La designación de Martín Guzmán, discípulo de Joseph Stiglitz, al frente del Ministerio de Economía trasciende la escena local. El laureado economista, que ocupara la presidencia del Consejo de Asesores de Bill Clinton y fuera economista jefe del Banco Mundial, dedicó su tiempo a promover una visión humanista de la economía y combatir la “rapacidad” del sistema capitalista. Sus escritos destacan la importancia del desarrollo sostenido, las virtudes del déficit fiscal, el crecimiento como antítesis a las políticas de ajustes, el impacto de las nuevas tecnologías sobre el empleo, la desigualdad y una fuerte crítica al FMI. Stiglitz sostiene que el FMI tiene economistas de tercera graduados en universidades de primera.
El papa Francisco comparte con Stiglitz las mismas preocupaciones, y suma sus opiniones sobre la economía el problema de inmigración y la reivindicación de los pueblos aborígenes. El Papa agregó a su tarea pastoral una mirada sobre la pobreza y la avidez de una sociedad volcada a la idolatría del dinero. Karl Marx se refirió al mismo tema en su famoso escrito “La cuestión judía”, donde planteaba el problema de la alienación y sostenía que el Dios de Israel era el dinero. La alegoría del Templo de Jerusalén es un pasaje reiterado por el papa Francisco recordando que la verdadera riqueza está en la relación con Cristo.
Stiglitz fue incorporado a la Academia Pontificia de Ciencias Sociales en 2009 y en el mismo año designado presidente de la Comisión de las Naciones Unidas para la Reforma del Sistema Monetario y Financiero Internacional. La crisis de 2008 provocada por la irracionalidad del sistema financiero facilitó la crítica para impulsar una mayor regulación estatal de los bancos y las entidades financieras. Stiglitz sostiene que la crisis demostró la imperfección de los mercados y la falta de información para la toma de decisiones.
El papa Francisco envió en mayo de este año una carta dirigida a jóvenes economistas y emprendedores para invitarlos a participar en el evento “La Economía de Francisco”, que tendrá lugar en marzo del año próximo en Assisi. La carta expone una crítica a la economía ortodoxa caracterizándola de “muerte, exclusión, deshumanización y desprecio por el medio ambiente”. Incluye un llamado a formular un nuevo modelo económico, producto de una cultura de comunión basado en la inclusión, el humanismo y preocupación por el medio ambiente. El evento será “un compromiso para cambiar la economía actual y darle un alma a la economía del mañana”. En el mismo mes, el papa Francisco recibió el apoyo de Stiglitz y Johnson del INET. El documento ratifica el compromiso de prescribir un modelo de mercado que sirva al pueblo y no el pueblo a los mercados.
El papa Francisco y Stiglitz están embarcados en el mismo tren. Ambos comparten la crítica al capitalismo, y en especial al sistema financiero, que habría expandido la pobreza y la explotación. Ambos promueven una mayor participación del Estado para corregir las distorsiones de los mercados. Francisco busca transformar la ambición en un sentimiento para trabajar por el bien común más allá de la remuneración y reemplazar la codicia por la fraternidad. La reiteración del mismo concepto una y otra vez parece marcar el desprecio del papa Francisco por el sistema capitalista y la necesidad de encontrar una salida basada en principios éticos. Stiglitz tendrá una enorme responsabilidad para presentar nuevos modelos que recojan la preocupación del Papa Francisco y sirvan al mismo tiempo para diseñar políticas económicas.
La mirada consternada sobre la economía parece basarse en la situación de Europa y América Latina, que tropiezan con dificultades para recuperarse de la crisis del 2008. Esta mirada no condice con la situación de Asia, donde la mayoría de los países muestran tasas de crecimiento altas y una importante reducción de la pobreza en los últimos 30 años. La movilidad de las inversiones hacia esa región desde los años 90 por supuesto afectó el dinamismo en el resto del mundo y las expectativas de ascenso de las clases medias.
El nuevo ministro Martín Guzmán, que comparte la visión de Francisco y Stiglitz, tiene un doble desafío. El primero es afrontar la difícil coyuntura de la economía argentina generando confianza para aumentar la inversión, crear empleo y reducir los niveles de pobreza. En segundo lugar, deberá conjugar sus políticas con el nuevo modelo pergeñado por sus mentores. El papa Francisco y Joseph Stiglitz deben compartir esta preocupación porque la Argentina sería el primer país donde están dadas las condiciones políticas para poner en práctica sus ideas.
El autor es Licenciado en Economía Política (UBA), Master in Economics (University of Boston) y fue embajador argentino en Tailandia. Es Miembro Consultor del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI)