Sinceramente: el delirio nacional y popular

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(Foto: @hvescudero)
(Foto: @hvescudero)

"Si alguien me pidiera que definiera a Macri en una sola palabra, la única que se me ocurre es: caos. Mauricio Macri es el caos". La que esto escribe es la ex presidente que durante su mandato vio morir a 52 argentinos en la masacre de Once, al menos 89 en las inundaciones de La Plata y más de 20 en los saqueos que en 2013 conmovieron al Interior; circunstancia durante la cual se dedicó a bailar frente a la Casa Rosada junto a la murga Choque Urbano y la ¿actriz? Moria Casán. ¿Qué dirían si algo de esto sucediera hoy los inflamados escribas perionistas, los alarmados cortadores de polleras televisivos y los sensibles opositores que durante doce años bancaron el saqueo K y su caos resultante, y hoy exigen renuncias y cambio de candidaturas al gobierno que lo heredó?

El libro desde el que esto escribe la ex presidente se llama "Sinceramente". Créase o no, le robaron la idea del "Sinceramente" en cursiva a un cantante de boleros mejicano de los Sesenta. Créase o no, el formato y la cursiva del libro recuerdan a ciertos cuadernos, los Rivadavia. Créase o no, el libro no lo edita la argentinísima Colihue sino una multinacional británico-alemana, Penguin Random House; porque vivir con lo nuestro está bien para la plebe, no para las arquitectas egipcias con dependencias en Miami y piso en Nueva York. Créase o no, sobre todo, un libro titulado "Sinceramente" fue escrito por la misma señora que ordenó la mayor operación de falseamiento de datos públicos de la Historia mundial: la intervención del INDEC a cargo de la patota de Guillermo Moreno. Una experiencia concluida en el "Menos de 5% de pobreza" pronunciado por la ex presidenta ante una agencia oficial de la ONU; en el "Menos pobres que en Alemania" del Jefe de Gabinete Aníbal Fernández, el "Se come con seis pesos" del INDEC morenista y el "Contar pobres es estigmatizarlos" del ministro Kicillof; el mismo que también perdió las cuentas de los miles de millones de dólares que nos costó YPF. Sinceramente, ¿qué pasa por la cabeza de quienes entrevistan con respeto a estos personajes, reconociéndolos como actores políticos legítimos en lugar de denunciarlos como los delincuentes que son?

Por el libro de nuestra sincera ex presidenta nos enteramos de lo que ya todos sabíamos. Que apretaba a los profesores de sus hijos cuando les ponían malas notas. Que cree que habla con un vocabulario amplio y un hilo conductor que en el exterior son motivo de admiración. Que los médicos deben sonreírles a los presidentes si no quieren ser investigados por Wado de Pedro y las Madres de Plaza de Mayo. Que la cultura y el arte no eran el fuerte de Néstor Kirchner, el del Centro Cultural. Que entregar el bastón presidencial a Macri hubiera constituido un acto de rendición. Que en sus diálogos con su marido y sus funcionarios la palabra que más usaba era "callate". Que a los dos les encantaban Disneylandia y el Plaza Hotel de la Quinta, con sus habitaciones pintadas de dorado por Ivana Trump, pero Néstor no quería ir al Colón porque era el teatro de la oligarquía. Que los bipolares son muy inteligentes. Que cuando dijo que la soja era un yuyo, la interpretaron mal. Que de pura ingenua firmó el pacto con Irán. Que los muertos de diciembre de 2001 en la Plaza de Mayo no fueron tres, sino treinta (esto -como todo-, no importa lo que digan los registros históricos ni la realidad).

Que en el intento de que ganara Scioli en 2015 aumentó el déficit fiscal un punto del PBI. Que la frase "todos los golpes militares" incluye los de 1930, 1955 y 1976, pero no los de 1943 y 1966. Que los antiperonistas estamos en contra de los derechos humanos. Que a dos décadas de iniciada la revolución sanitaria popular en Santa Cruz Máximo debió usar el avión presidencial de mami para ir a tratarse una infección en la rodilla en un sanatorio de Pilar. Que llegar al tercer matrimonio es cometer un pecado mortal innecesario, como bien demuestran los felices matrimonios de la propia Cristina y de Daniel Scioli, su delfín presidencial. Que los presidentes argentinos pueden ignorar la ley y quedarse con documentos que pertenecen al patrimonio nacional siempre que se los regale el compañero Putin. Que Argentina es un lugar demasiado chico para que habiten al mismo tiempo Néstor y Bergoglio. Que la heladera en la cocina y el inodoro en el baño: cada cosa debe estar en su lugar. Que Moyano fue el último gran secretario general que tuvo la CGT. Que se puede decir cualquier cosa de su gobierno, menos que no fue respetuoso de la ley.

Narcisismo y conspiranoia. Asomarse al universo simbólico de Cristina es asomarse a la devastación cultural que el peronismo impuso al país. Una devastación que funciona como loop auto-reproductivo, destruyendo en su avance las bases éticas e intelectuales que en una sociedad normal impedirían su propagación. El truco preferido de Cristina, repetido en "Sinceramente" hasta la náusea, es el de la falsa cercanía. No importa que la que escribe sea una multimillonaria multiprocesada que estaría presa si no la protegieran sus fueros, ni que los destinatarios de sus palabras sean las víctimas del saqueo que organizó desde el poder. Lo que cuenta es el tono confidencial de sus palabras, que dice y repite "soy una como ustedes" en las orejas de una doliente humanidad. Para lo cual se hace necesario crear una ilusoria intimidad. "Néstor me dijo una vez…", "Máximo me mandó un mensaje…", "Florencia pensaba que…". Y sin embargo, la realidad pasa lejos de allí. Porque "Sinceramente"es Hollywood: luz de gas y un cielo azul pintado. Un decorado. Vidrio, cartón y aserrín.

Cualquiera esperaría que el libro de campaña electoral de una ex presidenta mencionara algún logro de los ocho años en que dispuso del poder, y de datos que respaldaran sus afirmaciones. Pero de eso no hay nada en "Sinceramente", es todo relato. Nada hay para mostrar ni para defender ya que la consonancia entre discurso y realidad es -junto a la separación de poderes- una pretensión decimonónica que el peronismo ha logrado superar en su última edición, corregida y aumentada. He aquí el producto de décadas de betisarlismo; de la confusión entre análisis político y análisis del discurso que impera desde tiempos inmemoriales en nuestro país, permitiendo enunciar extensos y sesudos análisis sin citar una cifra ni referirse a los hechos del mundo real. Es un fenómeno de disonancia cognitiva de escala nacional gracias al cual la sociedad argentina sigue estimando como defensores del patrimonio social a los que permitieron que se destruyera la infraestructura energética y de transporte del país para estimular la compra de splits y de automóviles privados, al mismo tiempo que considera neoliberales privatistas a los que en medio de una situación complicada han invertido como nunca en trenes, estaciones ferroviarias, autopistas, pavimento, redes de gas, cloacas, agua potable y conectividad. Vivir de lo ajeno, pero con códigos.

Cobrarle a la Patria una justa comisión.

Es difícil no ver en "Sinceramente" el disfraz esforzado, la pantomima edulcorada, del delirio nacional y popular. El ínfimo espesor de una historia familiar siempre al borde del patetismo y la tragedia propuesta como saga interpretativa de la Historia nacional. La vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser. El delirio de poder y la insignificancia intelectual. Allí está también, perfectamente representada, la visión del mundo de buena parte de la sociedad argentina que piensa que el peronismo es nuestro horizonte supremo. Paranoicos del complot anti-argentino. Apóstoles del todos roban. Intolerantes que confunden la aplicación de la ley con las persecuciones políticas. Fanáticos de la teoría de que somos los mejores del mundo que al mismo tiempo sostienen que hay que cerrar las fronteras porque con los extranjeros no podemos competir.

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