Desde el día de la victoria en las elecciones, el 28 de octubre, el presidente Jair Bolsonaro y su gabinete tuvieron que cambiar sus estrategias de rumbo, tanto en el sector externo como en la política doméstica. Es claramente el caso del ministro de Economía Paulo Guedes. Aquel día, por la noche, declaró ante un grupo de periodistas que la Argentina no era una prioridad. Hoy su visión es muy diferente, como también lo es la de su jefe. Esta semana que pasó ambos expresaron, en distintos momentos, una alarma justificable: la crisis financiera y económica que conmueve al país pone en riesgo la vigencia de la "nueva derecha" como modelo regional.
No es el miedo a que la economía brasileña se contagie con el "efecto tango", como se solía llamar aquí al crac del 2001. Aunque el desempeño de la actividad económica de Brasil está por debajo de lo que se esperaba, con el sector industrial en caída, Bolsonaro cuenta con un poderoso respaldo en dólares (380 mil millones de la divisa norteamericana) que lo protege ante cualquier "virus" desestabilizador. Desde luego, esto es lo que llevó a Guedes a ilusionarse con una capacidad de autonomía de Brasil en la región, que le permitía prescindir del uso del castellano porteño. Era más que suficiente con el inglés.
Eso explica la secuencia de viajes internacionales del presidente brasileño. Primero estuvo en Estados Unidos (el 18 de marzo); luego pasó por Chile, donde había encuentro del Grupo de Lima (el 22 de marzo) y finalmente recaló en Israel, los primeros días de abril. Por entonces no estaba en su agenda recalar en Buenos Aires, algo que hará el próximo 6 de junio en una decisión que se tomó la última semana. Y es en ese contexto que se produjeron otros dos hechos: primero fue el desembarque del canciller Ernesto Araújo en Ezeiza para encontrarse con el ministro Jorge Faurie, al tiempo que era recibido en la Rosada por Mauricio Macri. El segundo acto ocurrió el jueves pasado en Río de Janeiro y tuvo como protagonistas al ministro Nicolás Dujovne y su colega Guedes.
Lo que se destacó en ambas ocasiones fue la decisión de Bolsonaro y su equipo de adoptar una actitud más "proactiva" en relación con el gobierno argentino. El respaldo se expresó de manera categórica: "Apoyamos al presidente Macri y al esfuerzo de estabilización emprendido por el ministro Dujovne" señaló Guedes. Más categórico aún fue el propio Bolsonaro, para quien un triunfo de la oposición en las presidenciales argentinas sería casi una "catástrofe". Declaró en una reunión con periodistas en el Palacio del Planalto: "No queremos una nueva Venezuela en América del Sur".
A la luz de una eventual derrota macrista, Bolsonaro y Guedes entendieron que no pueden "manejar" la región sin contar con la Argentina. En todo caso, no les alcanza con Chile ni tampoco con Colombia, pues, guste o no, el anclaje de Brasil está en el Cono Sur. Un fracaso del modelo liberal-conservador argentino, con la asunción de autoridades más eclécticas, significará que pierden un "socio" en el emprendimiento de la nueva derecha, lo que puede hacerles sentir una suerte de aislamiento poco conveniente para el país.