En la última presentación de su libro Sinceramente – en Mar del Plata, el viernes pasado- la doctora Cristina Fernández de Kirchner le aseguró a su auditorio que la entrevista que hiciera Infobae en septiembre de 2017 había sido "un interrogatorio, faltaba la luz, así, acá (señalándose el rostro) y alguien de atrás haciéndome alguna cosa (sic) para que responda".
No es difícil concluir, a dos años de aquella entrevista, que la ahora candidata a vicepresidente se sintió molesta y agraviada por el reportaje. No hay exageración. Para ella, las preguntas fueron un agravio. Si no, no es razonable que alguien compare las inquietudes periodísticas sobre la actualidad presente y pasada con un interrogatorio policial propio de las épocas de facto cuando la "maldita policía" encandilaba al interrogado con una lámpara de mala muerte pero potente y le hacía "alguna cosa" (¿quiso decir que se la apremiaba, torturaba o algo así?) para que confesase.
A propósito, los organismos de Derechos Humanos, que padecieron y denunciaron la tortura, el interrogatorio ilegal y la picana, ¿tienen algo para decir de esta banalización?
Repasé las casi dos horas de nota. Los 22 temas tocados fueron desde el intento de saber si para ella en Venezuela regía o no el estado de derecho -nunca se pronunció de manera categórica-, contraponer su cambio de opinión sobre el caso Nisman,sus vínculos con Cristóbal López y Lázaro Báez, los bolsos de José López, su riqueza personal, la pobreza y la inflación durante su gestión, la justicia y el avance sobre la independencia de ese poder durante sus mandatos y otros temas que pueden ser considerados menores. Gestión de gobierno, proyecto para su senaduría. Nada personal. Nada. Tal cual se pensó al momento de discutir la entrevista con el comité editorial de Infobae que preside Daniel Hadad y con el equipo de redacción que pilotea Valeria Cavallo. Una entrevista. Pregunta, repregunta, próximo tema. ¿Opinión del entrevistador? Aparte. Eso entra en otra columna. Aquello fue una entrevista.
Es que la entrevista es un género. No es ni una charla, ni una pelea, ni un debate. En ella, el contenido es el rey y es al que debe brindársele el mayor esfuerzo. Un buen entrevistador, uno cree, es el que más consigue conocer en información y opinión del entrevistado. No de sí mismo. No se trata ni del lucimiento ni de la estridencia del entrevistado, ni de un acto sumarísimo de juzgamiento de quien responde con sentencia inmediata del que formula las preguntas. Para los que en su momento trinaron por la "blandura" en las preguntas, ahí está la entrevistada hablando hoy de interrogatorio bajo encandilamiento.
Recordemos que era absolutamente excepcional que la ex presidente consintiera en ser entrevistada. Algo que parecía augurar un nuevo estilo. Sin embargo, se hace evidente ahora que la doctora Kirchner tomó tal idea, la de preguntar y repreguntar, como un inadmisible. Porque "un interrogatorio con una luz de frente" es algo inadmisible. Surgen rápido algunas preguntas: ¿cambió entonces su modo de pensar al periodismo en el estado de derecho? ¿Cree en la obligación de dar cuenta de sus actos de gobierno por medio de explicaciones en medios masivos de comunicación o el periodismo sigue siendo una amenaza desestabilizadora? Respuestas: Interrogatorio. Luz de frente. Alguien detrás que le hace algo para que responda.
Es cierto que a los funcionarios, en general, les perturba esa idea de andar teniendo que responderles a los periodistas. A todas y todos. Hay que ver a algunos que ejercen ahora el poder chillando por las repreguntas y los temas tratados. Es cierto que hay quienes lo disimulan con cierta elegancia. Otros, con más rencor que memoria, prefieren decir, sinceramente, que la menor pregunta que los incomoda los ubica en el lugar de la víctima ilegítimamente cuestionada.
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