Si debiera explicar a alguien ajeno a nuestro país la actual situación política argentina, lo resumiría con una frase: el libro de pases está abierto. Paradójicamente, hay tres espacios que, lejos de atalonarse en sus respectivos proyectos y así contagiar y convencer a los votantes de las bondades de estos, están en la etapa de sustraerle al otro lo que el otro tiene, en realidad, cree tener. Lo cierto es que hoy a nadie le sobra nada, todos necesitan transfusiones de votos sin tener en cuenta la compatibilidad del factor; reciben todo tipo de sangre, compatible o no.
Así vemos en Argentina cómo el espacio del medio, integrado mayoritariamente por peronistas moderados, parece haberse roto en tres o cuatro pedazos. Este sería el principal dador de los polos. El ordenador Juan Schiaretti no resultó ser un claro armador de este espacio y sus actitudes fueron vistas con cierta sospecha por algunos de sus miembros, concretamente por el doctor Lavagna, quien, según sus voceros, es más candidato que nunca y su preocupación pasa por discutir los principales problemas que atraviesa el país y no la candidatura de ciertos dirigentes políticos. Parece ser que esta es su última palabra al respecto. Al cierre de este análisis, su sector esperaba la respuesta de pertenencia al espacio del radicalismo con el que vino trabajando durante este último tiempo. Consultados referentes de este sector sobre la posible continuidad y pertenencia, fueron muy cautos y dejaron más dudas que certezas. Schiaretti reunirá en Córdoba a los candidatos que siguen con la idea de ser presidenciables. Las dudas en el caso de Sergio Massa difícilmente se evacuen hasta el congreso del próximo jueves.
Hasta hace 12 días, cuando nació la fórmula Fernández-Fernández, los polos eran claros y encriptados. La audaz jugada de la ex Presidente desdibujó el límite de uno de ellos. Alberto Fernández se acomodó en una semana el traje de candidato presidencial y con un "los necesito" en primera persona del singular, cuyo sujeto tácito es "yo", comenzó a zurcir viejas y recientes desconfianzas. Y a atraer nuevas voluntades. Le consulté: "¿Quién será su operador?". "Yo". Esto, que suena complejo para un candidato —ser su propio arquitecto político—, en él se vuelve imprescindible. En su geografía humana concita la llave más preciada, la de años de dialogar, concertar o enojarse con los personajes centrales de Argentina, la región y algunos necesarios contactos internacionales.
Alternativa Federal increíblemente se polarizó, alejándose de los consensos por la obstinación del gobernador cordobés Schiaretti, quien no va a ser candidato presidencial, de Sergio Massa, quien intenta una carambola a dos bandas, corriendo el riesgo de devaluarse tan rápidamente como en estos días ascendió en protagonismo. Conclusión, por ahora: el doctor Lavagna dice continuar. Los radicales que lo acompañan ven caer sus ilusiones, dado que no le ven chances al espacio sin un fuerte sector peronista que permanezca en él. Los gobernadores se han vuelto imprescindibles para todos los sectores. Y lo que hay que tener en cuenta más que nunca es que el peronismo es un partido de poder. El imán de atracción una vez más no será el proyecto sino quienes ofrezcan con más certeza llegar al poder.
Mauricio Macri se siente el creador de la empresa PRO; si quiebra, está dispuesto a pagar los costos, pero no cederá sus acciones. Las acciones que sí están en duda son las del radicalismo, que en la convención de ayer —al menos al cierre de este análisis— lo que se escuchaba era la disconformidad en distintos tonos, con el trato político recibido. La UCR también es un partido de poder, donde queda poco de sus principios fundantes. Por lo tanto, también temen el naufragio electoral. Este es el tema central de sus diferencias internas, si el PRO sigue o no con chances de continuar en el poder. No obstante, el Presidente obtuvo la satisfacción de la continuidad del radicalismo en Cambiemos. Los planteos de la Convención Nacional de mejora, ampliación y reformulaciones quedarán en manos del Comité Nacional, que está integrado por un grupo reducido donde se encuentran Alfredo Cornejo, Gerardo Morales, José Corral, Gustavo Valdez, José Cano, entre otros.
Por supuesto que lo que le espera a quien sea electo presidente es nuevamente un país devastado en sus potencialidades y en sus expectativas. Los pobres esperan, los desocupados esperan, los jóvenes esperan, los jubilados esperan, los sectores medios esperan, los empresarios esperan, los trabajadores esperan. Aún esperan. La política debe producir dos efectos; que quienes esperan no dejen de esperar y que esa esperanza se concrete.
Esta semana se realiza el quinto paro de la CGT al Gobierno de Cambiemos, el cual seguramente será contundente, y más allá de las conceptualizaciones que todos harán sobre la medida en cuanto a su oportunidad o no; hay un sector mayoritario de ciudadanos que espera un cambio en las medidas económicas para lograr un mejoramiento en sus situaciones personales. A marzo los sueldos perdieron el 10,5% de su poder adquisitivo. Hay rubros de alimentos con caída del 20% en las ventas.
El cardenal Mario Poli también mostró en las palabras vertidas en el tedeum del 25 de mayo que la Iglesia también espera: una concertación real y concreta, sin especulaciones sectoriales, cuyo primer requisito sea que los actores se sienten a una mesa para discutir mirándose a los ojos y no de una manera epistolar.
No recuerdo antecedentes de concertar sobre el final del mandato de un presidente que, a su vez, es candidato.