Las armas nucleares son la mayor amenaza a la supervivencia de generaciones futuras. Naciones Unidas ha advertido que el riesgo del uso de este armamento, intencionalmente o por error de cálculo, es el más alto en décadas. También que una guerra nuclear, incluso regional, tendría efectos globales irreparables en todo el planeta. La Cruz Roja Internacional no tendría medios para enfrentar semejante tragedia humanitaria. Pese a ese reconocimiento, las potencias nucleares siguen renovando, modernizando y expandiendo los arsenales existentes e incluso desarrollando una nueva generación de estas armas. De acuerdo al Instituto de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI), ya no se estaría ante la estrategia clásica de la disuasión por la acumulación de cabezas nucleares sino frente a una dinámica de tácticas y escenarios de guerra.
En ese contexto, el SIPRI destaca el riesgo de las 13.865 armas nucleares en poder de nueve Estados. El 90% corresponden a Rusia y Estados Unidos con 6.450 ojivas cada uno. China tendría 780, Francia 300, Reino Unido 215, Pakistán 150, India 140, Israel 80 y Corea del Norte entre 20 y 30. El SIPRI destaca que China, India y Pakistán han aumentado la capacidad de producir material fisionable que conduciría a un crecimiento geométrico del inventario de los respectivos arsenales. Asia ha pasado a ser, junto con la triada rusa y norteamericana, el área geográfica de mayor preocupación global en materia de concentración de armamento nuclear.
Tras la cancelación del Acuerdo de Misiles de Alcance Intermedio y Corto (INF), el Tratado START III de 2010, que vence en 2021, es el único instrumento de control de armas estratégicas entre Estados Unidos y Rusia. Entre los restantes siete países que poseen armas nucleares -China incluido- no existe ningún instrumento jurídicamente vinculante que frene o limite la proliferación vertical de esos arsenales. De hecho nunca han mantenido ni siquiera conversaciones informales al respecto, lo que muestra la absoluta falta de restricción o limitación para el desarrollo y posesión de armas nucleares.
El ocaso de los tratados de limitación entre Estados Unidos y Rusia, la no existencia de negociaciones o siquiera la perspectiva sobre algún tipo de desarme nuclear, puede afectar los propósitos y la credibilidad que consagra el Tratado de la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP). En gran medida la proliferación sea vertical u horizontal, son dos caras de una misma moneda, el retroceso en uno repercute en el otro. Corea del Norte es el ejemplo más reciente. Irán puede ser el próximo al haber aumentado la producción de enriquecimiento de uranio. Hay otra media docena de países que podrían estar también en una lista de potenciales Estados con aspiraciones de poseer una ojiva nuclear.
En este contexto, el desarme nuclear y la no proliferación de las armas nucleares es una cuestión de la máxima urgencia ante una competencia, que a diferencia de la Guerra Fría, es hoy multipolar. Es necesario fortalecer la seguridad global con acuerdos verificables que pongan límites a un proceso de desarrollos tecnológicos que asoma con crecientes riesgos de imprevisibilidad. Es hora de negociar acuerdos multilaterales que abarque todo un nuevo catálogo de amenazas surgidas en el siglo XXI alrededor de las armas nucleares.
El autor fue vicecanciller de la Nación