La noche que va del 9 al 10 de noviembre conmemoramos la Kristallnacht recordando las fatídicas horas en las que, en 1938, las hordas nazis salieron formal y organizadamente a matar judíos en Alemania y Austria recibiendo órdenes de quien terminó siendo la mismísima encarnación del mal, Adolf Hitler.
Nada fue casual por ese entonces. Alemania y Austria fueron los territorios primigenios que legalizaron los asesinatos de judíos y sus deportaciones hacia los campos de concentración, la quema de sinagogas y la destrucción de sus negocios.
Se llamó “la Noche de los Cristales Rotos” ya que estos grupos paramilitares organizados destruían las vidrieras de los negocios de los judíos como emblema salvaje de quienes marcan territorio y dejan la huella del terror a su paso como una huella indeleble.
Si bien esta noche, hace 81 años comenzaba formalmente la Shoá, el holocausto judío, las naciones democráticas del mundo en defensa de lo que estaba ocurriendo tardarían varios años más en involucrarse formal y activamente en la lucha contra el nazismo que simboliza la suma del horror industrializado.
De hecho, nuestro país recién abandonó la neutralidad ante el nazismo el 26 de enero de 1944, apenas 3 meses y medio antes de que este capitule, y más de 5 años después de la Kristallnacht. Nada de que enorgullecernos al respecto.
Más allá de conmemorar esta noche, la Kristallnacht como el inicio formal de la Shoá, considero que tenemos la obligación de comprender que la misma empezó mucho tiempo antes. Su inicio, indefinido, tiene sus comienzos cuando todos los actores de la sociedad hicieron silencio ante cada uno de los avasallamientos de las libertades individuales y colectivas que fueron ocurriendo en aquella Europa y que permitieron que lo pequeño se transformara en grande, lo absurdo en normal, lo monstruoso en natural y lo regional en mundial.
Por eso, el mejor homenaje que podemos hacerle a tantos que murieron para que nosotros hoy podamos expresarnos libremente es no callar ante ningún hecho que cercene y avasalle cualquier tipo de libertades allí donde estén ocurriendo. Que el crujir de esos cristales de entonces sea el sonido que nos recuerde que levantar la voz ante las injusticias siempre es un acto de nobleza.
El autor es diputado nacional por la provincia de Buenos Aires (Cambiemos)