Seguramente la sociedad conoce el lazo rosa, representativo de la lucha contra el cáncer de mama; y también el lazo rojo, símbolo que muestra el apoyo a la lucha contra el sida. Pero, ¿conoce el lazo dorado?
El lazo dorado es un símbolo que compara la fortaleza y la resistencia del oro con las características de los niños con cáncer. Se utiliza para expresar apoyo y solidaridad a la lucha contra el cáncer infantil.
El cáncer afecta tanto a los más pequeños como a los más grandes. Tiene el mismo nombre. Se origina de la misma manera. Sin embargo, es erróneo afirmar que esta enfermedad influye en el niño de igual manera que en el adulto. De hecho, hay algunos tipos de cáncer que afectan a los mayores y no a los menores, y viceversa. Existen otros que en adultos tienen mal pronóstico y en pediatría se curan. Además, y principalmente, no es lo mismo vivirlo en la infancia que en la adultez. Los pequeños no suelen tener otras enfermedades crónicas, antecedentes de cirugías o enfermedades graves.
La realidad es que no estamos preparados como sociedad para ver sufrir a un niño; siempre buscamos protegerlos, son más vulnerables. Ante el diagnóstico de cáncer infantil, se genera una revolución en la familia, se piensa en lo peor, y en cuánto tiempo de vida queda.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud, gracias a los avances en diagnóstico y tratamiento, más del 80% de los niños con cáncer sobreviven. En Argentina, según los datos del Instituto Nacional del Cáncer, más del 70 por ciento. Esta enfermedad afecta a alrededor de 300 mil infantes y adolescentes en el mundo por año, y 1300 son argentinos.
Debemos dejar atrás el estigma del paciente enfermo de cáncer, ese al que en las películas veíamos pálido y sin fuerzas. Hoy en día, en la mayoría de los casos, los niños transitan el proceso con mayor energía y optimismo. Muchos hospitales y centros de salud promueven actividades para diversas festividades, y para cuando terminan el tratamiento. Estos eventos les brindan momentos de alegría para poder seguir transitando este arduo camino, que muchas veces parece que nunca llega al final.
Ver a un pequeño sin pelo a todos nos genera tristeza; nos encantaría que se cure rápido y no tenga que estar más tiempo en el hospital. Sin embargo, no necesita de nuestra lástima. No gana nada con ella.
Como sociedad, debemos olvidarnos de las palabras "niños enfermos de cáncer", y simplemente referirnos a ellos como "niños que están recibiendo un tratamiento para estar mejor". Es solo una cuestión de vocabulario, lo sé. Cambiar las palabras no cambia su situación, pero los ayuda a no sentirse estigmatizados.
Los adultos que los acompañamos solemos tener la mirada puesta en el tratamiento; no olvidemos, además, de acompañarlos en actividades lúdicas, salidas, estudio, festejos, ayudarlos a integrarse a su grupo de amigos, compartir tiempo con la familia y reír.
El 15 de febrero es el Día Mundial del Cáncer Infantil. Con la idea de generar conciencia en la sociedad y visualizar esta problemática usaremos una remera blanca. Cada vez son más las asociaciones que colaboran para que tomemos conciencia y nos aseguremos de que todos los niños en el mundo tengan la misma oportunidad de curarse. Con un diagnóstico oportuno y un tratamiento temprano, es real que los pequeños tienen mejores posibilidades.
Como decía Danny Thomas, fundador del St Jude Children's Research Hospital: "Ningún niño debería morir en el amanecer de su vida". Está en nuestras manos generar esta posibilidad.
La autora es profesora especialista en Enfermería Oncológica de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral y Enfermera Educadora en Oncología Pedriática.