El BRI, una opción de política exterior

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Xi Jinping, presidente de China
Xi Jinping, presidente de China desde 2013 hasta la fecha (Foto: Aris Messinis/Reuters)

El crecimiento de la industria en Asia y en especial en China en los últimos 30 años no sólo afectó a los Estados Unidos y Europa sino también a América Latina. Las multinacionales se trasladaron para aprovechar las ventajas ofrecidas por la primera generación Corea del Sur, Hong-Kong, Taiwán y Singapur seguidos por la segunda Malasia, Indonesia y Tailandia. China consolidó su presencia cuando Estados Unidos le concedió el trato de NMF y aprobó su ingreso a la OMC en diciembre de 2001 luego de 15 años de negociaciones.

Las multinacionales encontraron en Asia condiciones de costo favorables en las Zonas Económicas Especiales convirtiéndolas en plataformas para exportar a los Estados Unidos y Europa y en menor medida al resto. La relocalización disminuyó la participación del PB Industrial y en contrapartida aumentó el de Servicios en el total. El PB industrial de Estados Unidos pasó del 24% en 1995 al 18%; Alemania del 30 al 27%; Francia del 22 al 16% e Italia del 26 al 21%. La proyección de estas cifras fue considerada positiva entonces porque implicaba la traslación de empleos industriales y mano de obra intensiva hacia el sector servicios con salarios más altos.

El crecimiento económico en Asia implicó también la incorporación del 50% de la población mundial a la economía globalizada y una disminución de los niveles de pobreza. La mayor interrelación de las economías posibilitó la creación de cadenas de valor, el surgimiento de empresas locales, mayor productividad y nuevas pautas de consumo que impulsaron la economía mundial. La producción asiática basada en las multinacionales y en nuevas empresas nacionales afectó la producción en los países en desarrollo semi-industrializados que encontraron dificultades para competir por la falta de una estructura integrada. El PB industrial en Brasil pasó del 24 al 18% y en Argentina del 26 al 21%. México constituyó la excepción por formar parte del NAFTA: el PB industrial cayó sólo 1% desde 1995 hasta la fecha. Los países de ALADI importaron desde China 9785 millones en el 2001; en 2018 esa cifra alcanzó a 189.134 millones que representó el 19% del total.

Las inversiones de las multinacionales en Asia promovieron la producción destinada a los mercados externos. Esto facilitó el mantenimiento de saldos favorables en la balanza comercial para compensar las importaciones de partes y de bienes de capital para la transformación de su estructura productiva. Las inversiones en América Latina favorecieron la explotación de los recursos naturales o la producción destinada al mercado interno o regional. No encontraron condiciones competitivas, con la excepción de México, para exportar hacia los países desarrollados como ocurrió en la región asiática. Los países de América Latina por su nivel de desarrollo en comparación a los asiáticos en los años noventa no brindaron las mismas ventajas y tampoco desarrollaron programas de inserción internacional. Las inversiones de China en la región siguen la misma pauta concentrándose en recursos naturales y comercialización de commodities.

Las inversiones extranjeras en América Latina en el período 2008-12 fueron en promedio anual de 166.000 y en los países en desarrollo de Asia 386.000 millones. En 2018, según datos de CEPAL, América Latina recibió 184.000, concentradas en Brasil y México, y las economías de Asia 512.000 millones, tres veces más. China recibió 138.000 millones, 3,7% más que en 2017.

Los acuerdos firmados entre la Argentina y China en 2014 preveían estudios para generar corrientes exportadoras, pero las dificultades económicas y los cambios de gobierno diluyeron los compromisos. El próximo gobierno tendrá que decidir la incorporación al BRI que constituye una prioridad del presidente Xi Jinping para profundizar las relaciones con los países en desarrollo bajo el slogan “win-win situation”. Brasil a pesar de ser miembro del BRICS rehúso incorporarse al BRI para no desafiar a los Estados Unidos que lo considera una trampa de endeudamiento. El BRI representaría una opción para obras de infraestructura y no alteraría el tono crispante que el presidente electo ya eligió para las relaciones con la potencia hegemónica.

El autor es Licenciado en Economía Política (UBA), Master in Economics (University of Boston) y fue embajador argentino en Tailandia. Es Miembro Consultor del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI)

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