Certidumbre económica e incertidumbre política. Así puede resumirse el escenario de corto plazo en la Argentina, con vistas a la elección de octubre próximo. Toda una novedad, si tenemos en cuenta que las repentinas y bruscas disparadas del dólar y del índice de precios afectaron, muchas veces, la previa de los procesos electorales.
Sin embargo, como veremos la certidumbre económica no está exenta de dificultades, mientras que la incógnita política va mostrando de a poco indicios y novedades.
Se sabe que el oportuno salvataje del Fondo Monetario Internacional, además de postergar un posible default o renegociación de la deuda a 2020, dio suficiente aire al gobierno para insistir con la candidatura de Mauricio Macri al próximo turno electoral. Los cuantiosos fondos aportados por el FMI y su plan de estabilización lograron anclar el tipo de cambio, aunque inflación, recesión, tasas de endeudamiento y riesgo país permanecen muy altos. El gobierno logró capear la crisis y mejoró significativamente las chances del Presidente de hacer un buen papel en la compulsa mayor de octubre.
Con estas novedades, resulta claro que la gestión de Cambiemos intentará llegar a las elecciones presidenciales mostrando inflación y dólar bajo control y, de ser posible, crecimiento de la economía. Tendrá la oportunidad de posicionarse ya no como el causante sino como el verdugo de la crisis.
El gobierno considera que este es el mejor escenario posible para lograr la reelección del Presidente. Por lo tanto, intentará que nada atente contra este proceso; es decir, buscará "congelar" la realidad bajo el supuesto de que el actual "empate" entre Mauricio Macri y Cristina Kirchner se transformará en victoria del oficialismo en octubre. Así, tampoco este año el gobierno lanzará iniciativas para reformar el país, causante de los fuertes desequilibrios recurrentes que nos afectan hace décadas: nada que pueda alterar el escenario electoral que Cambiemos considera positivo y predestinado.
En este contexto, el gobierno considera que logrará la reelección de Macri con el funcionamiento de dos motores turbo: el logro del déficit primario cero y un fuerte crecimiento de la economía a partir del segundo trimestre.
Es posible, aunque conviene recordar aquí que todos los escenarios económicos pronosticados por Cambiemos en los últimos tres años fracasaron. ¿Será diferente ahora?
Puede que la búsqueda del déficit cero, que el gobierno está realmente empeñado en alcanzar, se vea dificultado por problemas en los ingresos fiscales, es decir, por un desempeño de la recaudación peor que lo esperado debido a una recesión más prolongada o más profunda que la prevista inicialmente.
El segundo motor que el gobierno confía que le asegurará la relección a Macri, el crecimiento de la economía, tropieza por ahora con una realidad contraria y un pronóstico incierto. El Vice Jefe de Gabinete de la Nación acaba de anunciar que ya se perciben fuertes signos de recuperación, y que la recesión ha quedado atrás. A su vez, varios altos funcionarios nacionales han sostenido públicamente que la próxima cosecha permitirá revertir las penurias económicas (apotegma de todos los gobiernos argentinos de los últimos 150 años). También los economistas ligados a Cambiemos dicen que lo peor ya pasó y pronostican que los malos guarismos en inflación y recesión quedaron en el pasado. A pesar del optimismo, todo está sujeto a confirmación.
Recordemos que el principal fracaso de los planes del FMI en Argentina y en otros países se debió a cálculos demasiado optimistas en la ecuación recesión-recaudación. Dicen que la señora Lagarde lo sabe y que esta vez la fórmula será exitosa: "Hemos asumido en nuestro modelo una hipótesis muy conservadora de crecimiento", nos confiesa un integrante del equipo técnico del organismo internacional que monitorea permanentemente la economía de nuestro país.
El gobierno hace bien en privilegiar lo económico. Los argentinos siempre miramos nuestro bolsillo antes de emitir el voto. Es por eso que resulta relevante evaluar los límites de esta promesa de Cambiemos en relación con sus chances electorales.
Con una pérdida cercana al 15% en el poder de compra del salario y de las jubilaciones impactando sobre el consumo, y con niveles muy bajos de inversión pública y privada, no queda claro cómo se cumplirán los pronósticos gubernamentales de crecimiento fuerte y sostenido de la economía a partir del segundo trimestre.
En la misma dirección, el considerable aumento de la presión impositiva impulsado por la gestión macrista muy probablemente mantendrá bajas las tasas de inversión y de creación de empleo.
Además, con el salvataje el FMI intervino la política económica y monetaria del gobierno y, con ello, eliminó su capacidad de seguir aumentando el gasto público, un factor fundamental para delinear mejor los escenarios electorales de octubre.
En efecto, Cambiemos ganó la elección de medio término de 2017 por dos factores, principalmente: la fragmentación en el liderazgo peronista y el aumento desmesurado del gasto público y del endeudamiento. Sobre el primer factor volveremos más adelante. Importa señalar aquí que el presidente Macri buscará su relección sin disponer ahora de la capacidad de aumentar el gasto, ni de endeudarse, ni de fomentar artificialmente el consumo o el crédito, y sin siquiera disponer de recursos para infraestructura que permitan movilizar al resto del tejido económico. Toda una novedad.
Es decir, Cambiemos enfrentará la campaña electoral sin un factor central: la disponibilidad de cuantiosos fondos para gastar discrecionalmente. Por lo tanto, habrá que ver cómo se logra la promesa gubernamental de crecimiento económico y, sobre todo, si el electorado lo sentirá para las elecciones de octubre, de tal manera de predisponer mejor el voto a favor de los candidatos del oficialismo.
Pensando más a largo plazo, otra de las certezas económicas que confirmó el actual proceso de crisis y estabilización es la imposibilidad de que nuestro país salga de su atraso estructural sin reformas de fondo; una verdad de perogrullo que, sin embargo, el actual gobierno -como casi todos los que lo precedieron- desestimó, favoreciendo los resultados que están a la vista. Si, hacer lo mismo provoca los mismos resultados.
Yendo ahora a la política, el escenario electoral está marcado por la incertidumbre política, porque no sabemos quiénes serán los candidatos de la oposición a competir en la elección presidencial del octubre. Que Cristina Kirchner se presente o no, además de afectar las chances electorales del oficialismo y la oposición, tiene sus efectos sobre la mayor o menor capacidad del peronismo de unirse y, consiguientemente, de presentar un candidato único.
Como ya lo señalamos, la división del peronismo y la consiguiente presentación de candidaturas divididas facilitó el triunfo de Cambiemos en 2017 (y en 2015). Hoy persiste en la oposición una fuerte desorientación, lo cual favorece a Macri.
A diferencia de las promesas económicas, los escenarios político-electorales propuestos por los estrategas de Cambiemos se cumplieron, en 2015 y 2017. Esta es una de las mayores fortalezas del equipo de campaña nacional del oficialismo, que comanda Marcos Peña. Pero sus triunfos presentan ahora un desafío a futuro: ¿cómo ganar la elección de octubre a pesar de los malos resultados económicos, sin posibilidad de expandir el gasto y con una opinión pública por ahora mayoritariamente opuesta a la relección del Presidente?
El gobierno plasmó su plan electoral a partir de dos convicciones políticas: que Cristina Kirchner será candidata y, por lo tanto, que el peronismo concurrirá a las elecciones presidenciales dividido, es decir, con más de un candidato, provocando su derrota. Sería de esperar que el oficialismo siga promoviendo la candidatura de la ex presidenta, como llave para mantener la fragmentación del justicialismo y, de esta manera, lograr la reelección de Macri.
Sin embargo, un ex ministro kirchnerista nos advierte, por el contrario, que las penurias que los tribunales le afligen a diario a Cristina Kirchner la impulsarán en una dirección opuesta, es decir, a su corrimiento de la escena electoral, permitiendo el logro de una única fórmula peronista por consenso.
En el peronismo se confrontan hoy dos visiones. Una (que también pregona el gobierno), sostiene que la "irracionalidad" de la ex presidenta la llevará a competir a cualquier precio; que el odio a Macri la hará perder la elección. La otra, que Cristina Kirchner tomará la decisión de no competir a nivel nacional -o de hacerlo en provincia de Buenos Aires- para así deshacer su encerrona judicial, ungiendo a un candidato transaccional -es decir, acordado con el resto del peronismo- que pueda ganarle a Macri, y que se conformará con ubicar a sus incondicionales en las listas de diputados, de tal manera de mantener poder político e institucional.
En cualquier caso, la suerte electoral de Cambiemos depende hoy de lo que suceda en el peronismo, lo que no implica que éste logre tomar el control del proceso, ni mucho menos frustrar el intento reeleccionista de Macri.
Este escenario electoral hoy más probable podría mutar hacia otro diferente: el signado por la emergencia de un candidato tapado (y que ya es parte de la política) que surja como respuesta a la demanda de más de la mitad de la población que rechaza optar entre Mauricio Macri y Cristina Kirchner, y que logra imponerse al sumar parte del voto de los dos contendientes tradicionales con el de los independientes.
Es como si en una carrera entre dos rengos, mientras todos estábamos enfocados a que gane el menos malo, aparece de repente un corredor inesperado con piernas sanas que llega primero a la meta.
Por ahora un escenario sin indicios suficientes a la vista como para considerarlo seriamente, pero de resultado abierto.