América Latina en llamas: los desafíos del nuevo gobierno frente al descontento ciudadano

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El presidente electo Alberto Fernández (REUTERS/Mariana Greif)
El presidente electo Alberto Fernández (REUTERS/Mariana Greif)

En un contexto latinoamericano caracterizado por la inestabilidad, el conflicto social y sobre todo el profundo descontento ciudadano con los gobiernos –y sus políticas-, la Argentina está a menos de diez días de celebrar un histórico traspaso de mando entre dos presidentes constitucionales elegidos en elecciones libres, transparentes y con altos niveles de participación. Que los argentinos hayan podido dirimir los descontentos, desilusiones y críticas con los gobiernos nacionales, provinciales y municipales en las urnas es sin duda un hecho que merece destacarse, pero que a su vez engrandece el desafío que los latinoamericanos están demandando a sus dirigentes: gobernar bien.

En la última edición del tradicional informe Latinobarómetro –una encuesta realizada en 17 países con un total de 430.138 entrevistas- los latinoamericanos dejaron algo en claro: la discusión no es sobre la democracia sino en la democracia. En otras palabras, no es el régimen democrático en sí mismo, sino el resultado de las gestiones de los gobiernos el gran factor que incide en la percepción que los ciudadanos tienen sobre los políticos, las instituciones y el mismo funcionamiento del sistema democrático.

Latinoamérica en llamas

Latinoamérica está atravesando momentos convulsionados, tanto en términos políticos, sociales como económicos. De norte a sur, de este a oeste, se multiplican movilizaciones ciudadanas, las revueltas y los estallidos sociales que ponen en jaque a gobiernos de las más variadas pertenencias ideológicas.

Más allá de que no hay un reclamo común, el trasfondo es el mismo: la frustración y el descontento ciudadano ante gobiernos que no saben, no pueden o no quieren dar respuestas a las demandas y expectativas ciudadanas.

Países que hasta hace muy poco eran presentados como paradigmas de la estabilidad y el crecimiento, como Chile, Perú y Bolivia, terminan el 2019 con serios enfrentamientos locales y un panorama incierto a partir de hechos como la suba en las tarifas del transporte, la disolución del Congreso Nacional y un golpe de Estado.

En Colombia, el gobierno de Iván Duque enfrenta un ciclo de huelgas cuyo desenlace es aun imprevisible contra la reforma previsional y en reclamo de mejoras en la educación y el cumplimiento efectivo del proceso de paz. En Ecuador, el presidente Moreno acabó por dar marcha atrás con la eliminación de los subsidios al combustible después de que las movilizaciones paralizaran completamente el país en octubre pasado.

Si algo quedó claro en los últimos meses es que ningún gobierno puede tomar medidas sin esperar reacciones. Escuchar es una rara capacidad por estos tiempos en los gobiernos de Latinoamérica, pero ciertamente es un atributo imprescindible. No alcanza con proyectar una imagen de liderazgo capaz de “gustar” a los electores, o ni siquiera “ganar” elecciones. El desafío de quienes resulten electos es “gobernar”. La inestabilidad en la región sigue dando cuenta de que el descontento y la insatisfacción ciudadana hacia sus gobiernos cala profundo, y una aparentemente simple decisión -como el aumento del 4% en el transporte en Chile- se convierte en la “chispa que enciende la pradera” y desnuda un malestar que es en realidad mucho más profundo.

El descontento de los latinoamericanos

Los latinoamericanos siguen prefiriendo la democracia. Quizás no se trate de una mayoría abrumadora, pero según lo que viene relevando Latinobarómetro desde 1995 hasta la fecha, el nivel de apoyo se mantienen en el orden del 50%. Sin embargo, el dato alarmante es que desde 2010 la tendencia es a la baja. Es decir, cada vez menos ciudadanos dicen preferir la democracia a otra forma de gobierno: mientras en 2010 esta cifra alcanzaba el 61%, en 2015 se redujo a 56% hasta finalmente llegar a 48% en 2018.

No es raro de esperar que en este mismo período comprendido entre 2010 y 2018, la insatisfacción de los latinoamericanos respecto al funcionamiento de la democracia se profundizara. Actualmente 7 de cada 10 ciudadanos esgrimen que no se sienten satisfechos con los resultados de la democracia, que algo va mal. Cuando estudiamos las principales causas, ninguna es exógena: los electores perciben que los gobiernos priorizan a las élites y a los sectores privilegiados, que la pobreza y la desigualdad se mantienen incólumes, que los bienes y servicios públicos como la salud y la educación no han mejorado, entre otros reclamos. En definitiva, que la democracia se ha convertido más -parafraseando a José Nun- en el gobierno de los políticos que en el gobierno del pueblo.

No nos debería sorprender que ante este panorama la confianza que los ciudadanos tienen en los gobiernos no logre superar el 22%, o por los Congresos y el Poder Judicial el 21% y 24% respectivamente. Incluso que los partidos políticos, una de las instituciones mas relevantes en un sistema representativo, apenas alcance niveles de confianza del 13%.

Argentina: el descontento en las urnas

Finalizando los cuatro años de mandato del presidente Mauricio Macri, los argentinos parecen haber manifestado su frustración frente a las expectativas generadas o su descontento ante las políticas de ajuste y los descalabros macroeconómicos a través del voto. Lejos del panorama efervescente que caracteriza a otros países de la región, Argentina dirimió el cambio de época –por lo menos en términos de los proyectos políticos gobernantes- votando y esperando con renovadas expectativas, aunque también con una lógica ansiedad el traspaso de mando que tendrá lugar el 10 de diciembre.

Sin embargo, los desafíos que le esperan a Alberto Fernández una vez sentado en el Sillón de Rivadavia no son pocos. A la golpeada economía heredada y sus síntomas como la inflación, el empleo, el tipo de cambio, la inflación o la deuda, el nuevo gobierno deberá hacer frente a problemas tan estructurales como amenazantes. Entre ellos la pobreza, que al igual que hace 25 años, no logra bajar del 30%.

Observando al resto de países, está claro que no son tiempos ni de ajustes ni de espera. Que hay que saber escuchar. Que los ciudadanos votaron a un gobierno que más que prometer se dedique a hacer, pero particularmente que mejore la calidad de vida cotidiana. Una tarea titánica que, sin duda, demandará de los mayores esfuerzos del Presidente y el elenco gobernante desde el primer día de mandato.

*Sociólogo, consultor político y autor de “Comunicar lo local” (Parmenia, 2019)

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