Por qué el Papa decretó beatos a los mártires riojanos

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Fuera de lo racional, de la psicología, de la lógica está el mundo de los hombres que hacen en forma sagrada y en celebración. Lo numinoso, lo que conmueve enormemente, lo mucho más que bueno, lo desconocido para los que vivimos en medio de la corriente aferrados a la orilla, aunque a veces la dejemos para adentrarnos en el río.

Enrique Angelelli

El ayer consagrado beato monseñor Enrique Angelelli nació en la Córdoba de Argentina. Allí desarrolló su labor sacerdotal hasta su designación, en el año 1968, frente a la diócesis de La Rioja. Lo recibió una sociedad compleja, de hijos de inmigrantes, pueblos originarios y criollos. Como la de muchas provincias argentinas, dividida entre un segmento de burgueses enriquecidos con la mano de obra semi esclava del campo, los almacenes de los "turcos" y la apropiación de grandes extensiones de tierras "de nadie".

Nuevo obispo de La Rioja

Tenía 45 años, había participado de la Juventud Obrera Católica, recibido una sólida formación en el país y en Roma. Era portador de un carácter alegre y sus amigos le decían "Pelado". En el escudo episcopal gravó su misión con dos palabras: "justicia" y "paz".

Su prédica

Promovió la formación de cooperativas de campesinos y alentó la organización sindical de los peones rurales, los mineros y las empleadas domésticas. "La tierra es para todos, el agua es para todos, el pan es para todos", decía celebrando. En el Movimiento Rural Diocesano se creó la cooperativa Codetral, que entre otras cosas reclamaba la expropiación del latifundio Azzalini.

Su prédica a favor de la justicia social fue como una piedra en el zapato para las familias ricas de la provincia gobernada entonces por Carlos Menem. Lo que poco después se tradujo en la persecución de los dirigentes rurales y fuertes críticas al obispo al que se calificó de "zurdo", aun cuando él también se oponía abiertamente a la violencia armada.

Las muertes y los martirios

Vivió haciendo todo de manera sagrada y murió víctima de un accidente provocado —lo encerraron intencionalmente dos autos en la ruta— cuando regresaba del entierro de dos jóvenes sacerdotes que participaban de su misión evangelizadora: Gabriel Longueville y Carlos de Dios Murias, y un laico, Wenceslao Pedernera. La dictadura cívico-militar los había torturado y asesinado en el mes de julio de 1976. Los crímenes ocurrieron en un contexto de represión dirigida a sectores de la Iglesia Católica que llevaba al mes de agosto cuarenta sacerdotes muertos y más de cien desaparecidos.

Jorge Mario Bergoglio, tiempo después

Treinta años más tarde, en el 2006, el entonces cardenal primado de la Argentina celebró en la Rioja una misa en su homenaje. Entonces habló de aquella circunstancia conflictiva vivida por el obispo en 1973, tres años antes de su asesinato, en pleno período democrático, con estas palabras: "La primera vez que llegué a La Rioja fue en un día histórico, el 13 de junio de 1973, el día de la pedreada de Anillaco, veníamos con el ministro provincial, para tener acá varios días de retiro y reflexión a fin de elegir al nuevo provincial" (de los Jesuitas). Angelelli les predicó el retiro que llevaron a cabo.

"Fueron días inolvidables, días en que recibimos la sabiduría de un pastor que dialogaba con su pueblo, y también las confidencias de las pedradas que recibía ese pueblo y ese pastor, simplemente por seguir el Evangelio. Me encontré con una iglesia perseguida entera, pueblo y pastor" (h. Mons. Bergoglio, 2006).

"Tírenle piedras a Angelelli y a los suyos"

La alusión a "las pedradas" no era metafórica. El gobierno provincial de Menem envió un grupo para apedrear a monseñor Angelelli mientras celebraba misa en la parroquia de Anillaco. Hubo pedrada, se suspendió la misa y se retiró Angelelli. Estos hechos y las persecuciones a dirigentes rurales impresionaron hondamente al padre Arrupe dos meses después, cuando llegó a La Rioja y supo de los sucesos. El jefe de la Orden de los Jesuitas recorría América Latina para reflexionar sobre la vigencia de "la opción por los más pobres" consagrada en el Concilio Vaticano II.

Un pastor enamorado de su pueblo

Enrique Angelelli, de quien la Iglesia ahora reconoce su beatitud, fue definido por Bergoglio en su visita a aquella provincia como "un pastor enamorado de su pueblo, porque lo acompañaba hasta las periferias geográficas y existenciales clamando por la justicia" y lo definió como "un hombre de encuentro, de periferias, que pudo vislumbrar el drama de la patria" (2006). Y hoy el espíritu de Angelelli y de los otros mártires nos estregan definitivamente su sacrificio como alimento de la energía del pueblo pobre, núcleo central del pueblo de la patria.

Hoy, domingo 28 de abril, se celebra en Roma una misa en acción de gracias por la beatificación de los mártires riojanos que será presidida por el arzobispo de Bahía Blanca, monseñor Carlos Azpiroz Costa, a las 19, en la Iglesia Argentina de Villa Borghese.

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