En un artículo publicado recientemente, el reconocido historiador Luis Alberto Romero escribió: "A lo largo de mi vida, el fin del peronismo fue un tema recurrente. Mi cultura política comenzó a formarse en 1950, a los seis años, oyendo en la tertulia de mi casa, '¡Esto no dura!'. En 1955, despojado de los resortes del poder, se volvió a augurar su muerte, pero resurgió, renovado y vigoroso. Durará mientras viva Perón, se decía después. La muerte del viejo líder fue un golpe fuerte, aunque no tanto como la derrota electoral de 1983. Pero pronto resurgió otro peronismo, adecuado a la democracia, diferente pero robusto".
Conocedor de los vericuetos de la vida, el general Juan Domingo Perón afirmaba que la única verdad es la realidad y, a golpes de evidencia, Luis Alberto Romero fue virando del antiperonismo familiar a una mirada más realista y también, por qué no, menos amarga de la política. Los años no vienen solos, especialmente cuando se posee cierta sensibilidad que da la profesión de historiador y como tal procura despojarse de prejuicios.
La contradicción forma parte de la esencialidad humana. No debe ni sorprendernos ni horrorizarnos. Tan solo entenderlo. Los barquinazos de nuestra historia dejan a más de uno mareado y mirando al cielo. Luis Alberto Romero no es una excepción y quien escribe esta nota, tampoco.
Toda esta introducción viene a cuento porque estos últimos tiempos se ha puesto de moda afirmar que la decadencia argentina comenzó hace setenta años. Es más, el pensador Juan José Sebreli, amigo del Gobierno, hasta le puso fecha y hora: las 10 de la mañana del 4 de junio de 1943. En definitiva, el gran responsable de la decadencia argentina es y ha sido el peronismo. ¡El asunto no puede ser tan sencillo!
Un importante colectivo intelectual como es el Club Político Argentino contiene a una variopinta galería de pensadores que cavilan en esta dirección. Promover un cambio cultural que haga tabula rasa con tradiciones y costumbres arraigadas en nuestra historia, higienizando un pasado que se les antoja desagradable. El esfuerzo no tiene destino.
Sin embargo, no todos los que allí se reúnen piensan de ese modo, es el caso, sorprendente, de Luis Alberto Romero, quien escribió un artículo en el diario La Nación donde afirma: "¿Cómo es posible que un Estado activo como es el que tuvimos en los años 30 o durante el primer peronismo haya llegado a ser esa cosa lastimosa que nos legaron los Kirchner? La Argentina moderna llegó a tener un Estado potente capaz de diseñar y sostener políticas de largo plazo como la educativa de los años 80 o la reorganización estatal de los años 30, que —opiniones aparte— tuvieron una profunda influencia en la sociedad. En la primera mitad del siglo XX la tensión entre Estado y concesiones se mantuvo en relativo equilibrio. La última fórmula eficaz fue la 'comunidad organizada' de Perón pero fue personal e irrepetible. Luego de 1955 la prosperidad comenzó a estrecharse, arreciaron los conflictos distributivos, se resintió la movilidad social y los gobiernos con poca legitimidad encararon ambiciosos proyectos como las políticas de promoción industrial" (3/2/2019).
De alguien que ha profesado antiperonismo desde la cuna esta mirada debería ser atendida por más de un intelectual y personas del común que persisten torpemente en concepciones que han sido superadas fundamentalmente por los fundadores del antiperonismo. En la dirección de Frondizi, Illia, Balbín, Aramburu y Lanusse, Luis Alberto Romero procura una mirada del problema novedosa para ese sector al ubicar el inicio de la crisis luego del 55 y a valorar La comunidad organizada, utopía peronista nacida de aquel escrito del General para el Congreso de Filosofía de 1949, y que siempre fue tildada por la intelectualidad liberal, de izquierda, de derecha, de arriba o de abajo, de ser un libelo de alto voltaje fascista. Como dice el dicho, nunca es tarde cuando la dicha es buena.
Lo cierto es que hoy el peronismo atraviesa su crisis más grave. Y quizás la novedad hace reflexionar de este modo a Romero. Un sector del peronismo ha roto con el viejo partido y sigue un camino diferente a la tradición de La comunidad organizada. Influenciado por la izquierda larvada y chic pos muro de Berlín, el kirchnerismo ha decidido romper con el peronismo organizando otro partido, Unidad Ciudadana. El peronismo tardará en reorganizarse, para eso deberá remozar y actualizar valores que siempre tuvo y estaban algo escondidos, en la penumbra de una época que ya fue.
El autor es profesor e historiador.