Hace mucho tiempo que la muerte de Juan Duarte está rodeada de misterio. Se ha especulado sobre lo que habría realmente sucedido. Por un lado, hay quienes sostienen que fue mandado matar, y entre los autores intelectuales de ese supuesto asesinato se le atribuyó responsabilidad al entonces Presidente de la Nación, Juan Perón.
La otra versión, y que es la más instalada, es que Duarte se habría quitado la vida la noche del 8 de abril de 1953, según se cuenta, pues estaba atravesando un muy mal momento, sospechado de corrupción, acorralado, subsumido en una depresión que lo habría llevado a tomar esa drástica decisión.
Es cierto que el misterio le ganó al suceso, el que nunca fue esclarecido. También es innegable que hubo varias irregularidades relativas a la supuesta escena del crimen, que fueron muy bien descritas y reseñadas por mi colega Marcelo Larraquy en su nota publicada en Infobae.
Hace algunos años, en una de las tantas conversaciones que mantuve con el historiador Enrique Pavón Pereyra, de gran cercanía con Perón, le pregunté cómo había muerto Juan Duarte. Pavón Pereyra al principio se quedó callado, me miró, luego me comentó que era un tema delicado, y seguidamente me relató lo que una vez, según me dijo, le había confiado el mismo Perón.
Después de la muerte de Eva Duarte, las acciones de su hermano Juan se habían devaluado, no solo en el ámbito de sus negocios, sino además en el político, y con el mismo Juan Perón, quien ya le había perdido la confianza. Los hechos de corrupción estatal se habían transparentado y por ese motivo Perón había ordenado la creación de una Comisión de Control del Estado, a cargo del general Justo León Bengoa.
Entre los sospechados e investigados estaba su cuñado Juan Duarte, que había sido citado por la comisión para declarar el jueves 9 de abril de 1953, ya que existían en su contra algunos cargos por hechos de corrupción. Esa terrible y grave noticia le cayó muy mal a Duarte, quien se enojó muchísimo con Perón, considerando que le había soltado la mano.
El miércoles 8 de abril Perón pronunció un encendido discurso por radio, donde ponía al descubierto los hechos de corrupción de su gobierno, y entre otras cosas dijo: "Robar al pueblo es traicionar a la patria". Al final de ese día, Perón se retiraba de la Casa Rosada. Iba acompañado de su custodia, tres efectivos de la Policía Federal, caminando por el Patio de Honor, que también se lo conoce como Patio de las Palmeras.
En ese instante se cruzó con Juan Duarte –que ya había renunciado al cargo de secretario privado–, quien lo increpó violentamente. Perón y Duarte estaban frente a frente. Duarte comenzó a insultarlo y a recriminarle a Perón, que lo escuchaba pacientemente sin responder las ofensas que estaba recibiendo. Esa situación hizo enfurecer aún más a Duarte, víctima de un trastorno explosivo que le provocó, entre otros síntomas corporales, sudoración en su cara. Tan fuera de sí se hallaba que, en un momento con gestos violentos, hizo un movimiento con la mano derecha llevándola dentro de su saco, como para sacar algo. En ese instante, la custodia de Perón interpretó que Duarte podría estar armado, y con el fin de salvaguardar la vida del presidente, le efectuaron un disparo que impactó en la cabeza de Duarte, que cayó muerto rápidamente.
Según esta versión, Duarte no estaba armado. El ademán de su mano dentro del saco fue para sacar un pañuelo, seguramente con el sencillo objetivo de secar el sudor de su cara. De esta forma habría muerto trágicamente Juan Duarte, en un hecho confuso, ante la presencia de muy pocos testigos. Perón y tres de sus custodios. El jefe de la Policía Federal, el comisario Miguel Gamboa, hombre de absoluta confianza de Perón, fue quien tuvo que intervenir en los detalles de este trágico accidente.
En la historia argentina hay muchas otras muertes que no se esclarecieron. Vaya uno a saber por qué hubo y sigue habiendo tanto misterio en la muerte de Juan Duarte. A las versiones que se barajaron hasta hoy, ahora agregamos esta nueva, que el mismo Perón se la habría confesado a su biógrafo oficial, y que el destino hizo que nunca se publicara.
El autor es miembro de la Academia Argentina de la Historia. Profesor de la USAL.