Vidal por Macri: el plan B que, día a día, crece dentro de Cambiemos

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(Foto: NA)
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Este domingo se realizaron elecciones en Neuquén. Fue una campaña dura, parejísima y cuyo resultado tendrá repercusión nacional. Sin embargo, Mauricio Macri no viajó ni realizó ningún gesto de respaldo a su candidato en los últimos días. Esa ausencia contrasta con el activismo de Cristina Kirchner, que recibió en su fundación al candidato peronista Ramón Rioseco y luego envió un mensaje a los neuquinos para que lo votaran.

Esta semana, además, uno de los gobernadores más cercanos a Macri, el jujeño Gerardo Morales, decidió separar su destino del Presidente al adelantar las elecciones. Eso mismo hicieron los gobernadores radicales de Mendoza y Corrientes. En La Pampa, el candidato del Presidente fue derrotado en una interna de Cambiemos. En Córdoba, se ha producido una rebelión del sector liderado por Ramón Mestre contra la intención de Macri de imponer la candidatura a gobernador de Mario Negri.

Cada uno de estos episodios, aislados, no querría decir nada, podría obedecer apenas a cuestiones de lógica local. Pero juntos revelan una evidencia: Macri está en un momento de evidente debilidad, aún en la fuerza política que construyó y lidera.

Quienes niegan esta situación tienen un fuerte argumento para sostener su posición. Mientras otros se alejan del Presidente, los líderes de los dos principales distritos del país, capital y provincia de Buenos Aires, decidieron convocar a elecciones el mismo día que lo hace Macri. O sea, que el destino de María Eugenia Vidal, de los intendentes de la provincia de Buenos Aires y de Horacio Rodríguez Larreta estará atado al de Macri. Ese dato es clave para entender lo que ha comenzado a pasar en los últimos días, casi en paralelo con los sustos que, ya habitualmente, ha empezado a provocar la evolución del tipo de cambio.

La estructura del PRO de la capital y de la provincia de Buenos Aires está atravesada por el miedo a perder todo, justamente porque la imagen de Macri está muy deteriorada y será, hasta hoy, quien encabece la boleta presidencial. Eso motiva que las miradas se dirijan hacia una candidata mucho más competitiva, que es la gobernadora Vidal.

"Mauricio es nuestro líder y nuestro candidato". "No hay plan B". "María Eugenia hará finalmente lo que diga Mauricio". "Mauricio estuvo muchas veces al borde del precipicio: al final, siempre se recuperó y ganó". "Si Macri no gana, es porque la economía está muy mal. Y eso arrastra también a Vidal". Hay una batería de frases hechas con las que los dirigentes relevantes del oficialismo responderán frente a cualquier consulta disparada por el hecho de que María Eugenia Vidal tiene más posibilidades de ser electa presidenta que el propio Macri. En público, parece que la decisión está tomada y que no hay marcha atrás. No es lo que sucede en privado. Los hechos ocurridos en Neuquén, Córdoba, Mendoza, La Pampa, Corrientes y Jujuy son apenas la punta visible de una situación mucho más profunda.

En off, un histórico dirigente de Cambiemos describió la intranquilidad con un ejemplo muy didáctico que afecta a Horacio Rodríguez Larreta, quien parece tener la situación más holgada porque gobierna la capital. "Con Macri de candidato, habrá un voto castigo que dañará incluso a Rodríguez Larreta. Si Roberto Lavagna respalda a un buen candidato en la ciudad, y ese candidato desplaza al kirchnerismo del segundo puesto, Horacio tendrá muchas dificultades para conservar la Ciudad. Todo el mundo recuerda lo que ocurrió en 2015, cuando Martín Lousteau casi gana. Y Macri estaba en su mejor momento. Y Lousteau no tenía el arrastre de ningún candidato a presidente. En todas las encuestas aparece la bronca. La idea de alinear las elecciones presidenciales con las de la Ciudad funciona para el PRO si el escenario es de completa polarización con Cristina. En la Ciudad no hay manera de que el kirchnerismo pueda ganar. Pero si aparece una tercera opción, puede expresarse fuerte el voto castigo".

Ese escenario es aun más angustiante en la provincia de Buenos Aires, donde algunos intendentes del PRO expresan la misma preocupación, que ha llegado al gabinete de la mano de dirigentes de origen peronista como Cristian Ritondo y Joaquín de la Torre. En ese distrito, el principal del país, todas las mediciones otorgan una amplia ventaja a Cristina Fernández sobre Macri. Eso hace peligrar la continuidad de Vidal en la gobernación. Ella tiene una imagen positiva muy alta y en una competencia mano a mano tiene altas chances de ganar. El problema es que compite contra la fortaleza de Fernández de Kirchner en la provincia y carga con la mochila del Presidente, si este encabeza la boleta.

"En estas condiciones, el gobernador de la provincia de Buenos Aires será el que elija Cristina", dramatizó esta semana un hombre del equipo político de la gobernadora. Esa situación se traslada con más dramatismo hacia abajo, donde los intendentes temen que una tercera opción exprese el voto castigo sin necesidad de caer en el kirchnerismo: eso los debilitaría al punto de perder en distritos controlados hasta ahora cómodamente.

La situación de ambos distritos cambiaría si la candidata fuera María Eugenia Vidal y no Macri. La política es una disciplina cruel. Por más que lo quieran a Macri, por más que reconozcan el trabajo que hizo para derrotar al kirchnerismo, por más que no tengan idea si Vidal está en condiciones de gobernar el país, los números mandan. Y las encuestas son muy contundentes. Macri hoy retiene cierta chance de ganar en un ballotage solo contra Cristina. Pero, ¿qué pasará en la primera vuelta, donde se define el destino de los intendentes y de Vidal? ¿Qué pasaría si aparece una tercera fuerza competitiva, que es la gran incógnita de este momento? Además, ¿es seguro que en estas condiciones le gana a Cristina?

Lo sorprendente es que ese debate es admitido por funcionarios con acceso al Presidente. Todos reconocen que la foto actual les preocupa. Una semana Macri aparece arriba de Cristina en un ballotage, la semana siguiente, abajo. Es una pelea parejísima con destino incierto. Pero recuerdan muchos antecedentes en los que, al comienzo de una campaña, el Presidente empezó desde muy atrás. La expectativa de la Casa Rosada se sostiene en que, si hoy, en condiciones económicas muy malas, la elección es pareja, eso se puede transformar apenas aparezcan datos positivos de crecimiento, aumento del consumo y desaceleración de la inflación.

Para muchos economistas, eso no ocurrirá: basta con leer lo que están escribiendo Miguel Ángel Broda y Carlos Melconian. El ministro de Economía, Nicolás Dujovne, agita en cambio un dato de las últimas horas, los despachos de cemento aumentaron un 13% entre diciembre y febrero, y en esa área fue el febrero más potente desde 2004. Pero el dólar se mueve, obliga a subir la tasa a niveles astronómicos y las listas de precios llegan con remarcaciones cercanas al 10 por ciento. Se verá en qué medida tienen razón los optimistas o los pesimistas, pero quien mire cómo anda el país deducirá que los segundos tienen una buena chance.

María Eugenia Vidal es un extraño caso de un dirigente político cuyo destino la va llevando hacia lugares insospechados, aun a su pesar. Su desembarco en la provincia de Buenos Aires se produjo por un hecho fortuito: la negativa a hacer lo mismo por parte de la vicepresidenta Gabriela Michetti. Su llegada a la gobernación obedeció a otro gambito inesperado: la errada designación de un contrincante, Aníbal Fernández, que le favoreció muchísimo las cosas. La situación actual podría derivar en otra de esas combinaciones del destino. Una parte importante de la sociedad, que rechaza a Macri por la mala gestión de la economía, también rechaza a Cristina y está buscando una alternativa: Vidal aparece, de nuevo, como la mejor posicionada. Pero ella no puede hacer nada para buscar la presidencia. Su única alternativa es que decante sola por la fuerza de las condiciones objetivas.

Claramente, no es el deseo de Macri. Porque los jefes son así: mueren con las botas puestas. O eso suelen decir.

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