Días atrás, en la Ciudad de Buenos Aires, se realizó una conferencia titulada "Los desafíos de la batalla cultural", en la cual expusimos el secretario general del partido español Vox y diputado nacional Javier Ortega Smith y quien suscribe la presente nota.
Frente a un auditorio totalmente colmado y con gran presencia de jóvenes, los disertantes hablamos de un tema profundamente subestimado por la política en nuestro país como es el de la batalla cultural por la defensa de los valores y principios de nuestra Nación.
Durante los 12 años de kirchnerismo la cultura, los medios, la educación, se ataron fuertemente a un relato artificioso construido para justificar y ocultar el robo y la corrupción que caracterizaron a las tres presidencias de ese período. Luego los sucedió Cambiemos, que lamentablemente continuó con las políticas en DDHH, en Justicia, Educación y en Cultura. Es decir, eligió no construir una contranarrativa y continuar pasivamente con el relato kirchnerista que hace a su ficticia épica.
Por ello la conferencia y la presencia del diputado español recibieron la atención de un sector de la sociedad argentina que se encuentra huérfano de propuestas, que no adhiere ni al kirchnerismo ni al macrismo y que no cuenta con representantes que les hablen, que defiendan sus valores, que asuman con valentía el contradecir y cuestionar al discurso políticamente correcto cada vez más totalitario y único. En síntesis, tanto en Argentina como en España y otros países del mundo, porciones importantes del electorado se encuentran estigmatizadas bajo motes denigratorios, que les adosan quienes defienden conceptos y regímenes inconfesables como el de Maduro en Venezuela y militan ideas que van desde la centro izquierda a la izquierda más extremista.
En nuestro país, como en otros, hemos llegado al punto en el cual partiendo desde el centro, solo hay izquierda. Por supuesto, el kirchnerismo acusa al macrismo de ser la derecha, pero analizando las políticas de Cambiemos podemos dilucidar que es un gobierno socialdemócrata y no una expresión de la derecha.
Valores fundamentales como la familia, la libertad, el derecho a la vida, la propiedad privada, la soberanía territorial, la defensa de la Constitución Nacional y la independencia de poderes son los que históricamente han caracterizado a lo que se denomina la derecha, término que junto con la izquierda hoy no tienen mucho significado real, pero que en países como el nuestro ganan relevancia ante la ausencia concreta de expresiones que podamos denominar de derecha y el anclaje en el pasado que tiene nuestra discusión política.
De esta manera, la conferencia que compartimos con Ortega Smith nos deja algunas reflexiones interesantes, de las que debemos extraer las lecciones para poder replicar en Argentina, lo que en España es una forma innovadora de hacer política.
– El número no importa: esto significa que no hace falta que millones de ciudadanos estén dispuestos a crear un movimiento o una corriente que represente sus ideas, sino que basta que haya un grupo de gente incluso pequeño que esté preparada y convencida para llevar adelante un mensaje que será tildado de políticamente incorrecto o simplemente de fascista o de ultraderecha, solamente por contradecir los postulados pétreos y omnipresentes de la visión de izquierda en nuestro país. Vox arrancó con 25 españoles convencidos de la necesidad de abrir otro camino a la defensa de sus ideas. Hoy cuentan con 24 diputados, presencia en 500 alcaldías de España, tres eurodiputados y presencia diaria en los medios y decisiones de este país.
– Decir la verdad: por incómoda que pueda resultar, debemos decir lo que pensamos en los distintos aspectos del quehacer político. No sirve pretender enmascarar o hacer digeribles las propuestas si el electorado al que apuntamos no se suma o siente representado. Por ello, hay que vencer el temor a la incorrección política, a ser denostados, a defender posiciones que en principio no son mayoritarias. No vinimos a caer bien, sino a trabajar para cambiar las estructuras que nuestra sociedad demanda sin ser escuchada. No debemos pretender agradar sólo como un recurso de marketing, porque esa visión poco sincera ya está plasmada en otros partidos políticos, más bien debemos ser la opción que sea el contralor de quienes dirigen las políticas públicas, de quienes gastan del erario público, de los que nos representan ante el mundo, de quienes deciden incluso por las nuevas generaciones. Incómodos para el poder, pero sirviendo a nuestro país y conciudadanos.
– No sentir culpa: en estos 36 años de democracia, se ha responsabilizado a la "derecha" de todos los crímenes y desaguisados de la política argentina. Sin embargo, gran parte del caos que vive nuestro país es producto de una izquierda que cuenta con buena publicidad pero que cuando ha debido calzarse los fusiles lo ha hecho sin arrepentimiento alguno, contra civiles y uniformados, tanto en gobiernos de facto como democráticos y que no ha respondido por ninguno de los atentados terroristas que ha cometido en nombre de esa ideología, ni por la corrupción desenfrenada que consumó al amparo de los "derechos humanos". Por ello cualquier propuesta de derecha no debe arrancar desde la culpa, sino desde el reconocimiento expreso de que Argentina parte de un dolor que es de todo el pueblo argentino y que así como se repudian algunos crímenes, otros del signo opuesto también deben serlo. Escarbar en el barro ajeno como hace la izquierda ocultando el propio, estigmatizando al contrario mientras se endulzan las propias aberraciones, es un juego en el que no se debe caer más. Vox ha comprendido esto acabadamente cuando se los ha acusado de ser franquistas. Ellos, como los demás, heredan un país con historia, con dolor, con cuentas pendientes, pero no van a hacerse responsables de lo ocurrido en una Guerra Civil ocurrida 80 años atrás o de un gobierno de facto que finalizó hace más de 40, de los cuales ninguno de sus líderes e integrantes han formado parte. Lo mismo nos toca aquí, el monopolio del dolor no es de la izquierda y la inocencia tampoco.
– Mensaje claro: los valores y principios que defendemos deben ser enunciados con suma claridad, apelando al sentido común, para que cualquier ciudadano pueda comprender lo que defendemos. De poco sirve reclamar por la disminución del gasto público si la sociedad no llega a comprender que eso que se reclama es la base de un futuro más prometedor en lugar de continuar anclados en el sostenimiento de una inmensa casta política que solo se renueva circularmente para alternarse en el poder. Nuevamente, explicar las ideas que tenemos -por muy demonizadas que hayan sido por los mismos de siempre- implica ser muy simples y transparentes, la batalla cultural también está en cómo explicamos las ideas que tenemos y defendemos. Vox cuenta con 100 medidas urgentes para la España Viva. Allí no hay giros idiomáticos o marketing para enmascarar los objetivos: es simplemente la mención llana del ideario que defienden a través de los hechos en la agrupación política.
A partir del 27 de octubre, la voluntad popular elegirá quién gobernará en los próximos cuatro años. Nosotros, los que no tenemos representación, ni voz, cuyos valores son ninguneados o subestimados, debemos votar sin miedo según nuestras convicciones, pero también ser conscientes de que necesitamos construir una alternativa a largo plazo que nuclee a quienes defendemos la legalidad, el imperio de la ley, la igualdad, la libertad y que pensamos una Argentina donde coexistan distintas visiones y no un pensamiento único, donde no se nos imponga a los ciudadanos qué pensar mientras se nos ahoga a impuestos, donde la política sea servicio y no una modalidad de progreso personal. A eso debemos apuntar. Es tiempo de hacerlo.
La autora es abogada y presidente de CELTYV.