El escándalo mundial de Cambridge Analytica y Facebook sigue generando consecuencias. Recientemente, en la ciudad estadounidense de San Francisco, un juez admitió su competencia para conocer en las demandas que sean presentadas por los usuarios de Facebook, en tanto responsabilicen a dicha red social por permitir la intromisión en sus datos personales y sensibles sin su consentimiento.
Para comprender mejor el asunto es importante aclarar que, según lo especificaba la propia consultora británica en su sitio web, su servicio principal consistía en el análisis de datos para desarrollar campañas, tanto para empresas y marcas como para políticos que busquen influir en el comportamiento de la audiencia.
Ahora bien, recordemos que a partir de las investigaciones periodísticas realizadas por The New York Times y The Guardian, la consultora con sede en Londres fue acusada de recolectar datos personales de Facebook para diseñar campañas políticas y sospechada de haber intervenido en los dos resultados más inesperados de la política internacional de los últimos tiempos: el Brexit en Gran Bretaña, el 23 de junio de 2016 y el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos, en noviembre del mismo año.
La utilización de la tecnología en el sentido señalado trae a la memoria las enseñanzas del politólogo italiano Giovanni Sartori, cuando hace más de 20 años nos alertaba sobre la sociedad teledirigida y sus efectos negativos sobre nuestras democracias.
Pensemos que en el año 1997, momento en que Sartori escribió su célebre libro Homo Videns. La sociedad teledirigida, aún no había explotado la revolución de las redes sociales y los smartphone. Sin duda, la situación en la actualidad es más grave, pues hoy estamos mucho más tiempo con la vista puesta en una pantalla y, en consecuencia, mucho más expuestos y bombardeados por imágenes masificadas que aquel noventoso hombre televisivo del que nos alertaba Sartori.
En nuestro tiempo podríamos hablar directamente del "Super homo videns", pues ya no se trata de fijar la mirada en el televisor cuando llegamos a nuestro hogar, ahora no solo comemos sobre la televisión como en las épocas del politólogo italiano, sino que directamente vivimos mirando otra pantalla: la del celular, que además llevamos con nosotros a todas partes y en todo momento. Es en este punto donde se incrementa la posibilidad de manipulación sobre cada uno de nosotros sobrecargados de redes sociales.
Efectivamente, nos encontramos ante una verdadera posibilidad de control y direccionamiento abierto o subliminal que desde las redes sociales puede ejercerse sobre nuestras conductas y esquemas de preferencias. Es decir, pasamos de la sociedad teledirigida a la democracia tecnodirigida.
Lo curioso es que seguimos escandalizándonos ante los viejos totalitarismos manipuladores del siglo pasado, pero no lo hacemos cuando en pleno siglo XXI, mediante las redes sociales o sistemas de mensajería, se estimulan y condicionan nuestras decisiones de consumo. El punto central es que —luego del escándalo mundial de Cambridge Analytica— sabemos que las decisiones políticas, al igual que las de consumo de bienes y servicios, también son susceptibles de ser manipuladas.
A estas alturas no caben dudas de que las redes sociales han reconfigurado nuestras conductas comunicativas y demás pautas tradicionales de comportamiento. Sin embargo, como vimos, existe un aspecto de las redes que trasciende las relaciones estrictamente personales y de consumo de mercancías o servicios, y se refiere a su influencia sobre los sistemas políticos y la posible transformación de la democracia.
El autor es doctor en Ciencias Jurídicas y especialista en Constitucionalismo. Profesor de Derecho Constitucional (UBA) y Derecho Político (USI-Placido Marín).