Salud universal para todos y todas, en todas partes

Maureen Birmingham

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Cada 7 de abril celebramos el Día Mundial de la Salud, y este año lo hacemos con la premisa de alcanzar la "salud universal para todos y todas, en todas partes". La fecha y el lema no son simplemente eso, implican un compromiso efectivo con valores y principios, con reafirmar que la salud no es un privilegio ni una mercancía, sino un derecho humano fundamental.

Salud universal significa que todas las personas tengan acceso, sin discriminación alguna, a servicios de salud integrales de calidad, cuando y donde los necesitan. Es una meta que Argentina comparte con todos los países del planeta y está integrada en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible adoptada por las Naciones Unidas en 2015. Sin embargo, a pesar de que hubo muchos avances en el mundo, ¿por qué no la hemos alcanzado todavía y qué hace falta para hacerla realidad?

En los últimos 40 años, hemos comprobado que los países que han basado sus sistemas de salud en la atención primaria de calidad son los que lograron más resultados en salud, con más equidad, eficiencia y sostenibilidad. Las naciones exitosas son las que centraron la APS en las personas, las familias y las comunidades —y no en las enfermedades—, con servicios integrales y continuos que incluyen promoción de la salud con participación social, acciones preventivas, así como servicios curativos y de tratamiento, de rehabilitación y paliativos.

Cuando hablamos de salud universal, también estamos hablando de la eliminación de barreras para acceder a los servicios de salud tanto físicas como geográficas, culturales, económicas o de género. Además requiere abordar los determinantes sociales de la salud, que son aquellas condiciones y el entorno en el que las personas nacen, crecen, viven, trabajan y envejecen, y que afectan la salud. ¿A qué me refiero? Al aire que respiramos, los alimentos que comemos, el agua que bebemos, la educación que recibimos, la vivienda que tenemos, los contaminantes ambientales, nuestras condiciones de trabajo y protección social, entre otros determinantes.

Por último, aunque no por ello menos importante, la salud universal requiere de la rectoría y acción del Estado, ya que sin eso no es posible asegurar el derecho a la salud, especialmente para los que viven en situación de vulnerabilidad.

Es cierto, el reto de la salud universal es ambicioso y alcanzarlo no será sencillo, pero un hecho reciente me permite asegurar que hay motivos para sentirnos esperanzados. ¿A qué me refiero? A la Conferencia Mundial sobre Atención Primaria de Salud realizada en octubre pasado en Astaná, Kazajstán, donde hubo un llamado global a la acción para hacer que la salud para todos sea una realidad en el siglo XXI.

Funcionarios de salud, organizaciones de la sociedad civil, representantes de jóvenes y otros grupos interesados de 129 países —incluido Argentina— se reunieron allí para renovar el compromiso asumido 40 años atrás en la Declaración de Alma-Ata, que había sido el primer pronunciamiento internacional en destacar la importancia de la APS como la piedra angular de los sistemas de salud en la era moderna.

A pesar de que hubo un movimiento contrario en la década del 80 y principios los años 90, los países volvieron a adoptar los valores y principios fundamentales de la salud universal basada en la atención primaria en el inicio del siglo XXI, aquellos mismos valores y principios que habían sido plasmados en la histórica conferencia de Alma-Ata de 1978 y que también están incluidos en la Agenda 2030.

Con el compromiso y la rectoría del Estado, una participación activa de la sociedad civil —incluidos los jóvenes—, una inversión adecuada y una gobernanza efectiva, todos los países pueden avanzar de manera significativa hacia la salud universal para todos y todas, en todas partes. Con la equidad y la solidaridad como valores fundamentales, el compromiso es no dejar a nadie atrás en su derecho a salud y ello implica hacer un esfuerzo especial para dar voz a quienes no han sido escuchados y a quienes están en situación de exclusión o vulnerabilidad.

Desde la Organización Panamericana de la Salud/Organización Mundial de la Salud (OPS/OMS) felicitamos a la Argentina por los pasos audaces y concretos que está dando a través de su estrategia de Cobertura Universal de Salud (CUS) para cumplir con esta visión de salud universal basada en atención primaria y garantizar colectivamente el derecho a la salud de la población.

La autora es representante de la Organización Panamericana de la Salud y la Organización Mundial de la Salud en Argentina.

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