Política, fake news y algo de historia

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(Foto: Shutterstock)
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La discusión en la política y en los medios acerca de las fake news (noticias falsas) esta en el centro de todas las polémicas. En el plano internacional podemos ver que Mark Zuckerberg debe ir muy a menudo al congreso de los Estados Unidos a dar explicaciones acerca de la difusión de noticias falsas en Facebook mientras que en la Argentina hay una permanente discusión sobre montajes, trolls pagados por la política y hasta delirantes listas que aparecen en las redes donde se pretenden descubrir mecanismos a partir del “análisis” de cuentas de Twitter. Estos llamados mecanismos van desde una lista de presuntos trolls macristas recientemente publicada hasta un informe desopilante que hizo la filial argentina de Amnistía Internacional, que pretende descubrir una conspiración en la red. La confusión es general y no se salva nadie. Hace unos días Alberto Fernández acusó a Marcos Peña de instalar noticias falsas sobre su salud y, por otro lado, Marcelo Longobardi dijo que los trolls atentan contra la libertad de expresión.

Cuando hace un tiempo se instaló la idea de que a Santiago Maldonado lo había asesinado la Gendarmería vimos un caso de noticia falsa en su esplendor: actos, vigilias, gente emocionada, afiches, artistas populares “sensibles” pidiendo justicia, etcétera. Estas son todas las características que hacen que, desde hace muchísimos años, un tema se instale como algo que no es. Cuando se supo, de manera inapelable, que el joven se había ahogado cruzando un río sin saber nadar no hubo manera de cambiar el pensamiento de mucha gente. En cualquier caso, la muerte de un joven por accidente es siempre de lamentar, pero para la mayoría de los que se habían manifestado previamente fue imposible cambiar el libreto. Ese caso muestra la metodología clara de cómo se ha manipulado la historia con distintos fines. Es decir, se apela a la emoción frente a la razón. Los estudios científicos y el dictamen de muchos peritos no tendrán potencia frente a una proclama revolucionaria o frente a una canción emotiva y mediocre de algún cantautor de los que abundan que hará emocionar a los que, a partir de ahí, despreciarán a los que se sometan a los dictámenes judiciales que surgen de los estudios científicos.

¿Es este un tema nuevo producto de las redes sociales? Claramente, no.

Acaba de aparecer la última y extraordinaria novela de Mario Vargas Llosa (Tiempos recios) que narra la historia del ex Presidente de Guatemala, Jacobo Arbenz, derrocado bajo la acusación de querer introducir el comunismo en ese país (como base para expandirlo en Latinoamérica) en la década del 50 en plena guerra fría. Arbenz no era comunista. Como señala Vargas Llosa, Arbenz manifestaba que su objetivo era crear una verdadera democracia capitalista y su modelo eran los Estados Unidos. No contaré el libro, pero diré que el puntapié inicial fue una fake news impecablemente desarrollada por Edward Bernays.

Estimulado por la lectura de Tiempos recios, miré un documental llamado Propaganda, dirigido por Jimmy Leipold y con el mismo nombre de un libro de 1928 que escribió Bernays. El documental es muy rico en testimonios y material de archivo y el relacionista público, como a él le gustaba denominarse en contraposición al término “publicista”, aparece en varias conferencias y entrevistas. Bernays trabajaba por aquel entonces para la United Fruit Company, que no veía con buenos ojos la modernización de Guatemala, país donde tenía una de sus bases de provisión de frutas hacia los EEUU. Guatemala en ese momento tenía el 70 por ciento de población indígena que trabajaba en las condiciones que la empresa imponía: cualquier intento de modernización del país los encontraba en la vereda de enfrente. Como empleado, Bernays desarrolla el plan de convencer a los medios de EE.UU. del “peligro comunista”. Hace su labor desde la prensa (no había redes sociales como ahora). Sin embargo, no lo hace desde la prensa “conservadora” sino desde la “progresista”, a fin de sumar mayor credibilidad. Realiza un trabajo de relaciones públicas con y entre periodistas importantes que, sin tomar los recaudos suficientes, publican historias de demonización guionadas por Bernays. Esos eran los argumentos que la CIA y algunos países vecinos necesitaban para la conspiración.

Bernays había integrado la comisión Crell durante la presidencia de Woodrow Wilson. Este presidente había hecho campaña (en 1916) diciendo que EE.UU. no entraría en guerra contra Alemania. Cuando gana la presidencia, Wilson cambia de opinión y EE.UU. le declara la guerra a Alemania en 1917. Para convencer a los norteamericanos que no querían saber nada con la guerra, forma dicha comisión conformada por profesionales de la comunicación. Los integrantes empiezan una campaña de demonización de los “hunos germánicos” repetida hasta el hartazgo, usan el cine (clave en ese momento) y a actores famosos, que se suman con su popularidad. El pueblo que había votado contra la guerra se convierte en guerrero. De nuevo, no había redes sociales.

Edward Bernays era, además, sobrino de Freud y decía estar influenciado por él. Cuando le preguntan acerca de su parentesco responde que “la psicología es una buena herramienta” y “la gente cree que se mueve por su racionalidad, pero se guían en realidad por el inconsciente o el subconsciente”.

Hay un tema, por demás llamativo, que el mismo Bernays relata en una entrevista del documental. Se encontraba trabajando para la American Tobacco Company que quería aumentar sus ventas. En 1919 y 1920 las feministas sufragistas luchaban por el voto femenino. Bernays le propone a un grupo de ellas un gran golpe de efecto para la lucha por la liberación femenina: fotografía a algunas de ellas fumando. Bernays divulga las fotos y, al poco tiempo, se organiza una marcha en la 5ta Avenida de Nueva York con mujeres fumando. Llaman a los cigarrillos “antorchas de la libertad”. Sin mucho más, al siguiente día aparece en la portada del New York Times la gran noticia: feministas marchando con un símbolo de libertad (el cigarrillo). En pocos días se habilitan lugares para fumar en sitios públicos para mujeres (donde sólo existían para hombres). En la entrevista Bernays se jacta y dice: “con un sólo hecho lo logré”. Aumentó la venta de cigarrillos.

Las redes sociales sólo dieron amplificación a metodologías que existen desde hace mucho. Vale aclarar que también existen como mecanismo de defensa y aclaración de ciertos temas. Además, en lugares autoritarios pueden ser una gran herramienta para la libertad. Pero son sólo eso, herramientas.

El pensamiento racional frente al pensamiento mágico, el estudio de los hechos frente a las mentiras emotivas y épicas, la libertad intelectual frente a los que quieren manipularla, enfrentarse a la tiranía de lo “políticamente correcto” o de cualquier forma que nos quiera convertir en tribu para uniformarnos: esas son, verdaderamente, las mejores defensas que pueden existir frente a los que quieren imponernos cosas por la fuerza o con mentiras. Es precisamente la búsqueda incansable de la verdad la que nos hará libres.

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