El Gobierno de Macri fracasó. Eligió mal el camino y tomó decisiones equivocadas que llevaron al país a un presente de estancamiento, inflación y crisis. Hoy, la gran mayoría de argentinos y argentinas desaprueba la gestión y desea que aparezca un nuevo espacio político que le devuelva la ilusión y le muestre que hay otro camino posible, otra manera de hacer las cosas. Ese espacio ya es una realidad. Se trata de una experiencia política en progreso, abierta y plural, llena de experiencia de gestión, propuestas concretas y capacidad (auto) crítica. Y que está, además, marcada a fuego por una identidad federal que es la que nos permite realizar un diagnóstico de la realidad productiva y social de cada una de las provincias de nuestro país y de nuestras economías regionales. Este nuevo espacio quiere representar a la enorme mayoría de los argentinos que es opositora, y ser alternativa en 2019 de la construcción de un nuevo gobierno.
El gobierno se agotó, su error en el diagnóstico y sus malas decisiones llevaron al país a una crisis cambiaria e inflacionaria que demolió el bienestar de la clase media y trabajadora argentina y agotó también la expectativa de una sociedad que mostró ser paciente y respetuosa, que tenía esperanza, pero que necesita empezar un nuevo camino. No hay futuro para la Argentina en el ajuste permanente.
Hoy, el discurso oficial no incluye conceptos como desarrollo, empleo, economías regionales y créditos productivos porque estos no están en el diccionario del FMI. Todo se reduce a la jerga de la especulación financiera (Lebacs, Leliqs y otras siglas extrañas) y todo se decide desde unas pocas manzanas de la city porteña, sin tener en cuenta la diversidad geográfica, cultural, económica y social de nuestro país. No se puede gobernar lo que no se entiende.
Sentimos la necesidad de escuchar al interior profundo, a las economías regionales, a las pymes, a los productores de agroalimentos, a los innovadores de industrias basadas en el conocimiento, a los sufridos comerciantes. Todos ellos hasta acá, padecieron el rigor de una agenda negativa: aumento de costos, tarifas impagables, pérdidas de clientes, ausencia de incentivos públicos e imposibilidad de financiarse a tasas razonables en los bancos. Para nuestros trabajadores próximos al retiro, la única promesa del gobierno es correrle el arco: más años de aportes por menos plata. Y para los actuales jubilados, recortes y más recortes. La movilización creciente de las mujeres encuentra una gestión que, detrás de solidaridades discursivas, reduce inversiones de programas destinados a proteger y ampliar sus derechos. ¿Cuánto más tenemos que esperar los argentinos para poner en marcha la pensión que protege a las mujeres víctimas de violencia de género por 36 meses?
Y las políticas ambientales, indispensables para enfrentar las amenazas y efectos letales del cambio climático han caído bajo las garras de recortes irracionales o están subordinadas a los intereses privados de quienes extraen los recursos y huyen. Es la voz de todos estos sectores, cada vez más enérgicas, las que nos mueve a crear un espacio político que comprende que para interpretar estas y tantas otras demandas se requiere, primero, definir un programa de gobierno y luego las reglas para decidir quiénes están más preparados o preparadas para llevarlo adelante.
Para resolver las necesidades de las familias pobres, de los jóvenes que no estudian ni trabajan, de los profesionales que no encuentran empleos y de las pymes que sienten que cada día se les hace más cuesta arriba abrir la persiana, pero, sobre todo, del resto de los enormes desafíos que el resto del país tiene por delante, tenemos que cambiar la forma de construir políticas.
Necesitamos un proyecto de país, un acuerdo amplio, plural y consensuado que marque el rumbo de la Argentina de los próximos 20 años. El siglo XXI abandona a los dirigentes que solo hablan de ellos y se miran al espejo, y abraza los liderazgos positivos, motivadores y que interpreten la voz de todos. Hay que cambiar la lógica de la política personalista y soberbia por una lógica mucho más colaborativa. Existen muchos sectores de la sociedad civil y organizaciones comunitarias y de credos cuyas prácticas y experiencias requieren ser incorporadas a un gran Acuerdo Nacional. Hay un enorme capital social dispuesto a participar y trabajar en un programa de gobierno que devuelva a la Argentina a la senda del desarrollo económico y humano. Necesitamos sentar a la mesa a empresarios y trabajadores a arremangarse juntos para construir esa Argentina del futuro.
Estamos poniendo en marcha esa esperanza. Hay una nueva mayoría que quiere cambiar el rumbo y recuperar el futuro de la Argentina. Y hay un espacio que viene trabajando en un programa de gobierno y proyecto de país para ser esa alternativa que los argentinos y argentinas están esperando. Este proyecto requiere de apertura, organización y debate pero sobre todo, la convicción de que hace falta un gran acuerdo por la Argentina. Aquí está mi corazón y mi compromiso para construir ese gran acuerdo.