En estos días, la central nuclear de Embalse, situada en Córdoba, se vuelve a conectar formalmente a la red. La central fue puesta a crítico por primera vez en 1983, y en 1984 comenzó su operación comercial. En 2015, a pocos días de comenzar la presidencia de Mauricio Macri, finalizó su vida útil y, en abril de 2016 se inició la obra para extenderle la vida 30 años más. Un poco menos de 3 años pasaron desde ese momento.
¿Embalse por 30 años más? ¿Eso es bueno o malo? Personalmente pienso que es muy bueno, pero como sé que la energía nuclear está atravesada por un debate, les doy cuatro buenas razones por las que pienso así: incorporación de energía limpia a la red, obra terminada en tiempo y en presupuesto (es decir, invertir eficiente y honestamente el dinero de los contribuyentes), desarrollo tecnológico-industrial autónomo y el cambio climático.
Vamos con la primera: darle a Embalse 30 años más significa contar con 683 MWe (la central se repotenció en 35MW adicionales) de energía limpia y sustentable para más de tres millones de personas, el equivalente al 85% de la población de Córdoba. Una central nuclear genera energía siempre, en silencio, eficientemente, y sin emitir gases al ambiente. ¿Me decís que una central nuclear no contamina? Exactamente. No contamina. ¿Pero ese humo que sale de las chimeneas en Los Simpson? Ese humo no es humo, es vapor de agua que se usa para enfriar. Las chimeneas no son chimeneas sino torres de enfriamiento llenas de agua. Y Los Simpson es una serie televisiva, no la vida real. Una central nuclear no contamina porque genera calor a partir de un fenómeno físico (la fisión de un átomo) y no de combustión química. La energía nuclear es limpia y además es segura, con una tasa de accidentes de las más bajas del mundo. Así de simple, Los Simpson, aparte.
En segundo lugar, la finalización en tiempo y en presupuesto. Alguna vez escuché a alguien decir: "Las grandes obras en Argentina cuestan y duran el triple de lo presupuestado, está en nuestro ADN". Cumplir con lo presupuestado no es un tema de ADN, sino de organización, sistema, buenos controles y honestidad. Suponer que no hacer las cosas bien está en nuestro ADN es resignarse a que la realidad no cambie nunca. Se puede perfectamente hacer las cosas bien y honestamente, si se ponen los incentivos donde hay que ponerlos.
Vamos por el tercero: el desarrollo tecnológico nacional. Alrededor de la tecnología nuclear se ha desarrollado un clúster tecnológico desde hace 70 años. Es el "hijo" de una coherencia intertemporal en materia de decisiones de política pública. Ese clúster hoy exporta. Nos llenó de orgullo que INVAP exportara un reactor a Holanda (ya lo hizo a Australia y lo hace a Brasil y a Bolivia, entre otros destinos). Esa exportación es producto de la genialidad que es esa empresa rionegrina, pero esto ocurre en un entorno favorable, explicado entre otras cosas por la inversión pública y privada. Aunque usted no lo crea, en Argentina tenemos un pequeño Sillicon Valley alrededor de la tecnología nuclear. ¿Qué tiene que ver esto con Embalse? Que esos 2140 millones de dólares que costó la central se reinvirtieron en esa red tecnológico-industrial. Empresas privadas y mixtas diseñaron y fabricaron tubos y generadores de vapor, generaron instrumentación, desarrollaron software, imaginaron soluciones para problemas. Y ahora están comenzando a convertir en valor ese conocimiento y a venderlo afuera, a países como la India, Bolivia y Brasil.
Finalmente, el cambio climático. Argentina enfrenta un doble desafío en materia energética que no escapa a los retos que enfrenta el mundo. Por un lado, necesitamos cada vez más energía, pero, al mismo tiempo, debemos atender esa demanda sabiendo que el cambio climático no es producto de la imaginación de nadie, sino una realidad que requiere de una solución global. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, 7 millones de personas mueren anualmente por la contaminación atmosférica. Estamos ante un desafío que nos debe marcar las pautas al momento de construir la matriz energética del futuro: requerimos energía limpia y sustentable.
La Argentina tiene las condiciones para liderar ese proceso y contribuir a la mitigación del problema. Poseemos los recursos naturales y humanos para hacerlo y tenemos, desde 2015, la decisión política para llevarlo adelante. El primer y más visible ejemplo en este sentido es el incremento de las energías renovables dentro de nuestra matriz a través del Plan RenovAr, que ya ha aportado más de 1000 MW nuevos en operación comercial y que nos llevará a tener el 20% de la potencia instalada de fuente renovable en 2025.
No podemos dejar afuera el boom que está comenzando a generar la energía fósil no convencional proveniente de Vaca Muerta. De ahí sale petróleo y, sobre todo, gas. El gas sirve para calefaccionar y también para generar energía eléctrica. Si bien el gas es una fuente fósil y, por lo tanto, emisora de gases, es la más limpia de todas ellas. Debemos mencionar también la energía hidroeléctrica, de la que ya disponemos en cantidad y, por último, la energía nuclear, que no depende de un commodity o de tener recursos naturales, sino de nuestro conocimiento acumulado en este campo.
Pero entonces, ¿para qué tener gas si tenemos renovables y ríos? ¿Para qué tener nuclear si tenemos gas y renovables? El tema no es para qué tener una cosa si tenemos la otra, sino buscar una matriz diversificada y eficiente que permita aprovechar lo mejor de cada una. Las energías eólica y solar son las más limpias de todas pero son intermitentes. El gas es muy flexible y eficiente, pero contamina (aunque menos que el carbón y los líquidos) y es muy dependiente del precio de los hidrocarburos. La hidroeléctrica también depende del clima. Y la nuclear es limpia y en la base, pero tiende a ser más cara, es poco flexible para salir y entrar del sistema, y construir reactores lleva tiempo y dinero inicial. Las fuentes energéticas no deben ser entendidas como compitiendo unas contra las otras, sino complementándose para proveer energía y recursos a una sociedad.
Embalse es, ante todo, una central que provee energía eléctrica. Pero también es símbolo de todo lo que he intentado de sintetizar aquí. Por eso es una buena noticia.
¡Ah! Y si alguna vez anda por Embalse, anótese para una visita. Verá que ahí no hay líquidos verdes, ni señores Burns ni Homeros Simpson. Hay técnicos e ingenieros argentinos que trabajan de acuerdo con estándares de los más altos y más seguros del mundo. Pase y vea.
El autor es subsecretario de Energía Nuclear, ministerio de Hacienda y Finanzas.