Ayer a la tarde escribí esto en mi Twitter impulsando el hashtag #dujovnerata: "Darse el lujo de renunciar en medio de una crisis que ayudó a profundizar y filtrarlo por los medios es de traidor. La rata huye después de no haber repatriado jamás su plata. Ojalá no vuelva ni como columnista de TV, lugar que nunca debería haber abandonado porque desde allí, al menos, no hacía tanto daño".
Debo confesar que no había dormido bien. Recién amanecía de una pequeña siesta reparadora y me enteraba de la renuncia. Escribí sin mas datos que mi propia lectura política. La misma que me llevo a contradecir las encuestas y anticipar públicamente que los Fernandez ganaban por, al menos, el 6% u 8% de los votos cuando todos hablaban del virtual empate.
No conozco personalmente a Nicolás Dujovne. Sí conozco a Mauricio Macri. Y puedo estar en las antípodas de sus respectivos pensamientos pero estoy convencida de que el Presidente no se merecía el destrato final de su ahora ex ministro.
Dujovne rompió todas las reglas de la buena política al transpirar ante sus íntimos y ante el periodismo y panelismo (lugar del que nunca debería haber emergido) que quería irse. Que no estaba de acuerdo con los anuncios post paso que el Gobierno diseñó y que solo esperaba que consiguieran un reemplazante.
En medio de la crisis a la que él mismo arrastró al gobierno, este traidor no tuvo reparos en salvar sus propias ropas para quedar ante el establishment y el círculo rojo como el cultor del déficit cero hasta sus últimas consecuencias, y no bajar sus banderas ni ante la debacle absoluta.
Cuando las urnas lo enfrentaron ante la realidad de que la gente se moría de hambre y votaba en contra, prefirió seguir aferrado a su liberalismo extremo antes de claudicar con las medidas "populistas" que la política le exigió. Huyó como rata por tirante…
Su ultima acción de roedor fue no hacerlo en la intimidad. No esperar que el Presidente consiguiera un reemplazante. No tener el buen gusto de dejar a Macri hacer el anuncio. Y ningunearlo hasta en el tuteo de su carta de renuncia.
Voy a hacer leña del árbol caído porque se lo merece. Le pagamos hasta las Chocoarroz de la caja chica y el catering en su casa privada —no solo de la cena con Lagarde— sino de sus cumpleaños familiares. Asumió con un dólar a 16 y nos lo dejó a 60, fabricó cuatro millones más de pobres, dejó la deuda mas grande de la historia y a largo plazo a la par de Zambia y Congo.
Eso sí: hay que reconocerle que hace un año ya entendía como una proeza que se haya hecho el ajuste en Argentina sin que caiga el Gobierno. Y también que en asuntos de manejo de finanza personal el hombre no deja de ser un exitoso: incrementó su patrimonio en un 79,80% en un año, el último, y nunca repatrió su plata que sigue teniendo en el exterior.
Mientras nosotros nos peleamos en las góndolas en el supermercado por conseguir el ultimo kilo de yerba a precio de ayer, Nico Dujovne sabe que su futuro esta asegurado. Sus billetes personales no tienen animalitos en su anverso sino la cara del finado y nunca bien ponderado Benjamin Franklin.
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