Si bien el paso del tiempo es una variable continua, en cada cambio de década se percibe como discreta. Un salto que nos sacude a la reflexión personal y colectiva. Veinte años no es nada, según el tango, pero es mucho en términos de la esperanza de vida de los argentinos (76,6 años). Y casi sin darnos cuenta, ya pasaron 20 años desde que el siglo XXI llegó cargado de promesas y expectativas. Y si bien muchas cosas no cambiaron de la manera que esperábamos, el mundo es otro.
Tal como Napoleón predijera hace más de 200 años en su famosa sentencia “Cuando la China despierte, el mundo temblará”, el gigante asiático ya está muy cerca de alcanzar el primer lugar en términos de PBI. Los guerreros de Terracota de Xian han sido testigos, por más de cuatro décadas, de un crecimiento sostenido de su producto bruto interno a tasas promedio de 9% anual.
Ese crecimiento, consecuencia de una fuerte afluencia de capital extranjero (atraído por los bajos costos de mano de obra y un mercado interno de 1.396 millones de habitantes), sacó de la pobreza a 850 millones de personas. Si bien el partido comunista mantiene la supremacía política y su ideario, las boutiques de lujo como Hermes, Fendi, Vuitton o Cartier en las principales capitales del mundo, contratan jóvenes chinos para vender sus costosos productos a la clientela que proviene de ese país.
Ese crecimiento de China, consecuencia de una fuerte afluencia de capital extranjero (atraído por los bajos costos de mano de obra y un mercado interno de 1.396 millones de habitantes), sacó de la pobreza a 850 millones de personas
Estados Unidos sigue siendo la meca para todos aquellos que escapan a regímenes autoritarios y demagógicos, que condenan a sus pueblos a la miseria y a la falta de libertad. Por alguna razón, no se conocen casos de balsas que partan de las costas norteamericanas rumbo a islas caribeñas. Muy por el contrario, todos tratan de alcanzar la Estatua de la Libertad. Irrefutable evidencia del éxito de un sistema, completamente perfectible, particularmente en términos de igualdad (el coeficiente de Gini es 0,415) pero con un PBI per cápita de USD 62.300 y una tasa de desempleo de 3,9 % (menor a la friccional). Primer país en términos de atracción de inversiones directas, posee una moneda que es tomada por muchos otros países (e individuos) como reserva de valor.
Pero Estados Unidos también cambió. Y si bien por un lado, su economía sigue siendo altamente competitiva, y mantiene el liderazgo en tecnologías claves para el futuro, y las empresas de tecnología, e-commerce, y nuevos tipos de comunicación (redes sociales) destronaron en la Bolsa de Nueva York a las que producen petróleo, gaseosas o automóviles, las fuerzas políticas aislacionistas que apoyan el cierre de la economía constituyen un factor de riesgo a su supremacía.
Como dice Fareed Zakaria (2008), “Estados Unidos triunfó en su gran misión histórica de globalizar al mundo. Pero en el camino olvidó de globalizarse a sí mismo”.
En este mundo cambiante y dinámico, la Argentina, con sus 44,5 millones de habitantes, y sus 2,7 millones de kilómetros cuadrados, avanza hacia el 2020 con 2 con indicadores macro muy alarmantes proyectados para este final de 2019: inflación mayor al 55%, desempleo del 10,6% y caída del PBI estimada del 3,1%. Estos datos no son nuevos.
Avances y retrocesos
¿Cuántas crisis hemos atravesado desde la segunda mitad del siglo pasado? El problema es que nuestras recurrentes derrotas económicas, a las que subyace una preocupante debilidad institucional, afectan a una sociedad cada vez más frágil y vulnerable.
Y sólo resta esperar que la respuesta de la dirigencia toda la pregunta acerca del rumbo de Argentina, sea que vamos hacia el futuro. Porque en un mundo cambiante (tomé sólo dos ejemplos, pero son muchos más), no podemos permanecer estancos, y menos adoptar recetas de hace 50 años, cuando la Guerra Fría era un dato y lográbamos sobrevivir sin celular y sin whatsapp.
Ahora bien, en medio de tantos desacuerdos y entramados políticos, hay algo en lo que seguramente no hay grietas: la economía argentina tiene que crecer. Es una condición quizás no suficiente, pero necesaria. Imprescindible.
En medio de tantos desacuerdos y entramados políticos, hay algo en lo que seguramente no hay grietas: la economía argentina tiene que crecer. Es una condición quizás no suficiente, pero necesaria. Imprescindible
Y así como no podemos ir contra la ley de gravedad, tampoco podemos lograr crecer sin inversión. Se define usualmente “inversión” como el gasto destinado a incrementar o mantener un cierto stock de capital o activo fijo reproducible (maquinarias, herramientas y demás bienes durables) utilizados en el proceso productivo.
En el concepto de inversión se incluye también la que se hace en construcciones e infraestructura y las variaciones de inventarios. La definición de inversión directa (extranjera o doméstica) debe diferenciarse de la llamada “inversión financiera” o de cartera, que comprende las transacciones en títulos de participación de capital y títulos de deuda.
Es claro que la dimensión financiera tiene tiempos completamente diferentes a la inversión directa. Uno compra títulos o acciones en fracciones de segundos, y los vende con la misma velocidad a través de los agentes de bolsa. No pasa lo mismo con la construcción de una siderúrgica, una fábrica de productos lácteos, o un laboratorio de bioingeniería.
La inversión sostenida por encima de un porcentaje del PBI permite aumentar el stock de capital, siendo uno de los factores determinantes en el proceso de crecimiento económico.
En la Argentina, el porcentaje de Inversión sobre PBI de 2018 fue apenas del 14,4%, menor al necesario para reponer lo que se amortiza. La inversión tiene su contraparte de financiamiento en el ahorro. Si no hay suficiente ahorro interno, hay que apelar al externo que implica ingreso de divisas, instrumentado a través de préstamos o emisión de títulos.
Así como una película tiene un backstage, la concreción de un proyecto de inversión real también. No es instantáneo, no tiene lugar en un día. No es para impacientes. El crecimiento del stock de capital en una economía depende no sólo del costo de oportunidad del capital (tasa de interés), sino también de las expectativas que poseen los agentes económicos sobre el futuro. Para eso necesita proyectar ingresos y gastos, para lo cual requiere de correcta información acerca de precios, impuestos, legislaciones diversas, etc.
El crecimiento del stock de capital en una economía depende no sólo del costo de oportunidad del capital (tasa de interés), sino también de las expectativas que poseen los agentes económicos sobre el futuro
Es imposible invertir si no se tiene un horizonte previsible. La seguridad jurídica es fundamental tanto para inversores extranjeros como locales.
Dado que la decisión de invertir se toma en un marco de incertidumbre y riesgo, es natural que estos dos factores tengan un rol decisivo a la hora de evaluar un proyecto de inversión. Es por esto mismo que la inversión es muy sensible a los cambios en las condiciones macroeconómicas tanto locales como internacionales.
Para la mayoría de los países se verifica que la inversión es uno de los componentes más volátiles del PBI, contrayéndose por encima de éste último en las recesiones y aumentando por encima de éste en las expansiones. La inversión desplaza hacia la derecha la curva de oferta de bienes y servicios, permitiendo contrarrestar las presiones inflacionarias generadas por el movimiento (también hacia la derecha) de la curva de demanda, resultado de políticas expansivas.
El crecimiento no es sostenible si solo se asienta en el consumo. El rol de la inversión es fundamental tanto en la sustentabilidad de la tasa de crecimiento como en la dinámica de los precios. El ignorar la importancia de la inversión, y no tener en cuenta que responde a decisiones racionales basadas en análisis rigurosos condena a una sociedad a la pobreza.
Para terminar, si bien la producción de granos, carnes, caramelos, maquinaria agrícola, textiles, autos, etc. permite que industrias tradicionales den empleo a muchos trabajadores, la reciente ley de Economía de Conocimiento (aprobada por unanimidad) abre una enorme oportunidad de cara al futuro.
La inversión en I+D (vemos en el cuadro anterior que aquí es muy poco significativa) tiene la capacidad de generar para el país ventajas competitivas dinámicas, exportaciones de alta intensidad tecnológica, empleos de calidad, y mejores niveles de vida.
Además, hace que la inversión pública en físicos, químicos, biólogos, matemáticos, o artistas no se pierda cuando, carentes de oportunidades locales, buscan su destino en el exterior. Lo bueno es que no tenemos que empezar de cero.
En el campo científico existen instituciones como el Instituto Balseiro, el INTA, el INTI, Conycet, la Fundación Sadosky, INECO, la Fundación Argentina de Nanotecnología y muchas otras que trabajan incansablemente y desde hace años desplazando las fronteras del conocimiento.
Si realmente nos importa mejorar la vida de más de la tercera parte de la población que vive en la pobreza, 4 ocupémonos de la calidad de la educación y de la educabilidad de los chicos, de la empleabilidad de los jóvenes
Muchas empresas privadas argentinas también han incursionado exitosamente en este mundo de los intangibles. Software, ecommerce, bio y nanotecnología, sustentabilidad. Pero también diseño, contenidos audiovisuales, música, y arte. A las puertas de una nueva década, esperemos que, sin divisiones y en paz, demos un paso hacia el futuro.
No podemos hacer absolutamente nada para modificar el pasado, pero sí para construir el porvenir. Si realmente nos importa mejorar la vida de más de la tercera parte de la población que vive en la pobreza, 4 ocupémonos de la calidad de la educación y de la educabilidad de los chicos, de la empleabilidad de los jóvenes, y sentemos las bases para promover la inversión poniendo particular énfasis en aquellos sectores intensivos en conocimiento, que son claves para el desarrollo de las naciones.
La autora es Decana de la facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Católica Argentina