De la “imaginación al poder” a la acción climática global

Julián Reingold

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(Foto: Nicolás Stulberg)
(Foto: Nicolás Stulberg)

Pasaron más de 50 años desde aquella movilización de estudiantes y trabajadores que sacudió a París y al mundo entero: el Mayo francés. El coletazo de la protesta en el país galo tuvo su secuencia sísmica en nuestro país un año después, en la "furiosa avalancha" de obreros y estudiantes denominada "Cordobazo". Este 29 de mayo se cumple medio siglo desde aquel paro obrero y estudiantil contra la dictadura de Juan Carlos Onganía. Sin embargo, entre los dos aniversarios de estas épicas movilizaciones que signaron el curso de la protesta social argentina en la segunda mitad del siglo XX tuvo lugar otro acontecimiento que ya se ha convertido en un hito temprano de este turbulento —y casi distópico— siglo XXI: la huelga estudiantil mundial del pasado viernes 15 de marzo reclamando acción climática inmediata a los gobiernos para prevenir las catástrofes que ya está sufriendo la humanidad por culpa de los efectos del calentamiento global.

El mantra del desarrollo sustentable —pensar globalmente y actuar localmente— parece finalmente haber encontrado su medium a través de las redes sociales: Facebook, Twitter, Instagram y Snapchat conectaron a las juventudes millennials y centennials que, en lugar de preocuparse, decidieron ocuparse del asunto y pasar del campo digital a la verdadera arena de definición política: las calles y las plazas que circundan a los parlamentos y las casas de gobierno.

Sin nada que envidiarle a míticas figuras de la talla de Dany le Rouge o Agustín Tosco, la heroína de esta historia es una adolescente sueca llamada Greta Thunberg, quien a una temprana edad se vio sumida en depresión al volverse consciente de la amenaza que el cambio climático representa para el futuro de la humanidad. Nombrada "Mujer del Año" en Suecia y recientemente nominada al Premio Nobel de la Paz, el pasado agosto saltó a la fama con una pancarta que convocaba a una "Huelga Estudiantil por el Clima" frente al Parlamento sueco, luego de un verano europeo de los más calientes que se tenga registro. Pocos se imaginaron que apenas seis meses después la repercusión de su activismo se vería reflejada en una convocatoria global para reclamar un volantazo a los gobiernos del mundo y así cumplir los objetivos del Acuerdo de París, a los que la comunidad internacional se comprometió en 2015 para limitar en 1,5°C el aumento de la temperatura del planeta sobre niveles pre-industriales. En palabras de Greta: "Más de 1,5 millones de estudiantes en huelga el pasado 15 de marzo probaron que sí importa lo que hagamos y que nadie es demasiado pequeño como para hacer una diferencia".

La trama actual se fue tejiendo viernes tras viernes, y replicando en distintas capitales de Europa y América del Norte, alertando que el futuro de la humanidad se definirá de acuerdo con las medidas que se tomen en el transcurso de la próxima década, después de la cual los efectos del Antropoceno serán irreversibles sobre la tierra, el cielo y los mares. En los últimos meses la agrupación Extinction Rebellion ocupó sistemáticamente las calles de Londres y otras ciudades en el Reino Unido, a la vez que el Sunrise Movement en los Estados Unidos recibe el madrinazgo de figuras como Naomi Klein a modo de contraofensiva frente al negacionismo climático de Donald Trump y el lobby petrolero.

Mientras tanto, en África se celebró en los últimos días la Semana del Clima, donde el Movimiento Ambientalista de la Juventud de Ghana (GYEM, por sus siglas en inglés) se hizo escuchar como parte de la Alianza Panafricana de Justicia Climática (PACJA, por sus siglas en inglés), justamente en un continente que acaba de ser brutalmente golpeado por el ciclón Idai, cuyo paso dejó a más de 1,7 millones de personas afectadas por las inundaciones en Mozambique, un problema que tampoco es ajeno para los países sudamericanos.

Estudios recientes realizados por científicos de la Universidad de Florida sostienen que con el cambio climático la atmósfera ahora contiene más humedad (porque se ha vuelto más caliente, en promedio), lo cual significa que puede haber más agua disponible para lluvias. Si hay algo positivo que reportar en medio de esta catástrofe, es que quedó demostrado que gracias a los parques nacionales y las reservas de bosques naturales de Mozambique buena parte de las precipitaciones fueron absorbidas por estas zonas de amortiguamiento, previniendo que más agua sea conducida hacia zonas urbanas.

Durante el #15MClimático, la cita en Buenos Aires fue frente al Congreso Nacional, donde la estudiantes secundarios trataron de hacerle entender a la clase política: "Debemos cambiar mucho, debemos cambiar ya, antes de que cambie todo", y en esa colmada Plaza Congreso la convocatoria superó ampliamente las expectativa de los organizadores. Allí dejaron en claro que la protección ambiental es su piso ético y  Jóvenes por el Clima, sede Argentina del movimiento internacional Fridays For Future, con el apoyo de las organizaciones Aclimatando, Climate Save Argentina y R21, entre otras tantas, presentaron un comunicado oficial ante la Cámara de Diputados exigiendo "declarar al país en estado de emergencia climática" a partir de las siguientes acciones pertinentes:

-Controlar y hacer cumplir las leyes de presupuestos mínimos ambientales.

-Cumplir con lo estipulado en el Acuerdo de París y considerar las conclusiones del último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés).

-Promover una alimentación sostenible para terminar con la degradación ambiental que genera la ganadería y la agricultura animal.

-Acelerar la transición justa hacia una matriz energética de fuentes renovables.

-Implementar medidas concretas de adaptación al cambio climático en Argentina.

(Nicolás Stulberg)
(Nicolás Stulberg)

¿Qué nos falta? Que se sumen los adultos, padres de esta juventud movilizada, junto con las masas de trabajadores del campo y la industria nacional —sobre todo los suspendidos o desocupados—, aquellos que en las últimas décadas se vieron reemplazados por máquinas en la producción agrícola o que directamente no pueden tener en funcionamiento al máximo su capacidad productiva por culpa de una recesión que frenó el consumo interno y congeló la economía. ¿Podemos imaginarnos a una CGT ecologista? Sin dudas sería una buena variante para la reinvención desde hace tiempo está pendiente en el sindicalismo argentino. Ya no podemos seguir discutiendo sobre capitalismo sin hablar sobre cambio climático: cada sector es en parte responsable del problema, pero también parte de la posible solución. La industria por un lado debería encargarse de adoptar tecnologías sustentables motorizadas por energías renovables, y el campo por un uso prudencial del suelo y una vuelta a la producción de comida no como mercancía sino como alimento sin pesticidas.

¿Pero quién puede planificar todo esto? El Estado. ¿Cómo? A través de lo que, por ejemplo en Estados Unidos, se está buscando conseguir con el Green New Deal, es decir, un plan de producción y desarrollo económico que esté en sintonía con el medio ambiente y los recursos naturales. Como dice Greta: "El cambio está en el horizonte, pero para verlo también tenemos que cambiar nosotros".

El debate electoral que se viene en los próximos meses, antes de que nuestro país elija a un nuevo presidente, debe incluir un abordaje a esta problemática, ya que no hay un Plan B para el cambio climático, como tampoco existe un planeta B para la humanidad. La sociedad argentina en su conjunto, los jóvenes y también los más grandes, podrían seguir la senda de Greta para salir de la grieta que nos aleja cada vez más del desarrollo sustentable: "Hagan algo" es la consigna; el momento, ahora.

El autor es sociólogo (UBA) y estudiante de MSc en Ambiente y Desarrollo Sustentable (UCL).

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