Adiós a la privacidad: un registro nacional de ADN como Gran Hermano de la nueva era

Patricia Bullrich volvió a hablar de su intención de universalizar las muestras de ADN como método de identificación personal. Una idea polémica, inédita en el mundo y cuyos efectos negativos son mayores a los positivos

Dice un viejo refrán que «el que nada tiene que ocultar, de nada tiene que preocuparse», con un simplismo que a lo largo de la historia ha llevado a planes criminales. Sin embargo, nunca debería ser así cuando se trata de la privacidad de las personas.

Un comentario de la ministro de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich, generó cierto revuelo entre las personas medianamente informadas y pasó sin pena ni gloria por el firmamento mediático: un registro nacional de ADN.

Si bien la idea original no tiene oposición constitucional –un registro de ADN de violadores sentenciados para ahorrar tiempos de búsqueda en futuras reincidencias—, la barrera comienza a complicarse con los registros criminales en general: un homicidio es un delito, también lo son las lesiones leves culposas. ¿Mereceríamos figurar de por vida en un registro de ADN por un delito que en el registro de reincidencias se elimina a los dos años en caso de recibir la pena máxima por causar moretones en un choque de automóviles? Si bien no estoy de acuerdo, incluso este punto se puede discutir desde la experiencia mendocina. Pero cuando Bullrich sostiene que el registro de ADN debería extenderse a todos los ciudadanos del país –todos incluye a los que no cometieron nunca un delito–, entramos en el lugar de lo indefendible.

Primero, según los argumentos de la ministro, es importante para «muchas cosas que suceden» y sólo pudo mencionar tres: desaparición de personas, paternidad y maternidad. Incluso si tomamos este magro listado, el primer punto ya resulta polémico. Si bien muchas familias que hoy no pueden dar con sus seres queridos se verían ilusionadas con esta posibilidad, no sabemos cómo harían para rastrear la desaparición de personas a través de un registro de ADN. ¿Levantarían rastros de cualquier bar reventando el derecho a la privacidad de todos sus clientes porque alguien dijo que una persona desaparecida fue vista por allí? Lo único que se explica de esa afirmación es que la ministro se refiera a la búsqueda de hijos de desaparecidos yendo por la vía compulsiva.

Ningún potencial fin benéfico debería estar por encima de ningún potencial resultado negativo. O sea: si los protagonistas activos del 100% de las violaciones son hombres, la solución no es encarcelar preventivamente a todos los hombres

En el mundo existe un solo país con un registro nacional de ADN:Suecia. Y no abarca a todos sus habitantes ni fue hecho con sus consentimientos, sino que se hizo a sus espaldas utilizando las muestras de sangre de todos los nacidos desde 1975. Esas muestras sí habían sido autorizadas con un fin loable: rastrear la incapacidad de metabolizar fenilanina. En 1975 no existía la secuenciación del génoma humano.

En 1998, sin que ningún sueco se enterara, una disposición interna permitió que la policía pudiera utilizar las muestras de sangre para configurar un banco genético que saltó a la luz por primera vez en 2003, tras el asesinato de la canciller Anna Lindh y la velocidad con la que se supo que uno de los sospechosos era el autor.

Y aquí nos encontramos con el primer punto para desarmar esa teoría de que si nada oculto nada me preocupa y por eso permito que el Estado se meta en mi vida un poquito más: no sabemos qué nos deparará el futuro.

Todos los que forman parte desde 1975 del experimento médico no consintieron que en el futuro el Estado pudiera saber hasta de qué podrían morir. Esto también trae a colación de que ningún potencial fin benéfico debería estar por encima de ningún potencial resultado negativo. O sea: si en Twitter surgen fake news, la solución no es cerrar la red social para evitarlas; si los protagonistas activos del 100% de las violaciones son hombres, la solución no es encarcelar preventivamente a todos los hombres; si la caspa se establece en el cuero cabelludo, la solución no es la decapitación.

Patricia Bullrich

La ministro estrella del gobierno –quizá la única que puede mostrar números positivos en las estadísticas comparativas de su gestión– sostiene el ADN «es la huella digital del siglo XXI», lo cual es todo un tema. Primero, porque la huella digital del siglo XXI sigue siendo la huella digital; segundo porque gemelos monocoriales monoamnióticos comparten el mismo ADN y tienen distintas huellas digitales –punto para la huella digital– y tercero, porque el ADN comenzó a investigarse a mediados del siglo XIX, unos cuarenta años antes de que Juan Vucetich elaborara su sistema de identificación dactiloscópica.

Volvamos a la infinidad de beneficios que podría traer una base nacional de ADN y ayudemos poniendo más posibilidades: no sirve para resolver casos de corrupción, no resuelve el 100% de los homicidios por arma de fuego en la vía pública –el ADN, lamentablemente, no viaja abrazado a las balas–; no resuelve robos a mano armada, salvo que haya forcejeos previos con mechas arrancadas y restos de piel en las uñas. Un hurto de automotor, quizás, sí podría resolverse si el auto aparece entero y su ladrón no padece de alopecía total. Obviamente, buena parte de los casos de abuso sexual sí podrían resolverse, pero ante la duda, volvamos al punto de qué estamos dispuestos a sacrificar en nombre de un bien superior.

Imaginemos un proyecto que diga que todas nuestras conversaciones serán grabadas por seguridad. ¿Usted lo aceptaría?

Si creemos que un registro nacional de ADN no podría ser usado en contra de nadie, tendríamos una confianza estúpidamente optimista de que  siempre nos gobernarán personas sensatas y respetuosas de los derechos individuales del hombre

El que nadie teme, nada debe, no veo por qué no deberíamos permitir que el cabo Gutiérrez sepa que usted odia la comida de su suegra, o que detesta a varios de sus compañeros, o que tiene ganas de salir de joda con sus amigos a espaldas de su pareja, o a quién piensa votar, o cuándo va a ir al banco a retirar dinero, o que una adolescente está planificando iniciar su vida sexual con su noviecito de la escuela.

Imaginemos qué podría imaginar el cabo Gutiérrez si sabe que todos los días vamos al mismo bar varias veces y lo deja asentado: somos alcohólicos o nos gusta el especial de crudo y queso, cualquier opción es factible, pero solo presumible. Lo mismo ocurre con las cámaras de video: si captaran que usted entra todas las noches con su auto a la 1-11-14, puede suponer que se dedica al menudeo de estupefacientes, o que allí vive un amigo o un pariente. Todo es subjetivo, pero el que nada oculta, nada teme.

Holanda pretendía un mejor conocimiento de su población y decidió incluir la orientación religiosa en un censo que facilitó que tras la invasión alemana picaran en punta en la efectividad del Holocausto, con el 80% de la población judía exterminada

Si creemos que un registro nacional de ADN no podría ser usado en contra de nadie, nos estamos olvidando nuevamente del principio elemental: una confianza estúpidamente optimista sobre un futuro en el que jamás de los jamases habrá un cambio de paradigmas legales y siempre nos gobernarán personas sensatas y absolutamente respetuosas de los derechos individuales del hombre. Básicamente, sería desconocer nuestra historia y la de la humanidad, esa que nos dice que Holanda pretendía un mejor conocimiento de su población y decidió incluir la orientación religiosa en un censo que facilitó que tras la invasión alemana picaran en punta en la efectividad del Holocausto, con el 80% de la población judía exterminada. ¿Quién en su sano juicio iba a imaginar que ocurriría eso si todavía nos cuesta dimensionar el tamaño de aquel horror?

La noticia en el New York Times

Año 2050 y una resolución de un ministro nacido en 1998 dice que se cruzarán los datos del registro nacional de ADN con los del ministerio de Salud y quiero ver cómo hacen los argentinos del futuro para conseguir una prepaga que los acepte a los 25 años con probabilidades genéticas de desarrollar alzheimer, leucemia arterioesclerosis. Un cruce de datos entre el registro nacional de ADN y el Banco Central y quiero ver quién consigue un crédito a largo plazo con una información genética que manifiesta una posibilidad de sufrir enfermedades cardíacas a temprana edad. Personas más buenas que Lassie atado comiendo avena orgánica, podrían no saber que en su información genética tienen problemas mentales similares a los de algún pariente desconocido que se convirtió en un asesino serial.

El abanico es infinito con lo poco que conocemos hoy, si encima somos tan idiotas de suponer que la ciencia avanzará en el futuro, básicamente nos estamos olvidando que en el Mundial de Alemania 2006 todavía existía la televisión analógica, el iPhone era un sueño delirante de un demente, faltaba un mes para que saliera al público la primera versión de Twitter y, al no existir Whatsapp ni Facebook, sólo teníamos que protegernos de lo que descargábamos de Ares o de los links que llegaban por mail.

¿A quién le damos la administración confidencial de nuestra información genética? ¿Al ministerio de Seguridad o a la Policía Federal a los que les hackearon sus cuentas? ¿En serio?

Año 2019 y científicos denuncian en una nota del New York Times que China utilizó el programa «Exámen Médico para Todos» para extraer compulsivamente muestras de ADN de millones de habitantes que permitiera identificar a los uigures –una minoría étnica de mayoría musulmana– con mayor facilidad. Al mismo tiempo, organizaciones de derechos humanos afirman que en China varios cientos de miles de uigures fueron remitidos a «campamentos de capacitación laboral». Las convocatorias llegaban a los teléfonos celulares. Los científicos que colaboraron dicen haber creído que estaban participando de un «proyecto colaborativo internacional», pero en sólo un año se recolectaron muestras de ADN de 36 millones de personas

Podrán decir que el proyecto argentino –sí, no fue un comentario al pasar, Bullrich viene hablando del tema desde 2016– en realidad sólo contempla la utilización de marcadores para individualizar personas, pero esto alcanza para trazar sus relaciones de parentesco, algo que la huella digital tampoco permite y que, nuevamente, deja abierta la puerta a futuros impredecibles ¿por qué no agregar algo más si ya permitimos los marcadores?

En toda Europa y Canadá se considera que una base de datos de ADN de personas que no hayan delinquido es una violación al derecho a la privacidad

Este es un punto que, por más tonto que parezca, no es menor. Supongamos que está claro que nunca en la historia nos tocará nuevamente un dictador –algo que en Venezuela también daban por sentado desde 1958– y confiamos en la infalibilidad de nuestras instituciones conducidas por argentinos tan argentinos como los argentinos que no nos caen bien:

¿A quién le damos la administración confidencial de nuestra información genética? ¿Al ministerio de Seguridad donde hackearon desde la cuenta de Twitter de Bullrich –no, no es joda– hasta la casilla de denuncias con todos los datos de quienes aportaban datos sobre narcotraficantes? ¿A la Policía Federal a la que le hackearon la cuenta de la Dirección de Inteligencia contra el Crimen Organizado –no, tampoco es joda– con el consecuente acceso a diálogos con el Poder Judicial en los que figuraban escuchas, pedidos de seguimiento, declaraciones de testigos en comisaría y hasta los nombres de policías infiltrados? ¿Al Poder Judicial compuesto por mismos jueces que puteamos todos los días? ¿En serio? Es el mismo criterio que permite que nos ahorremos el debate por la pena de muerte: debería ser aplicada por estos jueces.

Minority Report

Es curioso como todos recurrimos a la Constitución Nacional cuando nos conviene y la tratamos de vejestorio anacrónico cuando no. Las garantías del derecho a la privacidad nos ponen de la cabeza cuando un gobernante que no cae bien decide implementar un sistema único para el transporte público con nuestros datos y nos negamos a que el gobierno sepa a dónde vamos y a dónde no. Pero cambia el signo político y está todo bien con que el gobierno sepa mejor que yo si voy a palmar de cáncer. Quizá sea por estos principios que en toda Europa y Canadá se considera que una base de datos de ADN de personas que no hayan delinquido es una violación al derecho a la privacidad.

También llama la atención como muchos utilizan la cuestión monetarista para lo que les conviene, como cuando rechazan la gratuidad de un aborto por el agobio fiscal que padece el país, pero no dimensionan el costo de realizar un examen de ADN a 44 millones de personas.

Por último, lo más peligroso: es bajar la bandera de la prevención.

Del mismo modo que nos acostumbramos a que las cámaras de seguridad no las monitoreen ni los ovejeros de la división perros y sólo sirvan para intentar resolver crímenes una vez que estos fueron cometidos, un registro de ADN sólo sirve para la resolución de una escasa gama de delitos, pero sólo una vez que fueron consumados y si las condiciones acompañan.

Salvo que pretendan monitorear a individuos porque en su información genética salta que son parientes de criminales, o que tienen una predisposición a la psicopatía aunque no la hayan manifestado, ante lo cual estaríamos violando el más importante derecho después del de la vida: el de la libertad, ese que dice que nadie puede ser juzgado por lo que no hizo.Al menos que creamos que Minority Report es una historia que merece ser vivida y ahí sí, entreguemos lo que nos queda a la buena suerte de tener un buen o mal gobernante, habilitemos la intervención telefónica voluntaria, pongamos cámaras dentro de cada habitación de nuestras casas y que todo sea monitoreado por extraños. Total, si no tengo nada para ocultar…

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