Cómo explicarle a los hijos que tienen que vivir en un país partido en gajos

Terminó un fin de semana que mostró al país dividido. Once preguntas que debemos responder frente a nuestros hijos y el problema de no tener qué ofrecerles más que una tierra arrasada por guerras culturales interminables

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Las dos marchas del fin
Las dos marchas del fin de semana

Protestas contra un gobierno democrático bajo una excusa tributaria que termina con discursos antisemitas y xenófobos. ¿1932? No, París año 2019. En Buenos Aires hay quienes quieren replicar lo de los chalecos, aunque no dimensionan la parte odiosa. Miles de personas sostienen que la democracia ya probó no servir. ¿Explanada de La Piedad en 1930? No, 2019 en cualquier red social. Judíos destinatarios de cualquier responsabilidad por cualquier cosa. ¿Alemania de 1934? ¿Francia de fines del siglo XIX? ¿Italia del 1910? ¿Buenos Aires de 1919? No, Berlín, París, Roma y Buenos Aires en 2019.

Hace dos meses, no más, se cumplieron 100 años de la semana trágica y pasó casi desapercibido. Una serie de jornadas que no se dieron de un día para el otro: hijos de inmigrantes comandados por otros hijos de inmigrantes y hasta algunos inmigrantes se nuclean bajo una liga a la que llamaron "patriótica" para atacar a otros inmigrantes por el mero hecho de ser inmigrantes. La policía también ayudó al reprimir a cuatro manos y, cuando no, la revuelta terminó con más de 300 judíos muertos "por no saber cantar el himno". Los que sobrevivieron, les fueron colocadas las piernas sobre el cordón de la vereda para ser fracturadas mientras saqueaban sus propiedades. Sus hijas y esposas fueron violadas, ya que el pene del psicópata no es tan racista.

Y si hoy tenemos algún registro de lo ocurrido en el Once cuando ya competíamos por el primer puesto del mundial del PBI, es gracias al personal de la embajada de Estados Unidos, los únicos que salieron a contar como cadáveres humanos esos que tenían barba y kipá.

Nunca quise irme, pero cada día me resuena más fuerte la respuesta de mis antepasados a la pregunta básica de por qué se fueron de sus países: “no era un lugar para criar a mis hijos”.

Si hoy ponen en el buscador de cualquier red social las palabras "sionista", "judío" o "Israel", se encontrarán con algo espeluznante: miles de tuits a toda hora culpando al judaísmo de todos los males de la sociedad, o por comunistas, o por capitalistas.

Incluso se puede leer nuevamente teorías conspiranóicas que hablan de un complot "masónico-judeo-liberal", algo que no se leía desde que Ricardo Curutchet abandonó este plano astral dejando la revista Cabildo en manos de Caponetto. Hay quienes creen que el Holocausto fue un invento, imaginemos qué podemos esperar de recordar lo que pasó en Pasteur y Lavalle.

Durante el siglo XX la humanidad fue testigo de la consolidación de los valores de la Ilustración. Habrá comenzado con la Carta de los Derechos de 1689 en Inglaterra, habrá tenido su expansión con la Revolución Americana de 1776, la Francesa de 1789 y la Independencia de América durante las primeras décadas del siglo XIX, pero la superación de las pruebas de fuego se dio con los resultados a largo plazo de dos guerras mundiales.

44 años más tarde del final de la última, el colapso de la Unión Soviética llevaría al resto del mundo el sistema capitalista. La parte del liberalismo humano se les pasó, ya que no son de comulgar mucho con los derechos humanos, pero nadie puede resistirse a clavarse un Big Mac en la Plaza Roja. Todavía hay quienes creen que la guerra fue por el temita de la obsesión de Hitler con los judíos, pero nadie dimensionó el alcance del horror hasta la irrupción de los Aliados en los campos de concentración. La última guerra fue, básicamente, por una forma de vida. La larga disputa entre capitalismo y comunismo que le siguió, confirmó la idea.

¿Cómo se le enseña amor por la Patria que lo vio nacer si cualquier sector no concibe un futuro sin el sometimiento o exterminio del otro, si el que no piensa como yo es extranjero?

Siglos de guerras civiles y entre coronas para llegar a un consenso mínimo de qué se deseaba –que nadie nos joda más que lo suficiente para garantizar nuestra libertad– seguidos de otro siglo de guerras para crear países nuevos en los que todos fueran iguales ante la ley, continuados de otro siglo de guerras calientes y frías para lograr imponer una forma de vida irresistiblemente atractiva, y todo para que hoy, a 330 años de la primera manifestación, a 230 de la declaración universal de los derechos del hombre, a 133 de la separación de la Iglesia y el Estado en la Argentina, y a 30 de la caída del Muro de Berlín estemos discutiendo nuevamente cosas que hasta ayer estaban saldadas.

Hay quienes cuestionan que la Tierra es redonda y se dedica a revisar lo ya investigado hace un par de milenios, imaginemos qué podemos esperar sobre los consensos mínimos del funcionamiento de una sociedad. Cualquiera puede cuestionar lo que se le antoje, pero no es lo mismo el reclamo de respeto a la coherencia de ideas que el reclamo de respeto a una obsesión.

Derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad privada. Tres pilares que sirven de consenso elemental para el desarrollo de las sociedades modernas.

¿Cómo podemos hablar de proyecto de país si nadie está dispuesto a ceder un ápice de lo que cree correcto porque son sus “valores”, confundiendo valor con opinión personal, historia de vida y transmisión familiar?

No es curioso que el derecho a la vida sea debatido hoy con identificación ideológica y religiosa sin prestarle demasiada atención a la ciencia. Tampoco es llamativo que las posturas terminen siendo aprovechadas políticamente, y así es que tenemos un debate binario que va desde la interpretación de quienes consideran que la libertad es un lujo que no podemos darnos mientras la Patria esté en peligro, y llega al otro extremo con la interpretación de quienes creen que la propiedad privada es una construcción burguesa para proteger el capital sustraído ilegalmente a los pobres. Ambos creen que el que piensa distinto está con el otro indefectiblemente. No se trata de puntos medios: se puede coincidir con una postura sin afiliarse a ningún partido.

Miles de personas se movilizan en reclamo de algo que quedó en pausa desde el año pasado y que este año ya se sabe que no se tratará. Muchos creyentes en la causa se acercan a manifestarse y son aprovechados por otros para hacer política. 100% aprovechamiento político de una causa. ¿Alguien marcharía para que no se sancione una ley que obligue a usar medias hasta la rodilla si ni siquiera existe una chance de que se presente el proyecto a debate?

Miles de personas se juntan como cada año bajo el lema de conmemorar un nuevo aniversario del último golpe —militar— del cual pasaron 43 años. Muchos creyentes en la causa se acercan a manifestarse y conviven con otros que aprovechan la movida para putear al gobierno. 100% aprovechamiento político de una causa, cuando la movilización fue heterogénea e incluyó a personas que comulgan con el gobierno y así y todo sienten la necesidad de repudiar públicamente la dictadura.

¿Cómo se hace si una falta de coincidencia convierte a un amigo en un traidor?

Curiosidades de la sociedad, todos creen que están haciendo lo correcto en nombre de la Patria.

No sé si la Argentina se ha convertido en un país invivible o soy yo que a medida que me hago más grande tengo menos ganas de aguantar cosas en pos de una esperanza que arrastro desde que tengo memoria. ¿Cuándo nos tocaría? Antes me divertía la imprudencia y hasta era capaz de caer en la provocación por puro juego. Hoy veo reacciones a supuestas provocaciones que no son más que pensamientos sueltos.

Nunca quise irme, pero cada día me resuena más fuerte la respuesta de mis antepasados a la pregunta básica de por qué se fueron de sus países: "no era un lugar para criar a mis hijos".

Al repasar lo que tuvieron que fumarse en el Río de la Plata desde la década del 40 a la fecha, uno podría preguntarse en qué cazzo estaban pensando, pero eso sería desconocer que lo que dejaban atrás era aún peor. Sin embargo, la frase vuelve a repercutir en mi cabeza y me lleno de preguntas.

¿Cómo hacemos para creer en mejoras de base si hablar de la economía y de los pobres que siguen durmiendo en la calle es hacerle el juego al kirchnerismo, y recordar los atropellos del gobierno anterior es hacerle campaña a Macri?

¿Cómo se hace para criar un hijo en país como éste?

¿Cómo se le enseña amor por la Patria que lo vio nacer si cualquier sector no concibe un futuro sin el sometimiento o exterminio del otro, si el que no piensa como yo es extranjero?

¿Cómo podemos hablar de proyecto de país si nadie está dispuesto a ceder un ápice de lo que cree correcto porque son sus "valores", confundiendo valor con opinión personal, historia de vida y transmisión familiar?

¿Cómo se hace si una falta de coincidencia convierte a un amigo en un traidor?

¿Cómo hacemos para creer en mejoras de base si hablar de la economía y de los pobres que siguen durmiendo en la calle es hacerle el juego al kirchnerismo, y recordar los atropellos del gobierno anterior es hacerle campaña a Macri?

¿Cómo podemos pensar a futuro si vivimos permanentemente discutiendo hasta el pasado que no vivimos?

¿Cómo se hace si vemos una grieta política donde hay un abismo cultural?

¿Cómo explicamos que la única forma de dirigirnos al otro es para humillarlo?

¿Cómo le explicamos el respeto por la institucionalidad si ve que no podemos definir siquiera qué es un delito y qué no?

¿Cómo le enseñamos a nuestros hijos el respeto por el de al lado si ve que sus padres y sus amigos se cagan a puteadas por cosas que en su vida podrán resolver?

¿Cómo se puede pensar que enseñarle a un hijo a luchar por la supervivencia es un buen deseo y no el reconocimiento de un país fallido en el que pasan los siglos y aún discutimos cómo vivir?

Nada aprendimos. Nos comimos el siglo XX, parte del XIX; nada aprendimos y ni ganas de aprender tenemos. A veces no entiendo a los que nunca se enteran de nada, pero en épocas como la actual, los envidio. Después de todo, es lo único que queda para no volvernos locos.

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