Es un libro inusual y será una presentación atípica, esta noche en la Feria del Libro: un ex militar condenado por delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura escribió una monumental cronología sobre la "guerra revolucionaria en la Argentina", que, según él, comenzó en 1955.
Obviamente, no irá el autor, el ex teniente coronel Jorge Héctor Di Pasquale, quien está preso, supongo que en el penal de Campo de Mayo. Digo supongo porque no conozco a Di Pasquale: hace minutos, luego de aterrizar de un viaje de trabajo a Colombia, vi en Google que está detenido por la represión ilegal en Neuquén, donde él estuvo destinado en los inicios de su carrera militar.
Tan poco lo conozco que en mi primera búsqueda en Google apareció la biografía de otro Jorge Di Pasquale, el sindicalista de los empleados de Farmacia detenido y desaparecido en diciembre de 1976.
En este caso, no me interesa tanto el autor como sí la obra: las cronologías son arduas de hacer, llevan muchísimo tiempo; resultan un trabajo ingrato, pero muy útil para cualquier investigador sobre temas históricos. Un trabajo de preso, literalmente.
De hecho, una vez elegido el tema sobre el cual voy a escribir, lo primero que hago es una cronología lo más extensa posible. El libro de Di Pasquale, el ex militar, el malo, viene a solucionarme esa necesidad porque está muy bien hecho. No solo porque abarca el día a día de aquel conflicto entre las fuerzas militares y de seguridad y las organizaciones guerrilleras sino también porque coloca las dos versiones cuando corresponde —cosa que ocurre seguido— iluminado por la conocida frase de José Manuel Estrada ("Una verdad a medias no es una verdad sino una mentira").
En ese sentido, Di Pasquale cita bastante a otros autores que realizaron trabajos similares y que están ubicados en distintas veredas ideológicas y militantes, como Roberto Baschetti, José D'Angelo y Carlos Manuel Acuña.
Cuando Pedro Güiraldes me invitó a participar de esta presentación dudé mucho de que se realizara dado el poder de persuasión en la Feria del Libro del pensamiento políticamente correcto inspirado por las organizaciones de derechos humanos.
Enhorabuena si estamos en presencia de un cambio hacia el respeto de la libertad de expresión, aunque tiendo a pensar de que se debe, más bien, a que nadie reparó demasiado en que Crónica de una guerra negada fue escrita por un preso de lesa humanidad.
Sí lo hicieron las sucesivas personalidades (filósofos, historiadores, escritores, periodistas) que fueron invitadas a participar de esta presentación, que se han ido bajando una a una.
Por mi lado, no me preocupan los habituales policías del pensamiento, el famoso qué dirán. La ironía, ante todo: al final, es positivo que los presos estudien, investiguen y escriban dado que los procesos judiciales y las cárceles no son nunca instrumentos de venganza sino de justicia, que apuntan no solo a reparar el daño cometido sino también a mejorar a los autores de los delitos. ¿O no es así?
*Periodista y escritor, su último libro es "Salvo que me muera antes"
Seguí leyendo