial, y de dominio de la tecnología, con China. El comercio mundial se viene desacelerando a pasos constantes. Según el World Trade Monitor, las importaciones mundiales se siguen desacelerando y en el acumulado del año, hasta setiembre, registran una caída del orden de 0.9% anual. Este escenario que promete seguir, no augura una recuperación del precio internacional de los commodities, con lo cual la restricción externa de la Argentina no puede esperar buenas noticias por este lado.
Es imperioso aumentar exportaciones, para mejorar el Balance de Pagos de manera sostenible. La alternativa de un tipo de cambio algo más alto para ganar competitividad temporaria no es desacartable, pero el riesgo de un rápido pass-through, si no se da en un contexto de un plan anti -inflacionario y desindexatorio de la economía, está latente.
En la actualidad el superávit comercial de bienes, de USD 15.000 millones para 2019, se sustenta en bases endebles: una suba notoria de exportaciones principalmente concentrada en la súper cosecha de granos de 2018/19, y una caída intensa de las importaciones industriales por la recesión de casi dos años
En este sentido, más allá de una resolución del virtual default de la deuda pública, será clave seguir con atención la marcha de los números del sector externo, y considerar, desde la política pública, la oportunidad de mantener estímulos adecuados a las exportaciones sectoriales, tanto de bienes como de servicios, como por ejemplo las carnes o los servicios tecnológicos, entre otros, y potenciar el rol de organismos vinculados directamente con la competitividad, como el BICE o la Agencia de Inversiones y Comercio Exterior, a la vez de potenciar los acuerdos comerciales vigentes y establecer, en lo posible, una estrategia de inserción exportadora más eficaz en términos de resultados de acuerdos de libre comercio, en el marco del Mercosur.
De la resolución estructural de la restricción externa dependen, en gran medida, las soluciones de los desequilibrios económicos y sociales que se registran desde hace décadas.
El autor es profesor de la Universidad Católica Argentina