A estas alturas de revolución islámica iraní, se puede decir que esta ha tenido éxito, pero Irán no tanto.
Las conmemoraciones de las cuatro décadas de revolución iraní culminaron esta semana con una ristra de celebraciones oficiales alrededor de lo que llaman los "10 Días del Amanecer", que marcaron el período del 1° al 11 de febrero de 1979, cuando el clérigo chiíta Jomeini volvió del exilio y expulsó al último gobierno del sha de Persia.
Desde su comienzo, la revolución islámica se apoyó en varios grupos, incluyendo el movimiento nacionalista, el Partido Comunista y los comerciantes que financiaron la revuelta, y fue apoyada tanto por hombres como por mujeres, religiosos y laicos. Lo que tenían en común todos era su oposición al sha y su totalitarismo, la crisis económica que afectaba a la mayoría de iraníes, la falta de libertad de expresión y el culto a la personalidad del monarca y su familia, que había convertido a Irán, a ojos de sus gentes, en un emulador de Occidente.
Durante la transición entre la salida del sha y la llegada de Jomeini, apoyado por el Ejército, el líder religioso construyó una narrativa de Estado democrático que descansaba en la jurisprudencia islámica, combinando principios democráticos, como un parlamento y elecciones a presidente, con el liderazgo supremo del líder religioso.
Sin embargo, la combinación cosmética no convence. Especialmente no a sus disidentes ni a las minorías oprimidas dentro del país; una nación en la que los homosexuales son ejecutados por serlo y las mujeres cuyo chador no está colocado "adecuadamente" son penadas, por poner solo dos ejemplos.
El régimen chiíta iraní incentiva, arma y financia a grupos terroristas fuera de sus fronteras, como Hezbollah. Ha llevado a cabo terroríficos atentados, como el de la mutual argentina judía AMIA, de 1994, con sus 85 muertos, aún impune. Interviene en la política latinoamericana, como en el caso de Venezuela, y es un actor principal en la guerra civil que azota Siria desde 2011.
Cuando unos 26 millones de iraníes viven en la más absoluta pobreza, según informó un prominente economista iraní, Hoseein Rafhar, a la agencia de noticias iraní ISNA, los líderes iraníes invierten en el rearme nuclear y los manifestantes de los 40 años de revolución cantan cánticos de "muerte a América" y "muerte a Israel", no parece que haya mucho que celebrar.