Si no puedes vencerlos, únete. Esa parece ser la respuesta de Mauricio Macri a su aplastante derrota en las elecciones primarias presidenciales del 11 de agosto. Obtuvo el 32% de los votos contra el 48% de la lista peronista de Alberto Fernández y Cristina Fernández (no tienen relación de parentesco), una ex presidenta populista.
Al principio, Macri culpó del resultado a los votantes por "creer que regresar al pasado es una alternativa", un regaño por el que luego se disculpó. Luego la culpa recayó en su ministro de Hacienda y Finanzas, Nicolás Dujovne, quien había recortado el presupuesto según lo exigido por el acuerdo de US$57.000 millones que el gobierno negoció con el FMI el año pasado.
Dujovne renunció el 17 de agosto después de que Macri eliminara el IVA de los alimentos básicos, aumentara el gasto público y congelara temporalmente los precios de la gasolina en un esfuerzo desesperado por aplacar a los argentinos. Se trata del tipo de medidas típicamente asociadas con sus oponentes peronistas, y son contrarias al acuerdo con el FMI.
Macri aún no ha sido derrotado. Todavía falta para la elección presidencial, que tendrá lugar el 27 de octubre. Pero en el peculiar sistema electoral argentino, las primarias son un ensayo general. Pocos creen que pueda remontar un déficit de 16 puntos en nueve semanas. El hecho de que el peso se derrumbara después del resultado solo sumará cifras a una inflación del 50% anual, lo que hará que su tarea sea aún más difícil.
Esta paliza llegó como un shock, pero probablemente no debería haberlo hecho. La búsqueda de Macri de un segundo mandato siempre pareció quijotesca después de que la economía comenzara a tener problemas el año pasado. Los argentinos están en una peor situación que hace cuatro años. Se proyecta que la economía se habrá reducido en alrededor del 4% durante este período; los precios habrán aumentado en más del 250%; el peso ha pasado de 15 unidades por dólar a casi 60, mientras que los salarios reales han caído un 10% en los últimos 15 meses.
Muchos tenían grandes esperanzas depositadas en Macri, un ex empresario convertido en exitoso alcalde de Buenos Aires. Después de años de indulgencia económica con Fernández, Macri prometió que Argentina se uniría al mundo como un país normal. Nombró un equipo de tecnócratas brillantes. Entonces, ¿qué salió mal?
Una hipótesis es que erró al tratar de estabilizar la economía de manera gradual. Esa decisión fue política: la esperanza era que el crecimiento amortiguara el golpe de los recortes en el gasto público y los grandes aumentos en el costo de la electricidad y el transporte a medida que se removieran los enormes subsidios de Fernández. Significaba que el gobierno tenía que financiar un déficit aún grande, principalmente a través de la emisión de deuda. En 2018, los inversores se alarmaron por Argentina, lo que obligó al gobierno a ponerse en manos del FMI y llevó a la economía a una recesión.
Esa alarma se debió en parte al aumento de las tasas de interés en Estados Unidos. Una sequía severa también redujo las exportaciones agrícolas de Argentina, lo que aumentó su déficit de cuenta corriente. Pero el golpe principal fue autoinfligido: fue la decisión del gobierno en diciembre de 2017 de relajar sus propios objetivos de inflación, lo que socavó la credibilidad del banco central. Según Federico Sturzenegger, el entonces presidente del Banco Central, que se opuso a la decisión, lo hizo porque (otros) funcionarios estaban preocupados por la relativamente estricta política monetaria del banco; algunos no querían que la inflación cayera tan rápidamente debido al costo fiscal. Los ingresos tributarios aumentarían menos en términos nominales, pero muchos gastos (como en pensiones) seguirían aumentando rápidamente, ya que estaban indexados a inflación pasada.
Esto contribuye a demostrar que el gobierno tenía demasiados cocineros económicos siguiendo diferentes recetas. Querían, al mismo tiempo, reducir la inflación, aumentar el crecimiento económico y ajustar el presupuesto. Algunos querían un peso más débil (para ayudar al crecimiento) y otros uno más fuerte (para combatir la inflación). Deberían haber aceptado que el precio del gradualismo fiscal era una política monetaria restrictiva.
Los políticos populistas a menudo son hábiles para explicar los reveses económicos y persuadir a los votantes de que sienten su dolor. Los tecnócratas lo encuentran más difícil. La campaña de reelección de Macri se basó en el temor de que el regreso de Fernández convertiría a Argentina en Venezuela. Ella lo desactivó hábilmente . Al optar por postularse para vicepresidente detrás de Fernández, un peronista más moderado, convirtió las elecciones en un referéndum sobre la gestión económica de Macri.
Los asesores de Macri confiaron en las redes sociales y el marketing. No vieron la fuerza del sentimiento que dominaba las calles argentinas. "Lo que sucedió fue que el gobierno terminó sin política y no pudo explicar nada", dijo Fernández a un periódico argentino. Todo sugiere que Argentina terminará con él como presidente. Muchos temen lo peor. Pero las circunstancias actuales de Argentina dejan poco espacio para el exceso populista. Y Alberto Fernández no es su tocaya.