Agendas que interfieren con el bienestar

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Casa Rosada (iStock)
Casa Rosada (iStock)

Resulta en verdad llamativo que personas que se consideran independientes y con un coeficiente intelectual aceptable se dejen manipular y llevar de las narices por quienes los embarcan en temas que en definitiva son irrelevantes. Tal vez si no les impusieran las agendas sobre los asuntos a tratar, ellos seleccionarían otros temarios, pero aparentemente no pueden zafar de lo que se comenta y quedan entrampados en lo que otros dicen.

Este es el caso típico de las ofertas electorales: a medida que se acercan las fechas de los comicios o de un cambio de gobierno, las discusiones se limitan a quién es el menos malo o si se votará entre el abismo y lo inoperante, entre las medias tintas o el despeñadero. Se consume así parte importante de la vida y se hace abandono de lo crucial, cual es el fundamento mismo de la sociedad abierta. Se dejan de lado esfuerzos tendientes a mostrar ideas de fondo que precisamente permitirán un mejor futuro. Es la tiranía de un temario suicida. Como he escrito antes, se procede como el perro histérico que en círculos pretende morderse la cola.

Se argumenta que no hay tiempo para imaginar otros horizontes y, paradójicamente, se consumen largos tramos de la cuarta dimensión con nimiedades en comparación con proyectos que permitirían abandonar los incendios cotidianos.

Los torrentes salivares y los mares de tinta que absorben los temas comiciales y sobre candidatos electos o los que se conjeturan serán electos en el futuro no dejan resquicio para resolver los problemas a través del estudio y la difusión de valores y principios que permitirán salir del atolladero.

Todo este cuadro de situación parece montado deliberadamente para bloquear soluciones de fondo al machacar en intercambios interminables sobre lo superficial. Es que resulta más cómodo declamar sobre candidatos a ocupar cargos electivos en lugar del trabajo que demanda el escudriñar sobre los fundamentos de la libertad y las consecuencias nefastas de los atropellos a los derechos por parte de los aparatos estatales.

Algo parecido sucede con ciertos personajes que se consideran intelectuales pero que la juegan de políticos proponiendo medidas que reconocen que no apuntan ni remotamente a lo más conveniente, pero que las sugieren porque son “políticamente correctas” con lo que abdican de su rol intelectual y en la práctica se venden al mejor postor. También ocurre con los que se ciegan con la coyuntura sin percatarse de que solo tomado distancia y debatiendo temas de raíz será posible modificar el día a día. El discurso de los políticos se vería en la necesidad de modificarse si la opinión pública reclamara otra agenda.

En este sentido, la cuestión clave es comprender que las ideas que flotan en el ambiente en última instancia se mueven por los conceptos compartidos al momento y que esas ideas nacen primero de cenáculos intelectuales que se van esparciendo como los círculos concéntricos en un estanque cuando se arroja una piedra. Se desplazan hacia los lados en donde se van tocando áreas cada vez más amplias. Las ideas no vienen del aire, son fruto de trabajos previos.

Pero si en lugar de ocuparnos de temas de fondo nos circunscribimos a pontificar sobre coyunturas, habremos perdido lastimosamente el tiempo y siempre estaremos empantanados en ocurrencias circunstanciales.

Repetir como loros lo que ya está en los diarios y en los noticieros no tiene gracia. Es como detenerse en consideraciones meteorológicas frente a un enfermo grave de la familia que requiere nuestra atención. Desde luego que las noticias son importantes y quienes las proporcionan brindan un servicio muy apreciado y necesario, pero quedarse anclado en ellas resulta fatal. Por ello es que los medios dividen sus reportes entre noticias y opinión, pero si en lugar de explorar avenidas fértiles las opiniones se circunscriben a las noticias no saldremos del atolladero.

Es hasta tragicómico observar la rapidez con la que las personas suelen engancharse en acaloradas discusiones sobre como se mueven políticos en funciones, candidatos y otros temas coyunturales mientras el país se derrumba.

En otras oportunidades me he detenido por separado y en detalle en ejemplos de ideas que podrían debatirse. Esta vez solo menciono algunas propuestas al correr de la pluma a título recordatorio: la eliminación de todas las embajadas en vista de los modernos canales de comunicación, cambio del nefasto y mal llamado sistema de seguridad social en realidad de inseguridad antisocial, liquidación de la banca central y el curso forzoso para que la gente pueda elegir el activo dinerario de su preferencia, el establecimiento de un genuino federalismo donde las provincias coparticipen al gobierno central exclusivamente para la justicia federal, relaciones exteriores y defensa, eliminación de los ministerios de educación y cultura como opuestos a sistemas abiertos y competitivos en busca de excelencia, prohibición de deuda externa gubernamental al efecto de no comprometer futuros patrimonios de quienes no han participado en el proceso electoral que eligió al gobernante que contrajo la deuda, reestructuración de la maraña impositiva para establecer solo gravámenes indirectos, proporcionales y mínimos para atender los requerimientos del republicanismo, eliminación de aranceles que siempre empobrecen al incrementar el gasto por unidad de producto, permitir negociaciones libres en el mundo del trabajo en el contexto de la eliminación de retenciones al fruto del trabajo ajeno y la introducción de vallas adicionales a los aparatos estatales en los tres poderes en base a lo sugerido por pensadores consubstanciados con la tradición liberal.

Por supuesto que para los distraídos estas propuestas de debate suenan como un balde de agua fría si han centrado las energías solo en descifrar embrollos coyunturales y comiciales sin haber prestado atención a los temas de fondo. Y no es que necesariamente deban adoptarse las sugerencias telegráficamente mencionadas en esta nota periodística, sino que se trata de salir del letargo y trabajar las neuronas para eventualmente proponer otros caminos y así abandonar el pantano. Pero, nuevamente, si nos limitamos a consideraciones más o menos irrelevantes no habremos avanzado nada hacia lo que es en realidad la meta de toda persona de bien: el mayor progreso moral y material para cada una de las personas, especialmente para los más necesitados.

A los efectos de estimular debates y para la vida misma del sistema republicano es indispensable contar con plena libertad de prensa sin cortapisas de ninguna naturaleza, para lo cual debería agregarse a las propuestas consignadas más arriba la asignación de derechos de propiedad al espectro electromagnético al efecto de evitar la figura de la concesión que remite al aparato estatal como el concesionario, lo cual constituye una espada de Damocles, la eliminación de toda restricción al papel, y la liquidación de la agencia oficial de noticias que, entre otros peligros, distribuye pautas publicitarias entre los medios según criterios del poder de turno.

En todas las reuniones a las que asisto últimamente cuando comienzan los comentarios sobre vericuetos de la política vernácula propongo que dejemos de lado lo ya sabido para alejarnos de la calesita reiterativa y tediosa y más bien pasemos a otro asunto clave: nos preguntemos qué hace cada uno diariamente para despejar ideas y derribar telarañas mentales y por tanto para cambiar el rumbo que en el caso argentino nos aplasta hace siete décadas.

El autor es Doctor en Economía y también Doctor en Ciencias de Dirección, preside la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires y miembro de la Academia Nacional de Ciencias Económicas.

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