A pesar de la profunda crisis con la que está concluyendo el gobierno de Mauricio Macri, la Argentina aún conserva variables socioculturales que registran resultados bastante o mucho mejores que países que tienen una situación socioeconómica más favorable.
Según se desprende del último informe sobre Progreso Social publicado esta semana por la ONG con sede en Washington Social Progress Imperative, la Argentina rankea 42 entre los 117 países relevados, tomando en cuenta unas cien variables que abarcan los ámbitos más diversos de la realidad.
Pero hay no menos de diez categorías en las que el ranking está por encima del puesto 42. Por ejemplo: se ubica en el puesto 17 en libertad religiosa; en el 28 en libertad de expresión; en el 31 en el ejercicio de libertades individuales; en el 28 en inclusión; en el 24 en aceptación de gays y lesbianas; en el 31 en acceso a la educación avanzada; en el 21 en el ránking de sus universidades; en el 25 en acceso a la educación primaria; y en el 37 en disponibilidad de medios de información independientes.
La Argentina se ubica en el puesto 17 en libertad religiosa; en el 28 en libertad de expresión; en el 31 en el ejercicio de libertades individuales; en el 28 en inclusión; en el 24 en aceptación de gays y lesbianas; en el 31 en acceso a la educación avanzada; en el 21 en el ránking de sus universidades; en el 25 en acceso a la educación primaria; y en el 37 en disponibilidad de medios de información independientes
El Social Progress Index (SPI) es una manera de medir el éxito de una sociedad. Lo definen como una medida de la real calidad de vida, independientemente de indicadores económicos como el Producto Bruto per cápita, pero diseñada para complementarlos y no para reemplazarlos.
La ONG tiene como director ejecutivo al economista inglés Michael Green, cuenta en su consejo asesor con el profesor de Harvard Michael Porter y con el peruano Hernando de Soto, y entre sus principales aportantes figuran la consultora Deloitte, Microsoft y el fondo Rockefeller.
¿Qué tienen en común esas variables que lo ponen al país cerca de la vanguardia en aspectos de la vida cotidiana? Que se trata de ámbitos de la vida que no están muy determinados por factores económicos. Ni la libertad religiosa, ni la aceptación del colectivo LGTB, ni la libertad de expresión dependen fundamentalmente de recursos materiales. Lo mismo podría decirse de la ley de matrimonio igualitario, o del avance en la discusión del aborto, o de toda la legislación sancionada contra el abuso de género y los femicidios. Son casi todos avances culturales y políticos que jerarquizan al país, pero que su aplicación no encuentra serios limitantes financieros.
La escasez de recursos monetarios
El problema para el país comienza cuando las necesidades materiales más imprescindibles y la lucha por conquistar mejores condiciones de vida se topan con las restricciones económicas y dan lugar a pujas distributivas que hasta ahora no han podido ser resueltas en un modelo medianamente consensuado.
La libertad de expresión no requiere dinero. Llenar el estómago, vivir en una casa digna y superar la línea de pobreza no se logran sin dinero. Y precisamente eso queda bien reflejado en el SPI. La Argentina rankea mal en Necesidades Humanas Básicas, ubicándose en el puesto 64, es decir 22 lugares por debajo del promedio que arroja el SPI.
La libertad de expresión no requiere dinero. Llenar el estómago, vivir en una casa digna y superar la línea de pobreza no se logran sin dinero
Las calificaciones y la ubicación en las tablas también son malas en acceso a 7 países relevados. Ninguna sorpresa en la semana en la que el Indec informó que la pobreza alcanzó en el primer semestre de este año el 35,4% de la población (unos 15 millones de personas) y que hay 7,7% de población indigente, es decir que vive en hogares con ingresos insuficientes para adquirir una canasta básica de alimentos. O sea, desnutridos. Los números serán aún peores cuando en marzo próximo se informe lo que está sucediendo en este segundo semestre.
Las calificaciones y la ubicación en las tablas también son malas en acceso al agua potable y al sistema cloacal. Lo mismo en corrupción, en mortalidad maternal, en muerte por enfermedades infecciosas, en percepción de inseguridad y en muertes por accidentes de tránsito.
Desigualdad distributiva
Los datos arrojan algunas pistas de por qué el país avanza en aspectos que no son esencialmente económicos y exhibe una muy floja performance en temas que hacen a las necesidades materiales prioritarias. La Argentina califica de manera regular en el reparto del poder entre el establishment y el resto de la sociedad, y hay bastante inequidad distributiva.
Sin llegar a arrimarse a las particularidades plutocráticas que se están imponiendo en Estados Unidos o China, por ejemplo, los 45 meses del gobierno de Macri han profundizado esa tendencia.
Justo ayer finalizó en la capital de México la Tercera Reunión de la Conferencia Regional sobre Desarrollo Social de América Latina y el Caribe convocado por la Comisión Económica para América Latina (Cepal), el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, en la que se aprobó una agenda para que, en el caso de nuestro país, por ejemplo, los avances socioculturales pueden replicarse en mayor bienestar general material.
La guía incursiona en algunas políticas concretas a las que el casi seguro futuro gobierno del Frente de Todos debería prestarle atención, y toma en cuenta ocho nudos críticos y desafíos emergentes para el desarrollo social inclusivo que fueron presentados por los especialistas de la Cepal:
1) Persistencia de la pobreza y la vulnerabilidad a la pobreza;
2) Desigualdades estructurales, injustas e ineficientes y la cultura del privilegio;
3) Brechas en el desarrollo de capacidades humanas (salud, educación, nutrición) y de acceso a los servicios básicos;
4) Déficits de trabajo decente y las incertidumbres asociadas a los cambios tecnológicos en el mundo del trabajo;
5) Acceso aún parcial y desigual a la protección social;
6) Institucionalidad social en construcción;
7) Insuficiente nivel de inversión social; y
8) Nudos emergentes como por ejemplo nuevas formas de violencia, cambio climático, migraciones, etc.
No cabe duda de que son temas que Alberto Fernández tiene que abordar con urgencia. Pero para resolver, o intentar atenuar la grave crisis de la Argentina, hay otra serie de asuntos a tratar con tanta o más urgencia: ¿cómo bajar la inflación? ¿cómo frenar la sangría de dólares y la cultura de la fuga de excedentes de divisas? ¿cómo ganar competitividad para exportar mucho más que ahora? ¿cómo negociar la deuda con el Fondo y con los bonistas privados? ¿cómo reducir o equilibrar las cuentas fiscales? ¿cómo juega ahí el sistema previsional?
La lista podría extenderse, pero muestra que la tarea que enfrentará el nuevo gobierno es titánica. En la perinola hay una cara que dice “todos ponen”. Parte de lo que se viene es cuánto pone cada uno. Y ahí sí la agenda puramente económica debería subordinarse a los criterios de igualdad y justicia social.
Seguí leyendo: