Dado que la Argentina arrastra deficiencias en el funcionamiento del mercado laboral desde hace décadas, vale la pena tratar de estudiar un poco en qué andamos, antes de cometer nuevos errores. Veamos unas pocas cuestiones.
¿Crece el empleo aún en recesiones? Se afirma con frecuencia que el empleo “no crece” aunque las estadísticas muestran que si bien el empleo total (la suma de formal e informal, público y privado) tuvo un comportamiento procíclico durante la Convertibilidad, la elasticidad cayó significativamente desde 2003 en adelante. Es más, en la mayoría de los años de recesión -con la excepción de 2016- el empleo total siguió creciendo aunque a tasas inferiores al 1% anual. A partir de allí surgen preguntas como: ¿qué porción del empleo es más elástica y cuáles son las razones de ello?
La dinámica de los distintos grupos de ocupados. El empleo asalariado privado formal (o sea los trabajadores privados con mayor productividad promedio) es la parte más elástica del empleo total: aumenta en las expansiones y se contrae durante las recesiones, aunque los cambios de precios relativos (salario real) moderan el impacto del ciclo. Otras formas de contrato laboral han mostrado una fuerte expansión asociada más a cambios de precios relativos e impuestos que al ciclo económico (autónomos y monotributistas).
El empleo asalariado privado formal (o sea los trabajadores privados con mayor productividad promedio) es la parte más elástica del empleo total: aumenta en las expansiones y se contrae durante las recesiones
El crecimiento de la formalidad en servicio doméstico (menos de 10 mil formales en 1998, 500 mil empleados en la actualidad) y la aparición de los monotributistas sociales se explica básicamente por los incentivos tributarios que permiten formalizar a un costo muy bajo. En ambos casos, más que un aumento apreciable del empleo total observamos la conversión de informales en formales financiada a través de un elevado costo fiscal. El empleo público es otra modalidad que crece motivada en factores que tienen poco que ver con el ciclo económico.
En suma hay varias formas de contrato laboral formal –empleo público, una parte de los monotributistas, los monotributistas sociales y los empleados de servicio doméstico– que representan alrededor del 40% o más del empleo formal, que han evolucionado en los últimos 15 años sin mucha relación con el ciclo económico. En el resto del empleo es informal, y tras un período de “reconversión” de una porción de ellos a la formalidad por importantes incentivos fiscales, hoy ha vuelto a crecer empujado por un fenómeno cíclico: en recesión sólo se crean empleos informales (o los formales subsidiados).
Si los asalariados privados formales son los más expuestos al ciclo ¿se deben restringir o prohibir los despidos? Ello podría tener algún asidero –aunque económicamente no podría justificarse- si durante las recesiones la tasa de despidos se duplicara o triplicara por sobre lo que ocurre en los períodos de expansión.
¿Frenar ese aumento podría evitar un salto del desempleo? La primera observación es atenerse a los hechos: el empleo asalariado privado formal crece en el tiempo en la medida que la tasa de entrada sea superior a la tasa de salida. Los datos que publica el Ministerio de Trabajo convalidan esa afirmación en el largo plazo, pero también muestran que durante las recesiones la tasa de entrada cae más rápidamente que la tasa de salida. En otras palabras, las empresas cortan la contratación rápidamente pero son más parsimoniosas en despedir (despiden menos porque contratan menos), y sólo en los momentos más de crisis pueden llegar a elevar en forma significativa la tasa de despidos.
El gráfico muestra esa evolución desde 2001 hasta septiembre del corriente año. La tasa de salida (despidos) cayó en 2018 y 2019 respecto de 2017 y años previos, pero lo que se desplomó con más fuerza es la tasa de entrada (línea punteada), lo que refleja que las empresas frenaron casi completamente la contratación. Ello nos da una pista: no debería ponerse un freno a los despidos (por ejemplo duplicando indemnizaciones) porque si bien ello puede en el margen bajar algo la tasa de salida llevará a un desplome aún más abrupto de la tasa de entrada. O sea nadie va a contratar nuevos trabajadores que no pueda despedir. Basta con mirar los datos para rechazar estas propuestas.
No debería ponerse un freno a los despidos (por ejemplo duplicando indemnizaciones) porque si bien ello puede en el margen bajar algo la tasa de salida llevará a un desplome aún más abrupto de la tasa de entrada. O sea nadie va a contratar nuevos trabajadores
La macro, los impuestos, las regulaciones y el crecimiento del empleo. La debilidad del crecimiento económico y los cambios impositivos y regulatorios han llevado a un panorama preocupante. El siguiente gráfico ilustra la evolución de los asalariados privados formales en relación al total de ocupados formales (es decir se excluyen los alrededor de 7 millones de informales que junto con los poco más de 12 millones de formales constituyen la población ocupada).
Este grupo que puede caracterizarse como el de mayor productividad relativa pasó de representar el 56% de los formales en 2012 (hace apenas 7 años) a menos del 50% de acuerdo con los últimos datos. Si se quiere se puede sumar a este grupo los 394 mil autónomos y los porcentajes apenas cambiarían.
Los asalariados formales pueden caracterizarse como el de mayor productividad relativa, pasó de representar el 56% de los formales en 2012 (hace apenas 7 años) a menos del 50% de acuerdo con los últimos datos
El resultado es nítido: cae en forma tendencial la participación de los sectores de mayor productividad mientras crece el resto integrado por empleados públicos, trabajadores de baja productividad (buena parte de los monotributistas, los monotributistas sociales, los empleados en actividades de servicio doméstico) y el resto de trabajadores informales.
Un diagnóstico para la acción. El estancamiento del mercado laboral no se va a resolver con mayor represión ya que ello sólo conducirá a un nuevo achicamiento del sector de mayor productividad, por efecto de la represión regulatoria y porque la Argentina seguirá enfrentando por muchos años un elevado costo del capital.
Y las mejoras de productividad requieren de mayor capital por trabajador, mayor flexibilidad en los mercados de factores y mayor competencia (no mayor protección) en los mercados de productos. Los datos nos indican que hacia allí deberíamos ir. ¿Será así?
El autor es economista Jefe de FIEL