Monárquicos o patriotas, unitarios o federales, burgueses o anarquistas, Braden o Perón, Tirano prófugo o el Avión Negro, laica o libre, Radicales del Pueblo o Intransigentes, Azules o Colorados, peronistas de Perón o vandoristas, gorilas o fans del 'tirano depuesto', Tendencia u Ortodoxia, burocracia sindical o delegados clasistas, procesistas o subversivos, herministas del cajón o renovadores, menemistas o el Grupo de los 8, kirchneristas o macristas, macristas o uno que pueda ganar.
La historia nativa de los últimos 200 años es generosa en enfrentamientos a cara de perro, degüellos y sangre derramada. Esa ferocidad, más o menos contenida desde 2001, hoy es llamada "grieta", gracias al amable eufemismo que el colega Jorge Lanata deslizó en una entrega de los Martín Fierro.
El problema con esta grieta nuestra es que no deja alternativa. Nos sitúa en una clara colina divisoria: unos acá, los otros allá. Cualquier crítica, por pequeña que sea, obliga a elegir una de las cuestas. Situarse en una zona intermedia, equidistante de ambas pasiones desatadas (en la cima, por ejemplo, haciendo equilibrio, tiritando por la nieve y la soledad) es tarea imposible. Uno cae (o es arrojado, fatalmente) hacia uno u otro lado.
No es la intención de este periodista reclamar un lugar aséptico desde donde opinar con pura objetividad, porque tal pretensión, en tanto sujeto, es imposible. Todo pensamiento, toda idea expuesta es subjetiva, y suele ser bien comprendida por el lector avispado. Si ayuda a pensar, sirve.
A ver… ¿Había grieta en el Titanic, antes del choque con el iceberg, el 10 de abril de 1912? Sí, claro ¿Era una grieta social, económica o política? Las tres cosas, y a lo bestia. Había pasajeros de Primera Clase a todo lujo, los de Tercera acinados en el segundo subsuelo y encerrados después, para que no ocuparan lugares en los botes salvavidas; y estaba la amable Clase Intermedia.
¿Algo cambió durante el naufragio? Sí, dramáticamente. La grieta dejó de ser simbólica. De un lado quedaron los que consiguieron un sitio en un bote, y del otro, los que morían. No hay lugar para sutilezas cuando una multitud se hunde. Es blanco o negro, vida o muerte. En ese momento las personas, más allá de su clase social, se comportan tal cual son. Animalmente.
Hubo muchísimas víctimas y más de un culpable. En primer lugar, la White Star Line, que construyó y promocionó ese lujosísimo barco "inhundible" sin suficientes botes salvavidas. Bruce Ismay, su presidente, iba a bordo, pero tuvo la precaución de asegurarse un bote. El capitán Edward Smith se hundió con su nave, sin abandonar la cabina de comando. Dos clases de personas diferentes, en el mismo lado de la grieta. Tal vez pronto seamos testigos de comportamientos similares, aquí mismo, metafóricamente hablando, claro.
La grieta social (lucha de clases, para un marxista), existe en el mundo desde hace cinco siglos, días más, días menos. Comenzó cuando el capitalismo explotó en Europa gracias al excedente económico que llegaba desde las tierras "descubiertas" (una idea tan graciosa y salvaje como llamar Interior a todo lo que no sea Buenos Aires), y por el decisivo aporte de los filósofos modernos que, a partir de Descartes, colocaron al hombre en la centralidad, por encima de la idea de Dios. Entonces sí, empezó el jaleo.
Kant, el filósofo de la ilustración, no estaba del todo convencido de la infalibilidad del proyecto burgués antimonárquico y capitalista; así que, con prudencia, llamó "cosa-en-sí" a lo incognoscible e inabordable para el ser humano. Hasta ahí, nomás.
Con Hegel, el gran maestro de la dialéctica, la razón se apropia de la realidad. Su idea dio vuelta la historia. Propuesta + negatividad + superación del postulado inicial, para construir una totalidad que otra negatividad pondrá a prueba. Así, hasta alcanzar un Espíritu Absoluto, "en sí", "por sí" y "para sí". Wow. La sartén por el mango, y el mango también.
Así el gran filósofo levantó la Champions europea, motivadísimo por Defensores de la Guillotina, el bravo equipo francés que había dado el batacazo en la Bastilla, 1792. La idea era ir por abajo: cerrar una grieta histórica y multiplicar, meta dialéctica, nuevas grietas para resolver. Nada de esto incluía a los "descubiertos" de América, por cierto, donde lo único absoluto era la cruz, la espada, y el sí señor. Un océano de grieta.
La idea de la historia de Hegel era lineal, progresiva (de allí surge la denominación "progresista") y su dialéctica habla de totalizar… hasta llegar a su propia filosofía, donde la historia se detiene: "Se sabe a sí misma", decía. Esa idea del "fin de la historia", ya en los años post caída del Muro de Berlín, le provocaría un ataque de excitación psicomotriz al audaz Francis Fukuyama, que pensó: "Listo, ya está, calentitos los panchos, se acabó la historia, ganaron los míos". Mmm… No, no. Los futboleros saben bien que no hay que hacer esas cosas.
Lo de Fukuyama es una anécdota menor. La obra de Hegel es monumental y su "Dialéctica del amo y el esclavo" (Fenomenología del espíritu, 1806) provocó el gran parto de la historia: la Super Grieta. La única, para muchos. Ese trabajo inspiró la teoría económica que revolucionaría los dos siglos siguientes. "El amo somete al esclavo, pero lo frustra la inacción; pero el esclavo sometido disfruta mientras crea con la materia". Bingo. Nace la teoría del Materialismo Dialéctico, desarrollada por Karl Marx en su obra "El Capital". Flor de grieta abrieron esos muchachos.
Si alguien, a esta altura, piensa que el periodista se dedicará solo a bucear en grietas históricas, teóricas y alejadas de esta febril coyuntura, sin poner sus piecitos en el barro, se equivoca. ¡A chapalear!
El símbolo de la grieta argentina es Cristina Fernández de Kirchner. Toda pasión, negativa o positiva, se concentra en su figura. Mauricio Macri cosechó en 2015, el cuidadoso sembrado de ese odio. Pero la pelea CFK-Macri es simbólica. El verdadero enfrentamiento es K-antiK, y nada indica que las tensiones se disuelvan luego de las elecciones.
Se trata de un duelo entre ascendidos sociales. CFK, nacida en un hogar clase media de La Plata y enriquecida en el sur, lleva la camiseta de los más pobres. Macri, hijo de un industrial inmigrante y una madre de apellido aristocrático, habla el idioma de los poderosos, y tratan de manera algo paternal a las clases bajas e intermedias.
La grieta, nada en el medio, y en un extremo, ella y él. ¿Está en un extremo realmente CFK? ¿Lo está Macri? Ideológicamente, no lo parece. Veamos.
CFK es peronista. Progresista en sentido hegeliano, sostiene un proyecto económico capitalista con redistribución del ingreso, intervención del Estado, crecimiento (y por lo tanto, algo de inflación), apoyo a las pymes y economías regionales, y planes sociales para los más pobres.
¿Eso es un extremo? Quién lo afirme, debería chocar contra la furia de Defensores de Trotsky, duro equipo que la corre por izquierda, acusándola de bonapartista (un clásico contra todo peronista), de pagar deuda ilegítima, de no nacionalizar la banca y ni las fuentes de producción. De ser pro… sistema.
¿Será CFK la izquierda posible en Argentina, lo más progre que se puede, digamos? Tal vez. Su gobierno funcionó con una economía keynesiana bastante reconocible. No es Hugo Chávez, no nacionalizó mil empresas. Después del conflicto por las retenciones al campo de 2008, fue reelecta en 2011 con el 54% de los votos, que debieron incluir a varios de aquellos bravos chacareros montados en sus Hilux. Tanta plata, se ve, no perdían.
En el otro extremo, Macri, algo más difícil de explicar, más allá de las "sensaciones" a las que tanto recurre Durán Barba, su gurú. ¿Qué hizo? Liberó todo: entrada y salida de divisas, mercado cambiario, importaciones, plazos para liquidar exportaciones, costos de la Energía, combustibles, hasta a Willy, la orca liberó. ¿Eso lo sitúa en la derecha liberal? Sí. Pero no del todo.
Porque liberales dogmáticos como Guillermo Nielsen, juran que son "un gobierno de izquierda", por mantener alto el gasto público, en especial con los planes sociales. ¡Pecatto mortale! Ni hablar de los libertarios fans de Hayek y Von Mises, anarquistas al revés que quieren, casi, la disolución del Estado para que reine la oferta y demanda. Juan Espert (más serio sin Milei, su colega clown), lo cruzó feo: "Macri es un cínico. ¡Nada bueno podía traer alguien que viene del empresariado prebendario". ¡Santos cuadernos, Batman!
A Macri lo corren por derecha, por izquierda y si hay más de cuatro, le cantan el hit del verano. ¿Es posible, al menos, analizar su plan económico? Mmm… Intentémoslo.
La idea inicial parecía ser: tomar deuda y esperar a que, seducidos por su declarado amor por los mercados, y ya sin CFK, las inversiones extranjeras llegarían en forma de lluvia bendita. Y, no. Fue sequía, en todas partes.
Las únicas inversiones llegan para girar en el carry trade, la vieja y querida bicicleta financiera. Toman ganancias extraordinarias gracias a la devaluación de 2018, las Lebacs y ahora las Leliqs, y chau, se van cuando quieren. La fuga de capitales y el Riesgo País rompen récords por esa simpática gimnasia. ¿Qué les funcionó bien? Tal vez parte de 2017, hasta las elecciones de término medio, con aquellos créditos blandos de la Anses, la atención a los planes sociales, algo de pax cambiaria. Ganaron… y otra vez rock & roll.
Lo que sigue es historia reciente. Una crisis económica grave, con un gobierno que no pega una. Se podría hacer un inventario de calamidades, o desmenuzar el nuevo deporte nacional, la judialización de la política. Pero no es ésa la idea, ahora. La idea es volver al concepto "grieta".
¿Qué tenemos?
Por un lado, a la señora del gobierno con programa keynesiano, la gente movilizada y un imaginario popular (para sus críticos, populista, nuevo pecado de época, como para ciertos moralistas la libertad en exceso es "libertinaje").
Enfrente, un gobierno de ricos que se ofende si alguien afirma, aún con números en la mano, que gobierna para los ricos. Pero que al mismo tiempo recibe ataques feroces del establishment, teóricos liberales y grandes empresarios que, causa va, causa viene, consumo muere, ven cómo sus empresas valen menos que en los tiempos de la "yegua populista". Una paradoja muy argentina.
La centralidad de Cristina es tal que, aunque nadie sabe si será candidata o no, crece en las encuestas presentando un libro, sin decir ni mu. Para enfrentarla, se ilusionan con un Macri recargado o, si el desgaste lo deja nocaut, con una nueva versión de la Unión Democrática. Una alianza capaz de sumar a Vidal, Lavagna, Lousteau, Stolbizer, los socialistas, Carrió, Urtubey, Pichetto, peronistas racionales, peronistas irracionales pero anti K, y Massa, que aunque no lo veamos, siempre está. Flor de ensalada.
Así como el peronismo ya es una forma de hacer política que se ha dado la Argentina, la grieta parece reducirse a la furiosa resistencia a un estilo personal, encarnado en CFK. Su proyecto capitalista nacional con fuerte presencia del Estado no parece tan extremo como para provocar pánico en los Mercados, ni siquiera en Barrio Parque. Existe el antecedente de Néstor Kirchner, que le pagó la deuda al FMI y les dijo good bye boys. Por eso la izquierda no los quiere.
Los tenedores de bonos argentinos en Wall Street se los sacan de encima como si tuviesen la peste porque tienen la sospecha (casi la certeza), de que el país no podrá pagar y caerá en default. Un temor comprensible, porque el adelanto que este gobierno le rogó al FMI, luego de incumplir el primer acuerdo, cubre solo este año electoral, con un puchito para 2020. Dentro de un año, el país ya no tendrá los millones de madame Lagarde, ni podrá generar los dólares necesarios, pues su aparato productivo quedó hecho puré. Deberá renegociar, con el cuchillo entre los dientes.
Eso le pasará a CFK si gana. Pero también a Macri si es reelecto, o si gana alguien del equipo Resto del Mundo: Vidal, Lousteau, Felipe Solá, Scioli, Carrió, Moreno, Larreta o el cacique Patoruzú, lo mismo da.
Ah, la grieta… Puede ser tan absurda, tan buen negocio para algunos; un signo de intolerancia, una forma menor de idiotez, la continuación de la lucha de clases por otros medios. Para este periodista es todo eso, y algo más.
La grieta, compatriotas, marca a fuego la distancia entre el miedo a lo que somos, y el miedo a lo que podemos llegar a ser. Espejo contra espejo.
Ay.
Lindo momento para ser uruguayo.
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