Enero de 2019. Intensidad. Dolor. Perplejidad. Impotencia. Un ciclo. Distintas formas de violencias. Femicidio, abuso sexual, embarazo infantil forzado. Mujeres, adolescentes, una niña. Medios. Difusión. Debate. Frustración: ¿cuánto más? Sorpresa: ¿todavía no nos ven? En los femicidios, no. Siempre, primero muertas. Así lo informa el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) en su primer estudio de una serie de siete años de medición publicado en marzo de 2018. Justo el año pasado solo el 18% de las mujeres víctimas había realizado denuncias contra su agresor y solo el 13% tenía medidas de restricción. Así, el 82% de las víctimas de femicidio durante 2018 fue invisible a las políticas.
No fue vista a tiempo por su familia, amigos, vecinos, allegados, fiscales, policías. No fue vista la mayoría de las víctimas. Y 2018 no es la excepción. Esa es la pauta en la medición de los femicidios durante siete años. Muchos casos, pocas denuncias, menos protección efectiva. Pero no es que hayan faltado leyes, inclusive tampoco podemos decir que hubo ausencia de políticas en esa serie de siete años de reconstrucción del mapa de la violencia de género en democracia. Hoy sabemos mucho más. Y saber es poder proteger mejor. Ni en todas las provincias ni del mismo modo, ni solo policías, y sobre todo, no solo un Estado lleno de varones y sin perspectiva de género.
Lo que el Estado hoy sí mira a través de las estadísticas: cuánto, cuándo, quiénes, cómo, dónde. La violencia de género en todas sus formas hoy, y a pesar de las leyes y las políticas de todos los gobiernos constitucionales de Argentina de 1983 a la fecha, es mayor, no menor.
Así lo informa la primera publicación del Registro Único de Casos de Violencia contra las Mujeres (RUCVM) del Indec y el INM. Los hechos de violencia de género, en efecto, se cuadruplicaron en cuatro años: pasaron de 22.577 en 2013 a 86.700 en 2017. La violencia afecta en general a las mujeres, las adolescentes y las niñas de todas las clases sociales del país, pero las máximas formas de intensidad en la violencia (femicidio, abuso sexual y embarazo infantil forzado) varía: afecta a las más pobres.
Sabemos, sin embargo, mucho más ahora de esas víctimas invisibles y silenciosas. Sabemos quiénes son sus victimarios. Sus parejas o ex parejas en el caso de la mayoría de los femicidios que son las mujeres jóvenes; le siguen los padres en los casos de femicidios a hijas y los hijos en el caso de femicidios a mujeres adultas. Sabemos mucho más también: cómo lo hacen. Lidera la fuerza (golpes, estrangulamientos, asfixia), le siguen las balas, luego los cuchillos y, finalmente, el fuego.
No es que estamos o están según la escala social igual de desprotegidas en todas las provincias. Aquí importa más la tasa de femicidio que el número. Porque eso nos informa la relación entre cantidad y población, es decir, la cantidad de femicidios cada 100 mil habitantes. Y las provincias donde las mujeres están más expuestas a morir son: Santiago del Estero (12,58), Salta (12,51), Jujuy (10,24), Misiones (9,98), Santa Cruz (9,12), Formosa (8,86), Tierra del Fuego (8,64), Entre Ríos (8,49), Chaco (8,24), Neuquén (7,61), Río Negro (7,51), Catamarca (7,34), Santa Fe (7,29), Córdoba (6,92), La Pampa (6,89), Corrientes (7,34), Tucumán (6,55), Chubut (6,48), San Luis (6,24), Mendoza (5,94), Buenos Aires (5,54), San Juan (4,84), La Rioja (4,19) y Capital Federal (4,18). Claro que importa cuando nos ven. En las provincias con más población y menos casos, nos ven más. Es decir, el Estado llega adonde siempre es difícil entrar: al dominio de parejas, padres e hijos violentos. Si nos ven, morimos menos. Pero no debería morir ninguna.
Las políticas que faltan y lo que en el Estado sobra. ¿Cómo llega el Estado? Con las políticas tradicionales mayormente, judicialización y policía. Todos los dispositivos de protección que utiliza el porcentaje de mujeres, adolescentes y niñas sobrevivientes hablan de ello. Abogados, fiscales, botones de pánico, hospitales. ¿Por qué no evita que la violencia en todas sus formas aumente? Porque llega con dispositivos que capturan el proceso de espiral de violencia cuando ya inició. No se anticipa. Mira, pero cuando es tarde. ¿Por qué mira así, mirando mal?
Porque la estructura institucional de gestión administrativa en los tres niveles en que se piensan, implementan y controlan las políticas en Argentina están mayormente liderados, gestionados y controlados por varones y, cuando hay mujeres, no siempre hay empatía, emocionalidad, entendimiento, formación, equidad, respeto, es decir, perspectiva de género.
Más políticas, sí. Pero distintas. Más Estado, sí, pero distinto. ¿Puede un Estado mayormente masculino y sin perspectiva de género cuidar mejor y a tiempo a las mujeres, las adolescentes y las niñas en Argentina? La evidencia inicial sobre gestiones municipales lideradas por mujeres en ciencia política en países tan distintos como la India o las democracias nórdicas dice que no. Se siente, se piensa y se gestiona distinto. Seguro, siempre más políticas, más dinero pero aun con todo eso, leyes, políticas y presupuestos, si miramos mal y representamos peor, no hay razones para ser optimistas con las estadísticas. QueSeaLey, NiUnaMenos, NoEsNo, MiraComoNosPonemos, ParidadYa, MásMujeresMejorJustcia y otras consignas nombran en el espacio público lo que las propias protagonistas opinan de las políticas. Y el 8 de Marzo de 2019, seguramente, surgirán otras.
La autora es diputada nacional por la Ciudad de Buenos Aires (Evolución Radical).