Un periodista generoso, querido y de grandes gestos

Un adjetivo se repite en las despedidas a Zloto. Se dice de él que fue “generoso”. Y lo fue. Pero además era un buen tipo, un buen amigo, un ser íntegro. Respetado y valorado en el periodismo, lo que no es poco, como en espacios de poder o en las villas. Le puso el cuerpo a todas sus convicciones hasta el final e incluso días atrás participó de un encuentro del movimiento villero La Poderosa. “Gracias por hablar cuando era incómodo y por pisar el barrio cuando se apagaban las cámaras Hasta siempre, Marce”, lo despidieron cariñosamente los integrantes de ese colectivo que edita la revista La Garganta Poderosa.

Quienes compartieron estos últimos tiempos con Zlotogwiazda, el de apellido difícil, admiraron su tesón. Siguió con la radio, a pesar de algunas faltas, con la televisión y con sus columnas para Infobae. En pleno tratamiento hasta asistió a los cursos cuando cambiamos de sistema. Seguía apostando al futuro.

En una profesión cargada de egocentrismo la estrella era la noticia y no él. Chequeba, buscaba, analizaba, comparaba la información. Preparaba puntillosamente las entrevistas Y se pasaba horas leyendo cuando tenía un invitado en el piso en radio o en televisión. Respetaba mucho al otro, aún más si pensaba distinto. No competía con el entrevistado y tampoco con sus compañeros de trabajo. Daba lugar a todos, escuchaba, enseñaba, compartía y por supuesto no se guardaba las críticas que podían ser duras pero no despiadadas.

Le irritaban los fanatismos y tal vez por eso siempre fue más prudente que arriesgado. Su calma molestaba a los fundamentalistas pero no a él que defendía su sello personal con el que marcaba un ritmo que hacía que se detuviera el tiempo y se disfrutara compartirlo con él. Al aire sonaba tranquilo, pocas veces mostraba enojo o molestia y evitaba las peleas, excepto las discusiones argumentales. Quizás debería haberse enojado más seguido.

En tantos años de profesión muchos colegas tienen grandes anécdotas con él. Su equipo de radio de La vuelta de Zloto, productores y columnistas, le hizo el aguante el día en que debutó en C5N. Cuando terminó su primer programa los encontró a todos en la puerta con una petaquita con wiskhy, esperando para celebrar con él. Le gustaba el wisky y podía tomar incluso de baja calidad. También le gustaba el vino y el mate para compartir en vivo.

(@zlotomarcelo)

Hacía mucho que en sus viajes lo primero que ponía en la valija era un par de zapatillas para salir a correr. Con las maratones, el básquet fue otra pasión al punto de hacer coincidir sus vacaciones con partidos de la NBA. Con entusiasmo argentino siguió el último mundial. Era de Almagro y de Boca. Periodista, economista y un tuitero tardío. Resistió mucho tiempo a la red del pajarito y hasta hubo quien se hizo pasar por él. Dos años atrás dejó de resistir y sus columnas y comentarios quedaron fijados en la red.

Aunque por momentos parecía distante o guardarse sentimientos para sí, Zloto sabía agradecer, abrazar y apreciar lo que hacían sus compañeros de trabajo. Cinco años atrás le dije que me gustaría trabajar con él. Sin pensarlo me dijo que a él también y me sumó a La vuelta de Zloto. Fue una visagra en mi vida y le agradezco que me haya dejado ser. Hasta me permitió algunas 'locuras’. Por ejemplo el viernes anterior a la elección presidencial del 2015 le llevé una sorpresa para saltar el cepo de la veda: cociné y preparé una degustación de los postres favoritos de los candidatos; entre ellos el brownie de Mauricio Macri, la pasta frola de Daniel Scioli, queso y dulce como le gusta a Sergio Massa y cheescake para Margarita Stolbizer. Aunque entre lo dulce y lo salado siempre prefería comer un sanguchito abrió grandes los ojos, le sacó foto a la mesa y llamó a Estela, su mujer, para contarle que haríamos una columna con esas cosas ricas. Estaba entusiasmado y contagió entuasiasmo. A mí me subió la autoestima y me liberó de muchos prejuicios y autocensuras. Podría decirse que me liberó profesionalmente hablando.

Seguramente en la vida tuvo tantas penas como alegrías. Lo vimos aguantar en Radio del Plata más de lo posible a pesar de que le debían muchos meses de sueldo. Intentó mantener el programa y al equipo y nos sorprendió un día anunciando su salida. Le dolió. Y se notó. Yo creo que hasta se apagó un poco, al menos por un tiempo y luego avanzó con entusiasmo y nuevos sueños.

Siempre fue visible su coherencia. Días atrás decía en su programa El horno está para bollos, en Radio con Vos, que era injusta la prisión preventiva sufrida por Gerardo Ferreyra hasta que no tuviera condena. Lo dijo a pesar de tener un juicio pendiente con el empresario que era dueño de Radio del Plata. Zloto decía de sí mismo que prefería ser ecuánime y no equilibrado porque no es lo mismo ser justo y recto que pesar de la misma manera dos cosas distintas.

Zloto fue un gran periodista del que muchos deberían aprender y contagiarse sus buenos usos y costumbres. Le molestaba el mal periodismo o las prácticas desleales. Era además un gran anfitrión y muy buen asador según dicen. Le gustaba ir al teatro e impuso al aire la lectura de cuentos breves. Los oyentes le respondieron con decenas de libros de regalo que le dejaban en la recepción de la radio, tantos que tuvo que poner en su casa una nueva biblioteca para acomodarlos. Leía al aire incluso autores ignotos. Y aunque lo entusiasmaban las historias breves, devoraba libros de 700 páginas y sufría cuando terminaba porque quería seguir leyendo.

Por él muchos llegamos a Hennning Mankell. A él le gustaban sus policiales especialmente.

Pero le debemos mucho más que eso. Primero, la coherencia y el ejemplo. Su sonrisa. El abrazo. Su generosa ayuda y su aliento.

Nos conocimos cuando tenía que editar sus columnas para El Cronista. Enviaba su nota, chequeaba que todo estuviera perfecto, y preguntaba qué opinábamos del texto. Aceptaba comentarios y sugerencias. Y en un mundo de apuros él se tomaba el tiempo necesario para cada cosa, también para charlar sobre su texto.

Nos reencontramos en Infobae. “Vamos a la radio”, me dijo después del brindis de fin del año pasado y caminamos juntos desde la redacción hasta el estudio que habíamos compartido. Pasó a saludar a sus ex compañeros de trabajo. También ese día sentí por un momento que su risa se volvía pena.

Muchos le debemos que la gente nos asocie con su hombría de bien por el espacio que nos dio en La vuelta de Zloto como otros le deberán haberlo conocido en otros lugares o en otras épocas. Nunca pudimos salirnos o desactivar el grupo que compartíamos que llevaba el nombre de “La vuelta”. Tampoco él dejó el grupo y por un tiempo siguió escribiendo. Hoy el grupo se reactivó, para compartir la tristeza.

Probablemente muchos le agradezcan también la generosidad de quedarse un tiempo más de lo que podía aguantar y que se haya ido unos días después de su cumpleaños. Nos dio la oportunidad de saludarlo por sus 61 años y despedirnos de él con un “te quiero”.

Marcelo dejó un pedido. Que no se envíen flores a su velatorio. Quien lo desee puede llevar un alimento no perecedero que será entregado a La Poderosa.

Se fue con otro gran gesto.

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