El resultado de las elecciones del domingo 11 pueden hacer acordar a la batalla de Waterloo. En ese enfrentamiento (el 18 de junio de 1815), el Emperador endiosado que había huido del encarcelamiento en la isla de Elba y regresado al continente para recuperar su gloria, fue aplastado por la coalición de ingleses, prusianos y otros aliados. Napoleón fue recluido en una isla-cárcel más alejada de la costa donde murió. Así terminaron las guerras napoleónicas, se reconfiguró nuevamente el mapa de Europa y volvió la monarquía separada por una grieta de los republicanos. El odio volvió a dividir a los franceses que habían creído que todo lo anterior a la Revolución de 1789 ya no existía.
Dados los resultados, todo indica que Mauricio Macri no podrá seguir otro período más. Aunque se sumen los votos de Lavagna. Será complicado pensar que los votos conseguidos por Alberto Fernández cedan, se diluyan. La diferencia es muy grande en favor de la fórmula populista. Pero el 11 de agosto recuerda a diciembre de 2015. Entonces el electorado frenó la verborragia de Cristina Fernández y las alocadas maniobras económicas que seguían en manos de los llamados "improvisados" más su manera sofocante de hacer política. Esta vez la sociedad votó de la misma manera.
El macrismo no hizo lo que debía haber hecho presentado en su momento el paquete de grandes problemas heredados del kirechnerismo. Ahora todo es tarde
Castigó tres años de soberbia optimista, de recesión imparable, de apriete y angustia, de sofocación donde la inflación impedía llegar al presupuesto a fin de mes. Tres años sin autocrítica, sin mostrar sensibilidad ante el aumento de la pobreza, pese a las promesas permanentes de que ganaríamos el paraíso si seguíamos con las propuestas oficiales.
Macri logró tener el respaldo de varios medios y periodistas. Hubo campañas a favor de la estrategia fijada por el Fondo Monetario Internacional y los buenos conceptos globales que obtenía Macri se exhibían como un trofeo. Pero toda esa parafernalia no contentó a los electores que se fijaron primero en los vaivenes padecidos en sus bolsillos familiares. Por supuesto que ahora, este resultado de las PASO, un mal augurio de lo que sucederá el 26 de octubre, día de las elecciones definitivas, desequilibra el mapa latinoamericano. Altera el equilibrio antipopulista que consiguió América Latina en los años que nos precedieron. Washington estaba satisfecho de lo que ocurría en su patio trasero del sur y Donald Trump estaba decidido en apoyar a la autoridad del actual Jefe de Estado. Lo hizo: el crédito del Fondo Monetario en un momento sofocante fue apoyado por Estados Unidos, el país que manda en el Directorio del organismo financiero. Justo el momento en el que el chavismo, el castrismo y el caudillaje se estaban esfumando.
Los que votaron en contra de los ocupantes de la Casa Rosada no tomaron en cuenta la memoria. No importó que hayan quedado demostrado en la Justicia los abusos de Cristina Fernández.
No importaron esas evidencias en la que varios de los que acompañaban la anterior gestión se quedaron para sí los fondos del Estado que ellos controlaban. ¿O ya se olvidaron de los bolsos con millones de dólares que tiró el secretario López en un convento, de noche, sigilosamente? Los cristinistas señalaban que los juicios eran mentirosos. Imaginaron que eran todos fraguados.
En estas horas de la trepada del dólar la movida tendrá otros escenarios y otros personajes. Habrá repercusiones negativas en los mercados accionarios del mundo, en las decisiones de aterrizaje en el país de algunas inversiones. Sin duda pegará fuerte en el interior del gabinete de Macri, que tendrá que podría desprenderse de algunos personajes de su equipo. Y María Eugenia Vidal quedó estaqueada con la decisión de Macri de no aceptar el corte de boletas. Ella es una política de buenas intenciones en una provincia donde reinan las mafias de la droga, de las armas, donde la inseguridad es una maldición cotidiana.
Si vuelve a ganar el populismo el 26 de octubre esperan inmensos desafíos económicos. Arreglar la gran carga de la deuda externa, el aislamiento del mundo, las guerras comerciales y la imposibilidad de insertarse en un contexto devaluado, castigado por las tendencias de nacionalismos extremos.
El macrismo no hizo lo que debía haber hecho presentado en su momento el paquete de grandes problemas heredados del kirchnerismo. Ahora todo es tarde. Seguramente el populismo se aferrará a las críticas de la problemática que reciben de transferencia, tenderá otra vez a aislarse del mundo y esa estrategia será negativa para el país. A un lado la euforia del populismo, en corto o mediano plazo estaremos procurando salir de los bordes de un precipicio.