Hay inquietud por las novedades políticas y económicas que puedan surgir después de las PASO, el 11 de agosto.
Sin duda que todo se sabrá a partir del resultado. No se caerá el mundo, pero son muchos los que están tomando previsiones. Hay algunas voces de expertos que aseguran que el valor del dólar actual no es rentable para las exportaciones: debería rondar los 50 o los 60 pesos. Si se llega a esas alturas previstas recién para fin de año, después de las presidenciales, las ondas que se puedan expandir en agosto pegarán en la inflación y el consumo.
Es sabido que en tiempos electorales personas y empresas buscan dólares por una probable devaluación poselectoral. Ahora, el consumo dependerá de que las paritarias le ganen a los precios
Es por la calma de las últimas semanas que el Gobierno, sometido a varias críticas, comenzó a tomar aire como para diagramar una campaña política que lo posicione en mejores niveles. Podrá convencer a aquellos que votaron a Cambiemos en 2015 y luego se sintieron defraudados y quizás atraiga votos que deberían recebir otros candidatos a los que la ciudadanía no les ven envergadura. Probablemente capture a los indecisos. Pero no es seguro, y los pronósticos de Jaime Durán Barba no son aceptados por gran parte de la sociedad porque subestima a los ciudadanos y a la política. De lo que se puede afirmar como cierto es que la juventud, en especial los millennials, están apartados de esta elección y de los vaivenes y desmadres de la política.
Los habitantes de la Casa Rosada saben algunas cosas importantes: la elección de Miguel Ángel Pichetto como vicepresidente favoreció las chances oficialistas. Y el "veranito cambiario", la estabilidad del dólar, mejoró la imagen del Gobierno; venía en caída. Pueden dedicarse en paz a la campaña electoral.
Entretanto hay quienes prefieren no quedarse callados. Por ejemplo Miguel Acevedo, el tenaz presidente de la Unión Industrial Argentina, afirmó que el Gobierno tiene un programa coyuntural para frenar al dólar, pero no tiene un plan económico de mediano o largo plazo. Y frente al acuerdo comercial con la Unión Europea, o el que se está gestando con Estados Unidos, pide que la economía se estabilice y reclama un programa para impulsar la producción, cuestiones que no son tenidas en cuenta.
Se sabe que el oficialismo busca también fomentar el consumo. Las políticas que evitan que el dólar suba son bastante usuales en los años electorales. De allí que haya negociado con el Fondo Monetario Internacional que el Banco Central puede actuar con toda la agresividad necesaria para estabilizar al dólar y frenar la inflación. El FMI aprobó la estrategia y habilitó al Central a vender todos los dólares que fueran necesarios para garantizar la "pax cambiaria".
Miguel Acevedo, el tenaz presidente de la Unión Industrial Argentina, afirmó que el Gobierno tiene un programa coyuntural para frenar al dólar, pero no tiene un plan económico de mediano o largo plazo
Es sabido que en tiempos electorales personas y empresas buscan dólares por una probable devaluación poselectoral. Ahora, el consumo dependerá de que las paritarias le ganen a los precios. Es indudable que en esa línea se justifica la aparición de planes de estímulo, como el relanzamiento de Ahora 12 o Junio 0Km para adquirir automóviles. Las ventas de cero kilómetro cayeron 56% interanual en mayo pasado. El mismo número del hundimiento de la producción industrial total.
El aparato oficial de promoción sabe que los números de los años anteriores no sirven para imponerse en una elección. En 2015, año electoral, el dólar trepó poco y la inflación fue del 26 por ciento. Un año después, ya con Macri en la poder, hubo una devaluación y la inflación giró en torno al 40%. En 2017 el dólar pudo lograr estabilidad y la inflación llegó a 25 por ciento. Pero el año pasado todo se desbarrancó: el dólar duplicó su precio y la inflación fue del 48 por ciento. ¿Qué pasará en el futuro? Nadie puede preverlo.
El Gobierno dará esperanzas frente a problemas que requieren mucho tiempo para ser solucionados. La inflación necesita acuerdos partidarios y una estrategia de por lo menos 10 años de combate, según las experiencias de otros países. La pobreza no pudo ser disminuida pese a la promesa del Presidente y el drama social es casi una vergüenza nacional. En el primer trimestre de 2019 la desocupación llegó a los dos dígitos (10,1 por ciento): los registros hablan de 2,1 millones de desocupación, cuando en el 2018 era menor a 1,9 millones. Todo por menor capacidad de producción industrial y la recesión.
Esperemos que se mejoren las perspectivas. Que los políticos sean realistas a la hora de mostrar las estadísticas y reviertan los índices peligrosos congregando a los mejores especialistas, sin importar el partido al cual pertenecen, y no a los analistas partidarios enajenados por la grieta.