Es una tendencia muy recurrente la desviar los debates hacia el pasado. No en tren de tomar la historia como experiencia sino simplemente como escenario de debates retroactivos, reproches o presuntas descalificaciones. Por ejemplo, si uno le pregunta al ministro uruguayo Eduardo Bonomi sobre la reciente aparición de bandas armadas de narcotraficantes, fenómeno de los últimos siete u ocho años, que él mismo reveló con sus denuncias de "ajuste de cuentas", sale con la historia de que ya en los gobiernos colorados había comenzado la introducción de la droga. Esto puede ser así, pero no hace a la cuestión, porque la discusión es sobre el notorio agravamiento de estos últimos años. Ya sabemos que antes había algo de pasta base, pero era un fenómeno de salud más que de seguridad pública.
Si hablamos de los 50 mil empleos perdidos en los últimos cuatro años, de inmediato salta todo el Frente Amplio con que en los anteriores —los de la "bonanza" internacional que despilfarraron— se habían creado hasta 200 mil empleos. Lo que no dicen es que casi la mitad era crecimiento del Estado y la otra, resultado de los formidables precios de los productos exportables. Bastó que los mercados internacionales retornaran simplemente a la normalidad para que se terminara la historia y comenzáramos a perder empleos, ahora de modo irreversible. La cuestión es que, obligada la empresa uruguaya a bajar costos, no va a crecer su demanda, salvo en actividades muy especializadas que son las únicas que en el futuro darán respuesta.
En el propio tema de la trágica situación de los escasos avances en el tema de las personas desaparecidas bajo la dictadura, en vez de concentrarse en ver qué podríamos hacer para aliviar la situación (tal cual vinieron haciendo todos los gobiernos), se introducen historias del pasado. Por supuesto, no se asume que hace 14 años que está el Frente Amplio en el gobierno y que si esto fuera sencillo, ya se habría resuelto. Pero luego se le añaden discusiones laterales, todas flechadas, que lo único que intentan es diluir la inexcusable responsabilidad de la guerrilla tupamara en la irrupción militar y el apoyo explícito que todo el Frente Amplio (salvo la solitaria voz del doctor Carlos Quijano) le ofreció al golpe de Estado, en febrero de 1973. De la dictadura felizmente salimos en paz, por el esfuerzo de nuestro primer gobierno, del general Seregni y de Wilson Ferreira Aldunate. Seguir anclados debatiendo circunstancias ya históricas es el mejor modo de alejarse de la búsqueda de posibles soluciones.
Ni hablemos de los reproches sobre la crisis de 2002, que nos vino de la Argentina, cuando se fundieron los bancos vinculados a ambas márgenes del Plata. Al entrar el Frente Amplio al gobierno, en 2005, tanto el presiente Tabaré Vázquez como su ministro, Danilo Astori, reconocieron que el país ya estaba en crecimiento pleno y que la crisis se había resuelto rápida y eficazmente. Sin embargo, cualquier asunto complejo tiene como respuesta que es la consecuencia de la crisis y que en aquel momento "hasta los niños comían pasto", mentira colosal que ha sido rotundamente desmentida por las maestras testigos del presunto episodio. Hasta se ignora que a la salida de la crisis había solo 6 mil rapiñas y no las 20 mil de hoy…
El tema es que seguir discutiendo de ese modo es alejarnos de las soluciones reales, de los caminos que el país tiene que transitar para ser exitoso en este tiempo histórico de la civilización digital. Se ha dicho, con razón, que no hay nada más práctico que una buena teoría, y ese es el gran problema de nuestro desarrollo: que no tenemos una buena teoría. Por el contrario, el gobierno frentista sigue atado a una colección arqueológica de tabúes, que van desde el horror ante los tratados de libre comercio hasta el espanto ante la idea de reprimir el delito, pasando por el "pase social" de educación primaria que, bajo el rótulo de disminuir la repetición, ha logrado derribar el conocimiento del idioma español y las bases de la aritmética elemental, que en su tiempo permitía saber dividir y multiplicar por tres cifras, cosa que hoy solo saben los ingenieros… Ahora se ha caído en el "progresismo" de eliminar la repetición también en educación secundaria, cuando en un hotel 5 estrellas se reunieron las autoridades de la enseñanza con un organismo internacional.
El tema es muy grave. Los nuevos empleos estarán cada vez más referidos a desafíos tecnológicos, incluso en la agropecuaria, que hoy mismo ya no es la tradicional actividad bucólica de paisano a caballo con un lazo en el costado del recado. Todo ha cambiado. La genética es otra, la trazabilidad impone un examen constante del desarrollo de un animal, los procedimientos de engorde son diferentes y ni hablar lo que le supone —tecnológicamente— a un frigorífico faenar hoy un ganado de exportación. La agricultura es otra y por eso mismo el trigo o el arroz tienen los rendimientos que han alcanzado en los últimos tiempos, con nuevas variedades y técnicas. Hasta el comercio vive una revolución y si alguien duda ha de pensar que el mayor vendedor comercial de nuestra región (Mercado Libre) no tiene un establecimiento, que el mayor vendedor de plazas de hotel del mundo (Airbnb) no tiene un edificio y que la mayor empresa de transportar personal del mundo (Uber) no es dueña de un automóvil. De esas cosas tenemos que discutir y de cómo el Estado desarrolla una educación para ese mundo y no para otro imaginario, o cómo nos paramos delante de la guerra comercial entre Estados Unidos y China.