Presidente Macri, usted no es el dueño de la república

El presidente Mauricio Macri (Gustavo Gavotti)

¿Qué pensará el Obelisco viendo que unos piden comida para su hambre y luego vienen los otros, conocidos y parientes de los que les sacaron la comida a pedirles que los voten? Se pueden decir muchas cosas. No se puede negar que Macri nos deja una realidad infinitamente peor a la que recibió y que de nuevo, como Martinez de Hoz y como Cavallo, incrementó a la par la deuda y la miseria. Eso es robar con las grandes empresas y los bancos. Suelen llevarse más dinero que con los cuadernos: es otro nivel de la tecnología del saqueo y del daño a la patria. Quedan algunas obras, pero no guardan proporción alguna con la masa de dinero que se llevaron.

Luego viene la república de la que ellos dicen ser los dueños, definiendo a los otros como el robo y el caos. Lo de los cuadernos y la ley de medios fue nefasto. Cuesta asumir y entender que lo de Macri y su banda haya sido infinitamente peor. Pero lo logró. Prometió lluvia de inversiones y terminó generando una deuda impagable y robando además el 20% de todo salario, a veces más. Deuda, miseria e inflación descontrolada: eso se llama "fracaso a toda orquesta". Cerraron empresas y comercios en multitud, hubo pérdida de empleo y baja desmesurada del consumo, y Macri todavía nos dicen que "estamos en el camino correcto". Es perverso. El Presidente ama la concentración económica, desprecia al pequeño y mediano productor o comerciante y expulsa a sus dirigentes más lúcidos. Habla de las instituciones como si fueran más importantes que la dignidad de los ciudadanos.

El ciclo de Macri está terminado. Vamos a cambiar un dirigente del fútbol por un docente universitario, y eso ya es bastante. El Gobierno sigue con la cantinela del miedo a Cristina Kirchner y a La Cámpora. Ambas razones sirvieron antes: hoy todos han madurado y CFK demostró una flexibilidad y una grandeza que Macri ni entiende de qué se trata. La ex Presidente convoco a sus críticos, como Alberto Fernández o Sergio Massa; Macri expulsó a los leales, como Federico Pinedo y Emilio Monzo. Las consecuencias están a la vista: ella creció y el Presidente termina su ciclo con una decrepitud excesiva. Sembraron el miedo y ahora Alberto crece en sus definiciones tanto como Mauricio se reduce en sus reiteraciones.

Insisten con el temor al otro, una manera de asumir la carencia de virtudes propias. Perdieron en todas las provincias. ¿Cómo imaginaban ganar en la nacional? Un mecanismo de negación exagerado; se viven como una clase exitosa que no soporta la pobreza del resto de la que sin duda son responsables. Hablan de que "nos abrimos al mundo", pero hasta ahora salvo deuda esa supuesta apertura no produjo nada positivo. Aceptemos que los anteriores merecían la derrota por su soberbia y su fanatismo, y que era difícil imaginar que Macri pudiera ser tan dañino que los superara en el rechazo. Es el gobierno de los ricos a los que no les importa la situación de los pobres. No son liberales: son anarquistas ricos que intentan poner el Estado al servicio de sus propios negocios. Lo lograron: ahora, por favor, asuman que nadie cuerdo que no pertenezca al mundo de los vencedores pueden terminar regalando su voto al verdugo.

Los ayuda que mucha clase media en caída actúa como si no tomara conciencia de a quién debe apoyar para lograr sobrevivir. Insisto que para los que hoy gobiernan hay solo tres clases: los grandes ricos, los que trabajan a su servicio, y los que se caen del sistema. No imaginé que Cristina retornara al poder y lo logró. Eso sí, me animo a vaticinar que Mauricio Macri difícilmente retorne a Boca: ya hace rato que quedó al desnudo la perversidad de su propuesta. Y lo importante: la unidad nacional que no fuimos capaces de forjar entre todos se impone hoy como fruto de la desesperación. Varias veces le dije al actual Presidente: "O convocan a la unidad desde el poder y trascienden o lo hacen desde la debilidad y ya será tarde". Durán Barba le dijo otra cosa, y estos mueren abrazados a esa "otra cosa". Frente a la derrota salió a la luz toda la mediocridad. Como supo decir un sabio, "No es cierto que el poder corrompa, el poder delata". Verlos ahora marca la profundidad de ese concepto.